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miércoles, 17 de junio de 2009

COLUMNA PACTADA


El pacto DC-PC

Siete explicaciones tiene todo pacto entre un cristiano y un marxista.
Ya sea en política o en cultura, en
sociedad o en economía (y para qué decir en
materias de moral o de fe), cada una de esas
explicaciones se basta sola para mostrar la
claudicación del cristiano, pero hay especímenes
que a veces las hacen confluir todas, demostrando
la más notable pobreza en sus posturas.
En primer lugar, el pánico físico y
moral. Hay cristianos que se mueren de pavor ante
la posibilidad de que un comunista los enfrente
con riesgo vital o para su prestigio.
En segunda mirada, la debilidad
intelectual, porque existen cristianos que
desconocen la verdad de las exigencias de la
doctrina que supuestamente profesan, o las han
aguado tanto, que el parecido con su original es
sólo semántico.


Un tercer aspecto es el vacío histórico,
porque ignoran -o no quieren saberlo- que el
comunismo es el mayor genocida de todos los
tiempos -aquí y en todas las quebradas del ají-
y que hasta hoy elimina a destajo.
Un cuarto aspecto es la torpeza táctica,
porque han comprobado mil veces que sus electores
moderados los abandonan y no compensan las
aportaciones coloradas, pero perseveran en sacar
mal las cuentas.
En quinto lugar se les presenta el engaño
de la reciprocidad, porque creen que un pacto así
es un pasando y pasando, como si entre los
comunistas hubiese algún sentido de la justicia y
del cumplimiento de los deberes.
Una sexta razón es la simpatía
encandilante con que los marxistas los arrullan,
logrando que los cristianos ignoren (oh, qué mal
pensados somos) que, a sus espaldas, en el PC se
ríen a carcajadas de la ingenuidad de sus nuevos
socios.
Ah, y finalmente, lo más pobre y penoso:
la explicación a veces autosuficiente es el
simple miedo a perder una eleccción y el poder;
en algunas oportunidades ese ha sido el cierre,
el broche de tantas otras claudicaciones, pero
quizás ahora sea la única razón.
De las demás, ni se imaginan que existan.

Gonzalo Rojas Sánchez

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