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domingo, 14 de marzo de 2010

A TODA MARCHA


Luis Larraín
El Mercurio.

Domingo 14 de Marzo de 2010

Es la hora de las ilusiones. Sebastián Piñera proclama una nueva transición para Chile, la transición del futuro, que le permitirá a nuestro país alcanzar el desarrollo con igualdad de oportunidades y sin pobreza.

Es bueno soñar con ese país mejor para todos, es positivo que haya en el nuevo equipo de gobierno entusiasmo, fervor. ¡Hay tanto que hacer! Empieza a notarse en las nuevas autoridades ese sentido de urgencia. La reconstrucción, ha dicho Piñera, tiene que ir más allá de lo material, y apeló al temple de los chilenos que históricamente han sabido sobreponerse a la adversidad. El país y el gobierno se encuentran a toda marcha.

Parece providencial, hay que decirlo, que el terremoto nos haya encontrado con un tipo como Piñera encabezando el gobierno. Su energía es impresionante, está aquí y está allá, siempre con su equipo, escuchando a la gente, dando instrucciones, pidiendo informes. Ello ya marca un contraste importante con la forma como el gobierno saliente enfrentó la catástrofe.

Si bien hay que reconocerle a la ex Presidenta su decisión de estar junto a la gente en todo momento, acompañando y apoyando, la diferencia de estilos es muy evidente. Aquí no hay "segundos pisos" cuidándole las espaldas al Presidente. No hay "diseños comunicacionales" que destaquen sólo la figura del Presidente, desprovisto de colaboradores que pudieran hacerle sombra. No hay ministros fantasmas. Con Piñera, los equipos están a su lado, trabajando en lo suyo y nadie piensa que pudiera quitarle protagonismo al Presidente. Él se impone por su propio peso.

El nuevo gobierno ha iniciado así con fuerza y convicción su mandato. Ha añadido a su tarea original de cambiar Chile, para llevarlo al desarrollo, la de reconstruirlo después del terremoto.

Pero, ¿seguirá siendo todo tan ideal? ¿Será cierta tanta maravilla? ¿Cuáles son los riesgos? Aventuramos algunos:

Piñera no debe caer en la tentación de hacerlo todo él. Debe empoderar a sus ministros, subsecretarios, intendentes y jefes de servicios, de modo que sean ellos quienes estén en los detalles. Debe respetar los protocolos y dejar actuar a los técnicos; como debe ser en los países desarrollados. Esto es especialmente cierto en la etapa de la reconstrucción. Si tiene un equipo de lujo, que lo use. No creemos que este riesgo exista por los temores de Piñera o su entorno de que éste sea opacado por otras figuras, como parece ser el caso del gobierno anterior. Aquí el problema es distinto: la increíble capacidad del Presidente para entender cada problema y adentrarse en las soluciones le puede jugar una mala pasada. No puede estar en todas, no puede chutear el tiro de esquina y cabecearlo él.

Piñera debe integrar al mundo político a su tarea. Partiendo por casa. Sus iniciativas deben contar con el aporte de la UDI y Renovación Nacional en el ámbito legislativo y en el de la participación ciudadana. Esta vez el desafío es para sus ministros. La tentación de la tecnocracia será grande: tanta gente capaz, tanta capacidad de diagnóstico y de idear soluciones para los problemas. El tema es que hay que mantener un cable a tierra, debe tenerse la sensibilidad suficiente para captar lo que la gente quiere, lo que los chilenos están pensando. Los cabildos son en ese sentido una buena idea que hay que perfeccionar.

También debe incorporar a la oposición. Su llamado a la unidad nacional tiene ahora un sentido y será muy difícil para los dirigentes de la Concertación negarle la sal y el agua en esta etapa de reconstrucción del país. Sería un suicidio político. Se pondrá a prueba aquí la habilidad del gobierno para llegar a acuerdos, para convencer a la oposición de que es insensato oponerse a sus iniciativas. Utilizando el lenguaje que tanto les gustaba, la Concertación tendrá que salir al pizarrón ahora si empieza a obstaculizar la labor del gobierno.

Por último, el gobierno y Sebastián Piñera tienen que jugar su capital político en esta instancia. Sus soluciones y propuestas deben ser audaces, consistentes con el objetivo de la nueva transición. Nada de medias tintas, ¡a toda marcha!




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