Los acontecimientos en Honduras parecen estar moviendo a los presidentes de inspiración chavista a intensificar medidas preventivas para evitar sorpresas similares en sus propios países. Así, el Presidente Chávez ha anunciado ya la formación de “patrullas socialistas” que iniciarán un registro de los venezolanos en el extranjero, para defender la “construcción del socialismo”. No están del todo claros los alcances de tal registro, pero no resulta éste un paso tranquilizador para los venezolanos que han optado por buscar más seguridad y libertad en el exilio.
A su vez, su émulo ecuatoriano, Rafael Correa —cuya popularidad ha caído del 65 al 45 por ciento, según algunas encuestas—, ha resuelto crear los “Comités de Defensa de la Revolución Ciudadana”, que actuarán como elementos de disuasión para evitar que en Ecuador suceda lo que en Honduras. En realidad, Correa está enfrentando conatos de descontento con sus políticas y resistencia creciente —por ejemplo, contra su avasallamiento implacable de la libertad de expresión y de prensa, con una embestida generalizada contra todos los medios de comunicación aún independientes—. Asimismo, la Confederación de Nacionalidades Indígenas ha convocado a protestas y cierre de carreteras, en repudio a toda una gama de proyectos que, a su juicio, dañan el medio ambiente o llevarían a privatizaciones. Los profesores, por su parte, han venido protestando contra las evaluaciones docentes y los despidos resultantes, así como contra la reforma educacional. Nadie se engaña en cuanto a que los comités creados por Correa están llamados a sofocar tales resistencias.
Para los pueblos venezolano y ecuatoriano, esto no es sino un giro más en la espiral de un proceso que, iniciado con formalidades más o menos democráticas, se ha degradado sistemáticamente para devenir en regímenes personalistas no democráticos.
Pero ese modelo es profundamente inquietante para toda la región latinoamericana, pues encuentra con facilidad otros entusiastas imitadores —Nicaragua y Bolivia, entre otros—, y arriesga despertar tentaciones incluso en otros países.
Nuestro continente ya sufrió en los años 60 y 70 las consecuencias de la injerencia política de Cuba y su revolución marxista, que alentaron la emergencia de movimientos subversivos amparados por el régimen caribeño —tupamaros, montoneros, senderistas, miristas y similares—, que en sus respectivos países buscaban instaurar gobiernos marxistas por la fuerza. Sería trágico que el “socialismo bolivariano” de Chávez y sus afines llevara a una reedición de esas experiencias.
sábado, 3 de octubre de 2009
MILICIAS EN LATINOAMÉRICA
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