
Cartas
Sábado 06 de Febrero de 2010
Señor Director:
Como revela la lectura de René Girard, la violencia entre seres humanos siempre podrá ser entendida en forma sacrificial e interpretada después según intereses políticos, identificando a un bando con las "víctimas inocentes" y al bando adversario con los "victimarios". Tal interés surge por la razón de que la posición de la víctima inocente se hace parte de lo sagrado y resulta incuestionable, lo que cubre al bando político identificado con ella de supremacía moral, haciéndolos "buenos" y a sus adversarios, "malos", no acabando así con la violencia potencial.
El Museo de la Memoria, comentado por el señor Viera-Gallo en su columna del jueves pasado, adolece de un olvido memorable al no atreverse a indagar en las raíces y formas del odio que desató la violencia mucho antes de 1973, y de un relato y una gestación que hacen pensar en un interés político por parte de la Concertación en ganar la legitimidad sacrificial de las víctimas. Tales defectos hacen que haya mucho camino que recorrer hasta un "nunca más", que es un perdón sincero e incuestionable dirigido a las raíces de la violencia política en Chile, y no a una variedad de sus retorcidos frutos.
PABLO ORTÚZAR MADRID
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