
Martes, 7 de Julio de 2009
LA NOTA DEL DÍA
No fueron veinte sino 40 millones las víctimas
Aldeas y territorios eran cercados por el Ejército rojo para impedir que a los infelices pobladores les llegaran alimentos con el fin de exterminarlos
Es improbable tener la ocasión --y el placer que la acompaña-- de corregir algo a Manuel Enrique Hinds, distinguido economista y hombre de letras, como lo haremos aquí mismo: cuando dice que "…sólo en la Unión Soviética estos asesinos (los comunistas) segaron la vida de más de veinte millones de víctimas…", se equivoca en la mitad, pues las víctimas del estalinismo fueron más de cuarenta millones, una parte por balazos en la nuca, la mayoría por las hambrunas provocadas al imponer la colectivización de la tierra. En la revisión que está haciendo el Gobierno de Ucrania de la historia de ese horror, se documenta cómo aldeas y territorios eran cercados por el Ejército Rojo para impedir que a los infelices pobladores les llegaran alimentos con el fin de exterminarlos y anexar sus tierras a la gloriosa Unión Soviética. Se queda corto Manuel Enrique porque para cualquiera son casi inconcebibles los extremos de barbarie a las que se llegó en esos años.
La cita entera que hace Manuel Enrique de lo escrito por Lenín en "La Espada Roja" revela la concepción que tenía y sigue teniendo el movimiento sobre moral, Derecho y justicia. Decía Lenín:
"…Para nosotros no existe, y no puede existir, el viejo sistema de moralidad y de "humanidad" inventado por los burgueses con el propósito de oprimir y explotar las 'clases inferiores'. Nuestra moralidad es nueva, nuestra humanidad es absoluta, porque descansa en el brillante ideal de destruir toda opresión y coerción. Para nosotros todo es permitido, porque somos los primeros en el mundo en levantar la espada no en el nombre de esclavizar y de oprimir a nadie, sino en el nombre de la liberación de todas las cadenas… ¿Sangre? ¡Que haya sangre, si ella sola puede tornar roja la bandera gris, blanca y negra del viejo mundo tiránico, porque sólo la muerte final y completa de ese mundo nos salvará del retorno de esos viejos chacales!". Estas palabras, agrega Manuel Enrique, "destilan el mal, lo justifican e intentan fútilmente legitimizarlo. Y lo hacen para cualquiera que se quiera creer que tiene el mandato de la historia, o de Dios, o de la sociedad, o de su mara para secuestrar, asesinar y destruir. Esto fue lo que justificó los crímenes de Lenín mismo, de Stalin y de todos los asesinos que tiñeron de sangre los territorios de los países comunistas….".
Una sola moral a lo largo de la historia
Son de enorme significado dos expresiones de Lenín: "Para nosotros todo es permitido", lo que lleva de inmediato al absurdo del relativismo moral, y "¿Sangre? ¡Que haya sangre!". El genocidio de pueblos enteros, el asesinato de opositores, las matanzas de inocentes como sucede en los atentados terroristas, son justificables en aras de la sociedad que pretenden levantar sobre montañas de cadáveres.
Las grandes civilizaciones, al igual que las principales religiones a lo largo de la historia, compartieron principios morales similares, derivados del imperativo categórico: no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti. Hasta las manadas de animales se rigen por reglas que hacen posible su conservación y convivencia. No es casual, tampoco, que del Código de Hammurabi hasta la declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa y la Declaración de Independencia de Estados Unidos, compartan iguales fundamentos morales, a diferencia de lo que rige en las bandas criminales.
viernes, 17 de julio de 2009
EL DIARIO DE HOY San Salvador
Etiquetas:
EL SALVADOR Y COMUNISMO
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