


Esta es la primera carta testimonial de nuestro Miembro de Número del Instituto Chileno de Investigaciones Genealógicas Omar Enrique Molina, desde su destruida Curicó, al que le he agradecido apenas la recibí, adhiriéndome en su sentimiento, y expresándole que su relato es una página para la historia curicana, no en su calidad de testigo presencial, sino de protagonista, la que me he permitido enviar a muchos amigos y conocidos de Chile y del extranjero, como lo sigo haciendo ahora, y de inmediato lo haré con una que acabo de recibir.
Isidoro Vázquez de Acuña
Saludos y noticias del terremoto en Curicó
Queridos amigos:
Gracias a Dios, estamos vivos y en pie con nuestras propiedades, la mayoría de los vecinos de Curicó ubicados detrás del cerro Condell, en el barrio de la Avenida España.
No obstante, el resto de los vecinos, y el centro de la ciudad (planta primitiva de Curicó, que data de 1747) está completamente destruida. Si bien es cierto, la mayoría de ustedes habrá visto reiteradamente por televisión, o por las multiples páginas de internet, informes, imágenes, etc. para nosotros que recién ayer a las 20 horas logramos conectarnos al país, con electricidad, agua e internet, podemos ver por primera vez, la magnitud de la catástrofe y, sabemos de los muertos y heridos, una pérdida irreparable, y del sufrimiento de los enfermos del hospital, ver que está completamente rajado por la mitad y con desplome, saber de los enfermos graves en camilla, mojados, con frío en la madrugada, niños y adultos desorientados, y enfrentar sin temor a equivocarme una de las realidades más vergonzosas en 267 años de historia, que es el zaqueo de propiedades y comercio. La especulación en los precios de los alimentos y artículos básicos, el pan, el agua, algo que diariamente es habitual y no valoramos, y que tampoco procuramos guardar para prevenir y hasta hace pocas horas no teníamos.
Todos, desde los más poderosos a los más pobres conectados a una sola radio local, que perdió su edificación y que transmite desde la calle. La voz en la oscuridad de nuestro alcalde, que subieron al cerro y a las 4 de la madrugada nos habló a todos por radio y comenzó a organizar el rescate y limpieza de la ciudad, y nuestro vicario episcopal que desde las 5 de la mañana de ese día nos apoya con palabras de aliento.
Estuvimos 41 horas unidos por la radio bajo una misma voz, que nos entregaba los detalles que ustedes conocen por la televisión, y que el dolor nuestro era compartido desde Santiago al sur, y sabíamos del sufrimiento de nuestros vecinos de la costa, pero sin dimensionar su real magnitud.
En pocas palabras y sin ánimo de alarmar, puedo señalar que nuestra en las calles, es horroroso, algo inédito, sin precedentes, si revisamos las crónicas de la ciudad, no existe noticia, informe, carta desde el periodo colonial y republicano, que señale una destrucción masiva, lo que está en pie, está severamente dañado, no tenemos iglesias, edificios públicos solo la municipalidad, unos pocos bancos, las propiedades particulares, tanto de albañilería reforzada como de adobe, quincha, con teja o techo de pizarreño o zinc, están con severos daños, hay sectores en los que casas nuevas, se hundieron hasta 40 cm, muchas casas de adobe en el centro se desplazaron hasta 15 cm sobre sus sillares de piedra, otras parecen rompecabezas de grietas. En fin, no quiero seguir describiendo la destrucción material, pero si bien es cierto, y desde una profunda orientación cristiana y católica, lo material es reconstruible, en este caso el patrimonio o ya no existe, o tendrá que ser demolido, solo está en pie una construcción que data de 1759 que es el convento de San Francisco, nada mas, el resto va derecho a ser demolido.
El dolor más intenso es la muerte de personas y que siguen encontrando entre los escombros, lo material se puede reparar, arreglar, reconstruir, pero cuando la devastación es masiva, invade un sentimiento de dolor intenso, puesto que el referente material cargado de recuerdos personales, colectivos, de la vida doméstica y familiar, de cada vecino la ciudad, también se perdió. Se destruye parte de la identidad de una ciudad, y así nuestros vecinos del campo, pueblos aledaños que están en las mismas condiciones, y en la provincia de San Fernando, que ha sido poco conocido, su dolor y destrucción es similar.
Nuestros vecinos talquinos que fueron arrasados en el terremoto de diciembre de 1928, ahora están igual.
Creo que solo los chilenos de Valdivia y Chillán pueden entender la pena que nos acongoja, y en lo personal el dolor por el sufrimiento ajeno, más aún un sentimiento de incomodidad y de culpa, porque veo mi casa, mi cuerpo, y aparte de tener algunas pequeñas e insignificantes heridas, estoy vivo y en pie sin daños, puedo comer bajo techo, sentado a la mesa junto a mis padres y recibo cómodamente en el living a mis amistades, escribo ahora en un escritorio este correo para compartir mi dolor con ustedes, y he dormido en mi cama limpia, (sin tierra que abunda en el centro de la ciudad y aledaños), rodeado de comodidades, que mis vecinos de Curicó, hoy a 1 de marzo en un 70 % no tiene.
Ver que las personas a la hora de almuerzo o cena, comían en la calle rodeados de escombros de adobes, y familias con niños durmiendo en los jardines de sus casas, es horroroso.
Amigos, les pido perdón por mostrarme con una flaqueza y pobreza personal tan grande, frente a esta realidad que vivimos, pero creo que en la medida que se enfrente con la mayor objetividad, podremos salir adelante. Ayudados por el amor misericordioso de Dios, y siendo fuertes para ayudar al que está a nuestro lado.
Gracias por leer y un abrazo sincero para todos, esperando que para los que han sufrido los efectos de este terremoto se encuentren bien y más tranquilos.
Omar Enrique Molina C.
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