
Publicado el Lunes, 2 Noviembre, 2009 por DCHpress
El Movimiento de Izquierda Revolucionaria – MIR – nace a la vida política chilena, de manos de un grupo de jóvenes hijos de clase media acomodada y plutócratas, coincidentemente alumnos de la Universidad de Concepción, quienes se alzan en armas en contra del gobierno constitucional del ex presidente DC, Eduardo Frei Montalva, a partir del 15 de agosto de 1965, inspirados por el fenómeno de la revolución cubana socialista. Vigente como dictadura en la isla caribeña desde 1959, hasta nuestros días.
Dicha dirigencia mirista de “jóvenes idealistas” asoló con su violencia revolucionaria más de dos décadas de la historia reciente de la patria y arrastró en su irresponsabilidad a la muerte y el martirio a centenares de muchachos que honestamente creyeron que con tales métodos y doctrina se podía crear un mundo mejor. Lo mismo que ahora de un modo travestido y descafeinado nos ofrece ilusoriamente ME-O. El niño mimado de la “prensa de derecha”.
La consigna principal del MIR que siempre fue “Pueblo, conciencia y fusil, MIR, MIR, MIR”; no era, precisamente, un cántico pacifista, ni en defensa de los Derechos Humanos.
Mesías del MIR es el hoy candidato presidencial, Marco Enríquez Ominami (ME-O). Fruto arquetípico del exilio dorado y representante principal del red set que lidera a los gobiernos de la Concertación, desde marzo de 1990. Ahijado predilecto del delegado para Chile de la policía secreta cubana, quien es su generalísimo de campaña, ME-O es el hijo prodigo que espera Chávez en el cono sur americano. El mismo que no pudo ni supo ser, el senador ultra, Alejandro Navarro.
ME-O es hijo biológico del líder y fundador del MIR, Miguel Enríquez Espinosa, quien tuvo el coraje y la grandeza de inmortalizarse con las armas en la mano, junto a su pareja Carmen Castillo Echeverría, en calle Santa Fé 725 de la comuna de San Miguel, un 5 de octubre de 1974, cuando miles de ex funcionarios de la defenestrada Unidad Popular que habían anunciado que incendiarían Chile por los cuatro costados y que harían 100 Vietnam al estilo Che Guevara, comenzaban el exilio forzoso que les llevaría a obtener gratuitamente altos grados académicos y pingues ingresos, merced a la “solidaridad internacional con el pueblo de Chile”.
Dotado de una dialéctica excepcional heredada de su padre, la que destella en un medio ramplón y mediocre como son la política y el periodismo de estos días; ME-O ha irrumpido en la carrera presidencial con bríos propios, hasta constituirse en el muy probable contendor que tendrá Piñera en la segunda vuelta de enero 2010. Acompañan a ME-O la encantadora presencia de su telegénica cónyuge Karen Doggenweiler (de familia sureña muy pinochetista) y un séquito de dirigentes políticos y empresariales tan heterogéneo como un curanto servido con arroz a la valenciana.
En dicho factible escenario, de la derrota absoluta de Frei, Bachelet, Lagos y Escalona, toda la Concertación acostumbrada a lustros de abundancia por el usufructo y goce irrestricto del poder, palabras más monsergas menos, cerrará filas como un solo todo en torno a ME-O. Además de la subordinación natural que se producirá en la izquierda chavista comunista. La misma que es recibida sonriente en La Moneda por Bachelet, mientras sus agentes paralizan la educación pública del país y atacan con los M16 de Carrizal, “guardados por si las moscas”, a camioneros y carabineros en la Araucanía.
Dicho conglomerado (la “refundada” Concertación) que no tiene absolutamente nada de nuevo, aparte de su extraordinaria capacidad para embaucar sucesivamente a millones de incautos, como lo hiciera Bachelet con su solemne promesa electoral, de que en su gobierno “nadie se va a repetir el plato”, podría aprestarse así a su quinto gobierno consecutivo.
Sucesivo… y definitivo.
Porque el punto está en que ME-O no es Lagos ni es Bachelet. Ni mucho menos Aylwin o Frei Ruiz Tagle.
ME-O es un joven inteligente. Sagaz. Autócrata. De una soberbia y altanería insuperable, con quienes considera sus subalternos o inferiores. Excepcionalmente carismático y que con el poder ejecutivo en las manos, comenzaría un acelerado camino hacia el encuentro de formas de organización política y militar, análogas al modelo bolivariano de Hugo Chávez Frías. Mientras mantiene al mega empresariado contento llenándose sus faltriqueras, hasta acumular el poder político, militar y mediático, para ir por aquellos que son capaces de vender la soga con la que serán ahorcados, con tal de hacer buenos negocios.
Igualmente, ME-O sabe, como excepcional comunicador social, que la pusilánime “prensa de derecha”, dominada por redactores y columnistas “progresistas”, le avivarán la claque, quedando aquellos que se le opusieren como fascistas retrógrados, lacayos del imperialismo yanqui o nostálgicos de la dictadura.
Después, al igual que Chávez y sus discípulos continentales, ME-O hablará de “democratizar” los medios de comunicación, con lo cual los propietarios de los mismos verán caer sus imperios, babeando por no haber constatado lo que era previsible a tiempo. Hoy así lo lamentan en Argentina, Bolivia, Venezuela o Ecuador.
Es decir, el encanto y seducción hipnótica de ME-O, la atracción que le ha permitido denostar del mayor modo imaginable a la chilenidad, clamando hasta haber nacido italiano, avanzaría hacia la concreción del sueño de su padre Miguel Enríquez, para ir a la formación de una república socialista chilena, muy distinta al modelo de desarrollo socio económico del régimen de las FFAA y De Orden , que hasta el día de hoy, han administrado los gobiernos concertacionistas, con algunos matices sociales y con la impronta de la venganza judicial acérrima, para con los uniformados que protagonizaron la lucha contrasubversiva de los setenta y ochenta.
Con la hacienda pública repleta de recursos, con el precio del cobre rondando los tres dólares y el periodismo de teclado (no el del club de polo o los clubes de golf) y la judicatura actuando decididamente a su favor, ME-O podría convocar a una asamblea constituyente al más puro estilo de Evo Morales y salir airoso, con el sólo expediente de abrir el chorro de dádivas hacia los sectores de menores ingresos, el 60% de nuestra población. Quienes se transformarían en las brigadas revolucionarias del nuevo orden, mientras la “gente seria”, las comisiones de “hombres buenos”, esos que ocultan su cobardía con la “prudencia”, se lamentarían llorando como mujeres lo que nunca supieron defender como hombres.
Y las FFAA, garantes de la institucionalidad, siguiendo el modelo venezolano, quebradas por la mitad de sus mandos – de mayor para abajo – y con la lección aprendida de no meterse nuevamente a salvar a la civilidad democrática ahogada, ciertamente que mirarían hacia el lado, porque el “Nunca más” será nunca más. Amén de que el intervencionismo anti comunista de Washington o Brasilia, son recuerdos de los setenta, mientras los EEUU asumen como salen de la ciénaga afgana y Brasil se aboca primero a ser la súper potencia petrolera del hemisferio sur en el siglo XXI.
Por consiguiente, lo único que salva el cuadro antes reseñado es que ME-O no gane en enero de 2010. Para ello será necesario que Piñera saque más del 40% en diciembre y que en enero cuente con un tercio de la votación original de ME-O, lo que es bastante factible, porque muchos pinochetistas acérrimos votarán en primera vuelta por ME-O, como voto castigo a las oligarquías de la Alianza. Pudiendo también Piñera contar otro tercio de la decepcionada votación DC freista.
Y, a partir de dicha derrota de ME-O y de un gobierno de centro derecha altamente eficiente, persuasivo y probo – portaliano – el cuadro político general del país se vaya recomponiendo. Con la incorporación de cada vez mayores segmentos de compatriotas a la sociedad de bienestar y equidad, ese sistema social de mercado que sólo puede construir la paz social de largo plazo. Con una reforma educacional que capacite a nuestros jóvenes para ganarse la vida dignamente y formar y hacer familia y por ende construir patria y futuro. Evitando el patético cuadro de hoy, donde cientos de miles de familias ven, con grandes sacrificios económicos de por medio, como sus hijos se transforman en cesantes medianamente ilustrados, en un panorama inaudito de despilfarro de los recursos humanos y financieros. Y sin que las vociferantes autoridades hagan absolutamente nada al respecto, porque todo el establishment del país está mojado de una u otra forma, con este perverso sistema de engaño colectivo educacional.
Como corolario de elemental dignidad, agreguemos que, más allá de cualquier trinchera política donde uno pueda encontrarse, quien como parlamentario y adulto se permitió responsablemente decir que “ser chileno es una tragedia. Si naciera de nuevo, no me gustaría serlo” y refiriéndose a los rasgos resaltantes de la chilenidad, como “amar esa bandera asquerosa, el escudo que es espantoso, y los símbolos patrios”, no puede ni debe ser nunca presidente de Chile.
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