domingo, 14 de febrero de 2010

CARTA DE UN SOLDADO


RENE MEZA LARENAS
Coronel de Ejercito (R)
Profesor de Geopolítica

A fines de los años 60 estudiaba en el Instituto Nacional, primer foco de luz de la nación, señala su himno; es cierto. En esos años mi colegio estaba invadido de grupos violentistas: el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el Frente de Estudiantes Revolucionarios y varios más; era bastante temerario mostrarse contrario a ellos; dominaban el centro de alumnos y todo el quehacer estudiantil. Gozaban de particular respeto, eran idealistas, admiraban al Che Guevara y adherían plenamente sus cúpulas y sus simpatizantes a la vía violenta para la conquista del poder; esto no era entonces, ni es hoy ningún secreto.


En el año 1969, se nos ofreció hacer el servicio militar en los periodos de verano; por lo menos unos 150 alumnos nos inscribimos y cumplimos con la ley. Cuál sería nuestra sorpresa cuando al tiempo nos dimos cuenta de un gran problema: algún oficial y varios suboficiales hacían instrucción militar paralela a los líderes de los grupos violentistas del colegio; fue una lástima escuchar después que esas personas se habían infiltrado en el Ejército, en una de sus unidades de elite, la Escuela de Paracaidistas, violaban la reglamentación institucional y robaban armamento.

¿Cuál era la finalidad de esa instrucción realizada por personal pertenecientes a la Fuerzas Especiales, más conocidos como Boinas Negras? ¿Sería alguna extravagante idea de defender a la Patria con algún ejército privado? Nada de eso; era simplemente conformar el aparato militar para alcanzar el poder según lo previsto por las cúpulas de los Partidos Socialista, Comunista y los ya nombrados MIR, FER y demases, por supuesto aplicando la violencia máxima, propia del proyecto en boga.

Muchos de los hoy santurrones y santurronas, en esa época hacían gala de su militante izquierdismo: unos más otros menos. Algunos lo combinaban con el estudio, otros con las marchas callejeras, el apedreo, la instrucción paramilitar, los linchacos; otros con el naciente hippismo y con otras yerbas. Ellos son hoy día jueces severísimos, revestidos de un aura de prudencia, sabiduría y mucha, mucha cosmética para disimular lo mejor posible. Están instalados en todas partes de la sociedad y gozan de muy buen prestigio, pues su actitud es éticamente intachable y políticamente correcta. Además participan de la idea que no hay mejor fórmula para regir a los pueblos que la democracia. Si hay algo destacable en ellos es este último vuelco.

Su proyecto por razones que solo la historia podrá estudiar, empezó a derrumbarse: el legendario Che, cae lastimosamente traicionado en Bolivia, parte de su grupo guerrillero alcanza la frontera chilena, donde son bien recibidos, algo le pasa a los tupamaros en Uruguay, otro tanto al violentismo en Brasil, en Perú las FFAA de izquierda pierden piso, algo no funciona. Fidel Castro se presenta en Chile, es aplaudido enfervorizadamente con el Estadio Nacional repleto: por supuesto ni acordarse de las violaciones a los derechos de las personas en Cuba. Ante cualquier evento se envían más armas a Chile, para enfrentar cara a cara cualquier desafío a la revolución en ciernes. Todos están bien contagiados: la Iglesia con el Cardenal a la cabeza, (a quién no por esto que digo, le he perdido el respeto), los estudiantes universitarios, los secundarios, los campesinos, los obreros de los cordones industriales. Al momiaje había que mantenerlo a raya e idealmente asustado.

Nuestros buenos jueces de hoy, sus padres sus tíos y abuelos bebían de ese manantial de sabia ideología idealista que nos llevaría al progreso, a la igualdad, al fin de la opresión capitalista y del daño perpetuo que le hacía la burguesía a Chile desde los tiempos de O´Higgins. Estar del otro lado podía ser mal visto, se veía bien ser de izquierda, socialmente rendía más de algún fruto. Otros ingredientes que completaban el exquisito plato ideológico eran un alto grado de ateísmo, o al menos indiferentismo, un excéntrico inconformismo con todo, y uno de sus principales enemigos era en primer termino, la justicia que era momia. Escuchar a la Joan Baez era un buen antídoto para tanto mal rato.

¿Qué porqué el Presidente Allende, pidió a los altos mandos de las FFAA, que integraran su gabinete? Ni idea; yo ya era alumno de la Escuela Militar; mi vocación era la carrera militar; comíamos harto chancho chino pues hasta el primer plantel del Ejército llegaba la escasez. Sólo me acuerdo que pasábamos acuartelados, en vista del próximo paro. Sin explicármelo, cuidábamos al menos unos 300 taxis nuevos que estaban en los patios de la Escuela Militar, a la espera de ser entregados a sus dueños. Al parecer el recinto era bastante seguro. ¿Tendría esto algo que ver con la Defensa Nacional? Lo más probable es que no, pero sí era cierto que el Ejército era usado con fines políticos. ¿Guardar cientos de taxis en la escuela formadora de los oficiales del Ejército, y que sus alumnos fueran sus custodios? Eso sólo lo puede lograr la izquierda.

Nunca en la Escuela, escuché a algún oficial, entre ellos a mi exigente y caballeroso Teniente Cheyre, o a algún profesor hablarme de vía violenta, de pegarle un combo a alguno, de pisotear, de no respetar las ideas religiosas de otros, de robar, matar o dañar a nadie en ningún sentido. Estudiábamos, hacíamos nuestros períodos de campaña y buscábamos ávidamente el fin de semana para estar con la familia, con la polola y tratar de responder con pocos argumentos lo que pasaba en el país: las colas, las tomas, la escasez de alimentos, los campos de entrenamiento guerrillero, el caceroleo.

El proyecto socialista seguía su marcha, dando tumbos pero seguía, se afirmaba en lo que podía: en las FFAA, en la Iglesia, en lo que fuera: arreglines de último minuto, muy a la chilena, lo hacían permanecer en pie. ¿Es que la CIA estaba detrás de todo? Bueno todo sirve para justificar, pero nunca los chilenos fuimos tan entregados a los gringos. Que estos querían a Allende en el suelo no cabe duda, pero así también dudo que la Inteligencia de los EEUU, haya tenido tal influencia, para que la ciudadanía se diera cuenta gracias a ellos, que se estaba frente al peor gobierno de la historia. Puede que seamos tontos, pero no necesitamos que los americanos nos digan si estábamos bien o mal; aseguro que mi madre no recibió ningún dólar por hacer sonar alguna olla vieja.

¿Y de derechos humanos que podía saber en ese tiempo? Nada, ni siquiera conocía el término, sólo esperaba mi fecha de graduación para egresar como oficial de Infantería, para irme a algún regimiento en provincia y desarrollar lo que quería: formar jóvenes chilenos útiles a su Patria y que fueran capaces de amarla y defenderla. Ello fue más fuerte que mi aceptación en la Universidad de Chile como alumno de Derecho, luego de haber egresado del Instituto Nacional. Pero las cosas no estaban fáciles, la Patria estaba envenenada, su cuerpo social mutilado por la división, por la violación a su ser nacional, de sus leyes, el mal trato y la escasez. Mi compañero de armas, el subteniente Lacrampette, moría asesinado por violentistas mexicanos traidos a Chile por los amigos idealistas-cheguevaristas. ¡Victoria o muerte, Venceremos! Otros grupos llegaban a los cuarteles a pedir como fuera la intervención militar. La casa estaba dividida y no se sostenía en pie, últimos arreglos y changullos, ya no surtían efecto. La izquierda más violenta solo quería más violencia como fatal escape a la situación.

11 de Septiembre: ¿Golpe Militar, Intervención Militar? Qué más da el nombre hoy; el proyecto socialista simplemente se chingó. Se da por inaugurada la temporada de violación a los derechos humanos, que fueron meticulosamente enseñados a pasar a llevar en nuestras escuelas de Oficiales y Suboficiales. Falsedad absoluta: nunca en mis 32 años en el Ejército algún superior de cualquier grado o cargo me instruyó, me enseñó, me orientó, me indicó, me insinuó hacerle nada a nadie. En el mismo instante que la subversión, derribaba torres, obligaba a proteger puentes, calles y edificios, eliminaba carabineros, ponía bombas, intentaba matar autoridades, ingresaba miles de armas (¿serían para desfilar o para matar?), miles de nosotros estabámos en la frontera Norte ante la amenaza cierta que el vecino quisiera recuperar sus antiguo territorio de Tarapacá al cumplirse 100 años de la Guerra del Pacífico. Otros miembros del Ejército, desarmaban las bombas, puestas para matar; en esa actividad estaba mi compañero de curso el teniente Carevic, que falleció mientras desactivaba un artefacto explosivo.

En tanto los grupos guerrilleros y sus aliados hacían amplio uso del derecho a rebelión, tirando sus molotov y disparando a matar, con el unánime aplauso de los que son hoy implacables y ejemplares jueces en lo divino y en lo humano. El proyecto chingado no podía morir. Pero esta reflexión en nada aplaca el dolor de tantos torturados, conforme a los programas institucionales aprendidos en los cursos de teniente, capitán y en la Academia de Guerra, nuestra universidad militar, donde mi Jefe de Curso, mi Mayor Cheyre, solo nos exigía estudio y más estudio. Tal vez algún ramo secreto del currículo, trataba cómo sacar los ojos con examen práctico incluido. Yo por lo menos no asistí ni observé que nadie lo hiciera.

Luego, con los años, me encontraría sirviendo por cerca de 8 años en el Estado Mayor General del Ejército, lugar de privilegio para observar el devenir institucional. Desde mi puesto, jamás vi documento alguno o escuché ideas a ninguna autoridad institucional destinadas a provocar daño a nadie, por adverso que fuera al Gobierno Militar, aunque en las calles arreciaban las barricadas, los neumáticos quemados, los miguelitos (Enríquez, fundador del MIR), los balazos en poblaciones. La “resistencia pacifica” ejercida en las calles y a la cual concurrían nuevamente los jóvenes y los no tan jóvenes idealistas, las armas de Carrizal en fin y tanto otro procedimiento. La oposición democrática quería la caída del Gobierno Militar, todos los métodos eran válidos y los métodos más sanguinarios eran aplaudidos en el silencio de sus reuniones.

¿Como era posible entonces que en uno de los más altos organismos de la institución no se supiera de la tortura y del asesinato? Es que acaso se planificaba en conferencias de pasillo, en los ascensores o en los fríos subterráneos? ¿Era yo un perfecto desinformado, una persona que no quería ver lo tan evidente? Las acciones contra la subversión estaban en manos de quien correspondía, se había estructurado organismos para enfrentar la lucha armada, dotados de mandos, personal y equipos. Su tarea de luchar contra bien entrenados grupos en el extranjero, debió ser difícil; nunca estuvimos preparados institucionalmente para enfrentar a tan disímil adversario, el que se presentaba en las calles, en el día en la noche, con el fusil Kalashkinov bien pertrechado de munición, en la universidad , en la población , en los servicios de utilidad publica, en la casa del ideólogo, en el patio de la parroquia, en el extranjero, en la quema de cuarteles policiales, en el secuestro, en el ingreso de miles de armas, en el asalto a bancos, en más quemas de neumáticos y derribo de torres de alta tensión, donde el maridaje entre el delincuente común, el activista, el poblador, el intelectual, el político etc. era perfectamente funcional a su único objetivo.

Es una triste realidad, que muchos de los que se embarcaron en la vía violenta sufrieron abusos; otros sin participar de ella y sólo por su posición ideológica, también sufrieron. Está demasiado claro que hubo excesos que no obedecían a ningún motivo ni tienen excusa. No esta demás acotar, sin embargo que si el proyecto chingado hubiera triunfado de la forma en que ellos lo tenían previsto en los años 70, los amigos idealistas-cheguevaristas, habrían aplicado toda su violencia, dirigida por sus “comandantes” contra aquellos que se hubieran opuesto. La historia es pródiga en ejemplos al respecto.

¿Es que aquello no ocurrió y por lo tanto es ficción pensar que ellos serían tan malos como los militares? Gracias a Dios, que no ocurrió y que sí ocurrió lo contrario, que siendo igual una desgracia para la Patria, pues era el indicio que la política había destruido la unidad nacional, pudo tener cauces de salida, desarrollo económico y al fin paz. Paz: eso quisiéramos, pero la factura aún no está del todo terminada, los dividendos que deja la vendetta son casi perfectos para algunos; otros tendrán el dolor de saber muerto a su hijo, a su esposo, a su padre y con mayor dolor si no se sabe dónde se encuentra. Me aflijo ante esto, pues la violencia engendrada por el proyecto socialista solo provocó mayor desastre y furia, y mucha de ella fue sin razón, inexplicable y censurable.

Lo anterior ha dado pábulo y alimento para que las grandes persecuciones propias del régimen nazi contra los judíos, hayan encontrado en el Chile de nuestros días su pequeña réplica. No se trata de victimizarnos, sino de observar la realidad tal cual es. Así, las acciones de persecución durante los últimos 15 años han tenido un efecto devastador, tanto en las nuevas generaciones, como en aquellas que pertenecieron al Ejército. El “sálvese quien pueda”, propio de una milicia desorganizada, corrió como reguero de pólvora, impidiendo presentar con coherencia los argumentos propios, los que sin duda además se ven limitados ante cualquier amenaza de carácter político-económico, en temas de presupuestos anuales, ascensos, etc. Sin ir más lejos, hace poco tiempo atrás el funcionario que ejerce el cargo de Intendente de la Región Metropolitana, lanzó fuertes ofensas a los Oficiales Superiores del Ejercito, cual cazador que dispara a la bandada. El temor, la vergüenza ante hechos que no debieron ocurrir y la ausencia de un liderazgo claro en estos temas, hacen aparecer hoy que los valientes soldados se escabullan como pueden de la buena puntería de sus cazadores.

Tenemos el dolor legítimo de los parientes de víctimas de abusos por una parte y por otro lado el excelente negocio de los derechos humanos, utilizados como herramienta política, con toda la astucia y sagacidad del que sabe que tiene a la presa a su arbitrio, que deja un buen dividendo electoral, que es políticamente correcta y que nos lleva a “conocer la verdad y a aplicar la justicia” por parte de los mismos idealistas ¡venceremos!, que violentaron a la Patria toda… negocio redondo.

¿Y el dolor de los torturados que recibían tormentos que ya los hubiera querido conocer el antiguo inquisidor español? Si los hubo, y sin duda los hubo, que la justicia actúe, sin sed de venganza ni de solapada odiosidad, sin hacer inentendible lo jurídicamente conocido en la legislación de los países modernos. Si se hace justicia con odio rastrero, el resultado será el mismo que tuvieron aquellos jóvenes idealistas de los inicios de los 70, y el nunca, nunca jamás de los jamases, será solo un eufemismo, pues la marca quedará como herida infectada, sin cicatrizar y atizada por la persecución, el ánimo perenne de desprestigio y el odio larvado.

Hoy nos encontramos ante un crudo informe sobre violaciones a derechos humanos; hace cabeza de este estudio, un obispo de la Iglesia Católica sucesor de los apóstoles. En dicho informe se dan por aceptadas acusaciones gravísimas. Mi Iglesia, nuestra Iglesia, aparece encabezando este estudio, que da para todo, válido o no, con pruebas o sin ellas: ya está puesto en la sociedad chilena, y de alguna manera avalado por un pastor. La alta autoridad moral de quienes nos guían en la fe, sirve a los fines de muchos que ni siquiera tienen una pizca de ella. Ahora yo quisiera entender que una buena forma de acercarlos a Dios es a través de esto; si es así, bienvenido sea este específico fin, pues lo que yo más observo en el actual proyecto socialista es agnosticismo y valores muy débiles frente al concepto de unidad familiar, falta de respeto al ser que habita en el seno materno y astuto aprovechamiento de la fe para fines políticos.

Hace pocas semanas, un capellán militar nos decía en su homilía dominical, que sólo observaba cuatro oficiales asistiendo a la Santa Misa, en circunstancias que a sólo pocos metros vivían cientos de ellos. Bueno, en fin, son sólo militares, lo importante son las almas de aquellos que fueron agraviados. ¿Cómo recuperar una fe profunda y sincera de miles de hombres de armas? Antes de las batallas de Chorrillos y Miraflores, miles de soldados, rodilla en tierra, recibían la bendición del presbítero Ruperto Marchant Pereira, para que el Dios de los ejércitos los protegiera en el combate. Eso hoy ya ni pensarlo.

El proyecto socialista chingado, está recuperado, luce una cirugía estética admirable, el viejo enemigo imperialista, es hoy un aliado de primer orden y no veo ninguna calle rayada con el conocido: ¡Gringo go home! No sabemos qué nos depara el futuro; seguro sí, que el tema de las violaciones a los derechos humanos, no termina ni hoy, ni los próximos años. Sería una torpeza mayúscula terminar con algo que da buenos dividendos. El proyecto socialista tiene en los derechos humanos, un buen aliado, con una mano soba el lomo de las FFAA y con la otra golpea bajo el cinturón, de distintas maneras, unas visibles, otras no tanto.

En otro orden de cosas, ¿qué hay respecto de los miles de civiles que trabajaron junto a las FFAA durante el Gobierno Militar? (vulgar dictadura, para que suene mejor en el ambiente) ¿qué responsabilidad pueden tener ellos en los temas que comento? Seamos honestos, el poder era ejercido principalmente por uniformados. En este contexto, los miles de hombres y mujeres que estuvieron con nosotros, llenos de entusiasmo y patriotismo, deben quedar por completo al margen de cualquier cuestionamiento. Seamos hombres de valor en esto y, agradezcamos con respeto el apoyo de cientos de miles de chilenos que estuvieron con nosotros y que aún nos quieren bien pese a la parafernalia de la propaganda. Es más, ante ellos, y sólo ante ellos, es que nos debemos disculpar por nuestros errores y omisiones que cada uno puede haber cometido. Yo lo hago en este mismo acto.

No sabemos cuánto durará el proyecto socialista y, su término próximo o lejano no asegura pacificación, equilibrio o justicia. Si sabemos que el socialismo tiene una vigorosa candidata. ¿Qué piensa ella? No he podido descubrirlo, sí sé que construyó buena parte de su andamiaje electoral ejerciendo el cargo de Ministra de Defensa Nacional y recibiendo el tradicional respeto, honores y homenajes de los grandes planificadores de la tortura. Cada día aparecerán nuevos argumentos, nuevas vetas, más aprovechamiento del dolor de unos y de otros, el negocio de la politiquilla es así.

El fin justifica los medios, repitió Lenin. El buen discípulo es aquel que es mejor que su maestro.

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