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Por Eric Villena D.
Se vivía Febrero de 1990, y el Régimen de las Fuerzas Armadas y de Orden, encabezado por el General Augusto Pinochet, se disponía en los próximos días, a hacer entrega de su gobierno, al electo Presidente Patricio Aylwin Azócar, como resultado del veredicto en las urnas del Plebiscito del Sí y el No, al que la “terrible dictadura fascista” se sometió, cumpliendo un itinerario que ellos mismos decidieron auto imponerse. No conozco precedentes en que un “supuesto dictador”, entregara voluntariamente sus bastones de mando a los políticos, a la democracia y hay políticos beneficiados que todavía no lo entienden.
Pinochet, como era su costumbre, el día 26 de Febrero de 1990, había regresado a su hogar después de una ardua jornada en La Moneda, que se había prolongada hasta cerca de las 22:00 horas. Luego de cenar junto a su familia, se mantuvo en su escritorio, estudiando materias relativas a la impecable entrega administrativa que haría del país, a través de sus diferentes Ministros que habían sido rigurosamente instruidos para estos efectos. Era cerca de la 01:00 hrs. de la madrugada, cuando decidió pasar al descanso, reposo que fue abruptamente interrumpido a las 03:34 hrs., por un sismo de gran envergadura.
En escasos minutos, el Presidente Pinochet ya estaba en pie, enterándose de lo que estaba ocurriendo en el país, y junto a su Ministro del Interior, Carlos Cáceres y del General Bruno Siebert, ministro de Obras Públicas, abordó el helicóptero presidencial, que como estaba siempre dispuesto, se encontraba con su tripulación de turno a disposición del Presidente. Eran las 04:12 hrs., cuando el helicóptero Puma, helicóptero presidencial, se elevó en dirección a la Región del Biobío. Desde la nave aérea, se producía el siguiente diálogo:
-¡Aló, José Toribio! ¿Cómo te encuentras?
-¡Bien Augusto! Dentro de todo, estamos bien. El Centro de Alerta de Tsunami del Pacífico, avisó al Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada, el inminente riesgo de maremoto en las costas siniestradas, información que ya recibió la ONEMI, y las Gobernaciones Marítimas. A través de ellas se entregó la alarma, así que te informo que la población costera se está refugiando en las alturas, para prever cualquiera eventualidad.
-¡Conforme! Nos mantendremos en contacto.
Mientras terminaba este enlace, el edecán de turno mantenía en línea al General Mathei, Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea.
-¡Aló, Fernando!
-¡Ordene mi General!
-¿Tiene a su personal y material de vuelo operativo, General?
-¡Está disponible el personal de servicio, y en 30 minutos más, estará operacional el total de la institución!
-¡Bien! Coordínese con la ONEMI y proceda de inmediato al traslado de agua, alimentación y ayuda médica a los lugares más afectados. Apoye al Vicecomandante en Jefe del Ejército, General Sinclair, para el traslado de 2 hospitales de campaña y del personal de tropa necesario para reforzar a los Intendentes, Comandantes en Jefe de las zonas en Estado de Emergencia, que requerirán más personal en apoyo de la civilidad.
-¡A su orden mi General!
A estas instrucciones se sumaron sucesivos enlaces con las autoridades de las Regiones afectadas, para tener el detalle de la crisis, disposiciones directas entregadas a los Generales y Almirantes Intendentes y Gobernadores militares en ejercicio.
Antes del mediodía, y constituido el Presidente Pinochet en los lugares más afectados, en contacto directo con la gente –como era su costumbre-, decretó el Estado de Catástrofe y para evitar saqueos y dar la seguridad pública necesaria; ese mismo día también, y a partir de las 18:00 hrs. y hasta las 09:00 hrs. del día siguiente, se dispuso un efectivo toque de queda que dio los resultados esperados.
Los planes de Emergencia funcionaron eficientemente, con rigurosidad y precisión militar. Los Intendentes, militares con permanencia y continuidad en sus cargos, interiorizados de la realidad existente en sus zonas jurisdiccionales, respaldados por su Presidente, y sin dualidad de funciones con otras autoridades, actuaron inmediatamente. La fuerza militar fue empleada no solamente como seguridad de la población, sino que en todo el apoyo y organización que pueden y están instruidos para entregar. No hubo víctimas a causa del tsunami por la alerta eficaz que se practicó. Las viviendas construidas durante el Régimen de las FF.AA. y de Orden, resistieron bien el sismo y sólo se lamentó los daños en edificaciones antiguas de carácter histórico y que ya habían tenido deterioros en terremotos anteriores. El gobierno del General Pinochet, adoptó las medidas necesarias al instante, y no 36 horas después. No hubo vandalismo, la ayuda a los damnificados, en alimentación, vestuario y asistencia médica, se produjo de forma oportuna y a todos los lugares devastados.
El Presidente Pinochet, en cadena nacional al país, a las 21:00 hrs. de ese mismo día, emocionado, pero sin llorar, anunciaba la reconstrucción nacional de la zona arrasada por este desastre natural, los recursos propios y extranjeros ya comprometidos para ello, con plazos y garantía del cumplimiento de un planificado y financiado itinerario.
¡En tan terribles circunstancias, qué tranquilidad para el pueblo de Chile, ser liderado por un Estadista de esa estatura, prestancia y eficiencia!
Titulares del pasquín “Fortín Mapocho”, publicados el día Domingo decían: “La naturaleza castiga al gobierno fascista de Pinochet”. “Gorilas armados con metralletas, impidieron que el pueblo, ante esta emergencia, se pudiera alimentar en almacenes, supermercados y justas expropiaciones a casas de los más ricos”.
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