
Publicado el 31 de January, 2010 en Editorial, Susana Sechi
Cristina siempre fue afecta a la popularidad y como ferviente cinéfila siempre buscó competir con figuras internacionales en los titulares de diarios y revistas, así como también con los principales líderes mundiales (Si son de su mismo género mejor) algo que hasta ahora no había logrado pese los pomposos viajes al exterior en los que generalmente no era tenida en cuenta.
Sin embargo esta vez, en un periquete, pasó a ser noticia en todas las publicaciones del mundo. Reemplazar la pastillita azul por un buen y crocante asadito de cerdo le valió más de lo que ella misma había ansiado en toda su vida. Claro las críticas fueron variadas y diversas, hasta algunas subidas de tono, pero ahí estaba la Presidente argentina.
Si se buscó adrede exaltar la figura de Cristina, vaya si lo consiguieron, lástima que no fuera por su desempeño presidencial, algo que está cuestionado en el concierto internacional que la ve como un Chávez maquillado.
El desenfadado discurso que la mostró tal como es y destapó el aspecto guarango, digamos el coloquial, que siempre trata de ocultar, pero que lleva en el orillo, no dejó motivos para la duda. Las risotadas estridentes dejaron expuesta su verdadera personalidad la Señora estaba en su salsa rodeada de caballeros que festejaban sus groserías a carcajadas, aunque no se sabe en realidad a quien iban dirigidas las risotadas. Sin embargo poco le importó el resguardo de su investidura ni las repercusiones de tan memez alocución, todo lo contrario, parecía gozar de la increíble situación como un chico con un juguete nuevo
Cumpliendo con su opera prima del grotesco repitió sus concejos para una sexualidad plena, cerdito mediante, sugiriendo haber comprobado los resultados y aduciendo ser consumidora de esa carne, instó a reemplazar la carne vacuna por la de este simpático animalito que destacó como un afrodisíaco de primera línea.
La experimentada sexóloga, al día siguiente en otra exposición con productores avícolas, volvió a destacar los efecto potencial de la carne de cerdo para la sexualidad y se animó a incursionar en el terreno nutricional optando por el pollito para cuidar la silueta, aconsejó la pechuga por ser la parte más magra de ave y ejercicios para mantenerse en forma, mientras invitaba a los presentes a volar como los pollos, repudiaba a esos pájaros negros carroñeros llamados buitres que, al parecer, podrían arruinar el negocio del pájaro usurero de la familia.
Si la Presidente pensaba congraciarse con los argentinos por medio de tan vergonzoso discurso o ganarse la simpatía de los que no la soportan, todo ha sido en vano, lo único que ha cosechado fue una profunda reacción de rechazo y el aumento del ridículo.
Tal vez sólo fue un intento de este pobre cabaret gubernamental que ha echado raíces en esta Argentina, donde las crisis son escondidas sin soluciones; basta para ello los culebrones del matrimonio y el acompañamiento de los lenguaraces que repiten como loros las grotescas mentiras que escribe el dueño de la compañía, un tirano, que prefiere hundir el barco antes de caerse por la borda. El lúgubre y sarcástico director despojado del traje pingüino que hoy se muestra tal como es, un vampiro, dispuesto a dejar sin una gota de sangre a 40 millones de argentinos.
Ése que entre bambalinas se regodea, mientras su mujer al desnudo apela a grosería para desviar la atención de los planes premeditados que, como golpe de gracia, caerán sobre los ahorros de los ciudadanos. El montaje cada vez más procaz muestra sin tapujos la guaranguería de una mujer sin escrúpulos que interpreta un papel de Jefe de Estado que no se condice ni con sus actitudes, como tampoco con su capacidad, digamos, una farsante que juega a la marchante los fondos confiscados a los argentinos y ahora va por más.
Cada vez más afectado el matrimonio Kirchner, ha convertido el país en un cabaret. Donde una ridícula mascarita interpreta los desquiciados argumentos de su no menos desquiciado compañero de correrías de toda la vida.
Mientras la desesperación los carcome, agazapados esperan el momento de echar mano en el codiciado tesoro que, desde ahora, piensan repartir de palabra entre los gobernadores para lograr el consenso necesario para el despojo final.
Autor: Susana Sechi
LOS CERDITOS DE NUESTRA..."PRESIDENTE"
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