miércoles, 10 de diciembre de 2008

COLUMNA PACIFICA


Dos años, treinta años

Pobre Cristina. Algún exmontonero le
sopló la tontería del minuto y ella, tan sutil,
la repitió a los 30 años de la cuasi guerra. Hizo
el loco.
Pobres medios chilenos, no todos, pero sí
ésos que se han condecorado a sí mismos con la
medalla a la mentira, al ocultar la decisiva
gestión del presidente Pinochet en esa paz casi
imposible del 78.


La Historia muestra la verdad. Incluso en
los momentos de mayor encono hacia el Presidente
y su Gobierno, la oposición reconoció su sensato
liderazgo. Por eso, la DC y el PS declararon que
respaldarían la posición chilena y pidieron la
rápida intervención de las Naciones Unidas para
evitar la guerra.
La Iglesia jugó también un rol
importante, lo que llevó Pinochet a agradecer a
los obispos chilenos: "Estamos conscientes de que
en este trabajo de búsqueda de la paz los obispos
chilenos han tenido un papel muy importante, no
sólo por sus oraciones, sino también por su
concentrada labor con sus hermanos del Episcopado
argentino," afirmó el Presidente.
Pero sin duda la postura más
significativa fue la de Eduardo Frei M., quien
declaró que aún reconociendo su oposición al
régimen, apoyaba la gestión del Gobierno al
señalar que Chile tenía jurídica y moralmente una
posición indiscutible con respecto a su situación
limítrofe austral.
Un año después, cuandó la situación
parecía encaminarse por un sendero de
negociaciones, Pinochet le manifesto al entonces
cardenal Silva H. que "en estos últimos días
hemos tenido la buena noticia de que con la ayuda
de Dios, nuestros constantes deseos de paz se van
haciendo una realidad, el pueblo de Chile, como
el Gobierno que presido, guardarán siempre una
profunda gratitud al Santo Padre Juan Pablo II y
a su enviado especial Eminentísimo Cardenal
Antonio Samoré, por sus buenos oficios para
encaminar las negociaciones con la hermana
República Argentina. Sabemos que en las gestiones
ante la Santa Sede, V.E. -junto a otros obispos
de ambos países- ha intercedido patrióticamente,
lo cual es fruto de su espíritu cristiano y de su
amor por Chile, que merece el sincero
agradecimiento del pueblo de Chile, del Gobierno
y mío propio."
Y el cardenal respondió señalando que
agradecía "los amables conceptos de V.E. ante una
acción que la Iglesia, consecuente con su misión
de amor a Dios, al prójimo, a la patria, no podía
ni podrá omitir; pensando siempre en los supremos
intereses de Chile, hemos hablado con el Santo
Padre y con nuestros hermanos , los obispos de
Argentina y Chile, y hemos movilizado la oración
de nuestro pueblo cristiano, para obtener de Dios
la gracia de una paz duradera, basada en la
justicia y la mutua comprensión; Dios querrá que
la gestión tan felizmente comenzada concluya
solidificando la amistad fraterna de dos pueblos,
a los que la Providencia quiere unidos e
integrados"; y agregó en noble frase: "Que El
también recompense a todos los que con su
prudencia, serenidad y disposición a
entendimiento razonables han hecho y harán
posible el logro del paz."
En el Segundo aniversario de su
fallecimiento, que basten estos recuerdos para
reconocer el eficaz celo que el Presidente
Pinochet desplegó para evitar una guerra.
Millones de chilenos le debemos, también en esto,
nuestro derecho humano a la vida.

Gonzalo Rojas Sánchez

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