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jueves, 23 de septiembre de 2010

Asi se manifiesta un Oficial del Ejército del General Don José de San Martín


Lee el discurso adjunto del Mayor Mercado, cuanta validez tiene en nuestro paìs. Si estimas tambièn enviaselo al vecino.

Lector: Vale la pensa leer este discurso y reflexionar sobre nuestra actitud con referencia a los presos políticos, que son nuestros conciudadanos, que lucharon no solo para cumplir órdenes, sino para servir a la Patria que juraron defender. Y nosotros formamos parte de la Patria que ellos defendieron y por ello estamos obligados a no abandonar a nuestros presos políticos. Excelente reflexión la del Mayor Mercado.
Eduardo Palacios Molina


Discurso de Pedro Rafael Mercado

Estimados camaradas:

Mi nombre es Pedro Rafael Mercado y soy un oficial Retirado del
Ejército Argentino. Constituye este un mensaje dirigido a mis
superiores, a mis pares y a mis subalternos. A todos me dirijo con el
respeto y la confianza de estar hablando con un padre, un hermano o un
amigo. Porque el uniforme que nos identifica se constituye en la
sangre espiritual que nos hace formar parte de la familia militar.
Seguramente te habrá sorprendido encontrar un grupo de mujeres
recordándote lo vivido en los años 70. No te apures a juzgarlas.
Quiero pedirte que las comprendas. Están desesperadas, y con justa
razón. Sus familiares y amigos, TUS CAMARADAS, están detenidos por
haber combatido al terrorismo marxista. Están presos por haber
cumplimentado las órdenes que oportunamente recibían por la cadena de
mandos. Ellos no eligieron entrar en guerra. No decidieron su puesto
de combate, ni seleccionaron los métodos a utilizar en la contienda.
Les tocó participar de un conflicto armado en cumplimiento de sus
obligaciones, al igual que hoy te toca a vos participar en misiones de
apoyo a la comunidad o en operaciones de mantenimiento de la paz.
Es el tiempo que te toca vivir. Son las responsabilidades que tienes
que asumir. Nadie te pregunta si quieres o no quieres participar. Es
la esencia de lo castrense. Es tu trabajo. Es tu vocación. Del mismo
modo, el tiempo histórico que les tocó vivir a los familiares y amigos
de estas señoras les hizo participar del conflicto bélico de los años
70. Su accionar se dio en el marco de la respuesta institucional. No
existió ninguna asociación ilícita. En tal caso, el ejército argentino
fue la asociación ilícita que configuró el pueblo argentino para
responder a la agresión terrorista. Esta es la verdad que todos
conocemos. Sí…que todos conocemos. Cualquiera sea nuestra jerarquía.
Por eso quiero pedirte que cuando pases ante estas mujeres, lo hagas
con el respeto de saber que son esposas y familiares de camaradas
caídos en manos del enemigo. Que necesitan tu afecto, tu contención y
la comprensión de su lucha. Si te hubiera tocado sufrir esta
situación, hoy tu esposa y tus hijos seguramente estarían haciendo el
mismo reclamo.
Te decía que se trata de caídos en manos del enemigo. Que no te quede
ninguna duda. Esto no se trata de justicia, como bien lo sabes. Se
trata de poder y de plata. Por la metodología usada para combatir al
terrorismo, ya fueron oportunamente juzgados quienes tomaron las
decisiones, como corresponde en la vida militar. Lo de hoy se trata de
venganza y de negocios.

Permíteme que te recuerde una anécdota de guerra. Seguramente la
conoces, porque pasó en la Guerra de Malvinas. Un joven teniente,
obligado a replegarse a posiciones en la retaguardia, debe dejar en el
campo de combate a uno de sus hombres, mal herido e imposibilitado de
continuar el movimiento por propios medios.¿Qué momento para el joven
oficial? Les había prometido a sus hombres que nunca los abandonaría…
sin embargo la situación lo superaba. Mirando a los ojos al herido,
mientras le dejaba agua, alimentos y municiones, en presencia de otros
asustados combatientes, le dijo: “Quédese tranquilo… aguante en el
puesto. Yo repliego al resto de la sección y muy pronto vuelvo por
usted. No tenga miedo… le doy mi palabra que no lo voy a dejar solo”.
Temblando de frío y de miedo, aquel hombre se aferró a su fusil, con
la confianza puesta en la promesa del teniente. “Vaya tranquilo… jefe…
yo aguantaré hasta su regreso”.Y la historia continúa. Gracias al
cielo, la masa de la sección completó el repliegue y a la mañana
siguiente estaban todos a salvo. El peligro había pasado, el infierno
de la muerte había quedado lejos y todos agradecían el estar vivos.
Una terrible lucha interna se adueñaba del jefe de sección. Recordaba
su promesa, pero aquella era opacada por el recuerdo de las
explosiones, los disparos, la sangre y los muertos. También pensaba en
su futuro y en su familia. En su razonamiento también influía otro
elemento. Su soldado abandonado había quedado mal herido. Lo más
lógico era pensar que hubiera muerto ¿Tenía sentido arriesgar su vida
por una simple promesa? Lo mejor sería preservarse para futuras
operaciones. Dos hombres de su sección lo sacaron de sus reflexiones.
“Jefe ¿cuando salimos a buscar a nuestro compañero? Las palabras de
sus hombres le sonaron como una cachetada en pleno rostro. Intentó
primero una explicación convincente: que ya nada podía hacerse, que
seguramente ya estaba muerto, que era conveniente preservar el poder
de combate para futuros enfrentamientos. “Pero le dimos nuestro
palabra”, fue la dura respuesta de sus soldados. “Usted le dio su
palabra”… “¿Cómo podremos volver a confiar en usted si ahora lo
dejamos abandonado?” La confianza de sus hombres… no lo había pensado
de esa manera. En última instancia, el valor de una fracción dependía
de su cohesión y esta descansaba en la confianza que el jefe inspiraba
en su gente. Si ella desaparecía… todo se venía abajo. Fueron estas
sencillas palabras de sus hombres las que hicieron de ese joven
oficial un héroe.
Porque sobreponiéndose al miedo, salió con algunos efectivos a cumplir
su promesa. Por supuesto que no fue fácil. Hubo que sortear peligros y
dificultades. Por momentos no encontraban el camino. Pero finalmente
llegaron y las palabras del herido le hicieron comprender a ese
teniente lo correcto de su decisión. “Gracias… jefe… yo sabía que
usted no me dejaría abandonado”… y los ojos del teniente se llenaron
de lágrimas y el pequeño gran jefe nunca estará suficientemente
agradecido a esos dos subalternos, que casi lo obligaron a asumir sus
responsabilidades.


Perdona que me haya extendido en este relato de guerra. Pero sirve
acabadamente para pintar la responsabilidad de todo subalterno en el
momento que nos toca vivir. Hoy los abandonados en el campo de combate
son los presos. Nuestros superiores necesitan, como el joven teniente
de nuestra historia, que los subalternos les recuerden la necesidad de
cumplir con la palabra de todo soldado, de ser fieles a quienes
todavía están esperando nuestro rescate… Los comandantes tienen que
comprender que la confianza se pierde sino cumplen con su
responsabilidad de trabajar por la liberación de los detenidos… y tú
tienes una grave responsabilidad en esta función.
Te dicen, sin entender nada de lo castrense, que con los militares del
presente no es la cosa. Que se trata de hacer justicia con los
impresentables genocidas del pasado. Que no se preocupen, que hay que
diferenciar al ejército de la dictadura del ejército de la democracia.
Pobrecitos…la ideología no les permite ver la realidad. Ya les pasó en
los 70 ¿Lo recuerdas? “Con vos no es la cosa, negro, entregate” le
dijeron los montoneros de Kunkel al soldado formoseño Hermindo Luna.
Con vos no hay problema, negro… es un conflicto con otros uniformados.
Quedate tranquilo, rendite, no te va a pasar nada… con vos no es la
cosa, dale, olvidate de todo, seguí tu vida, no pasa nada”.
“Acá no se rinde nadie, mierda”, fue la respuesta de aquel soldadito
conscripto que había aprendido cabalmente la esencia del soldado. El
ejército es uno e indivisible. Es el mismo ejército el que forjó la
independencia, el que derramó su sangre en el período de la
organización nacional, el que combatió en la guerra de la triple
alianza, el que defendió nuestros intereses contra el imperio del
Brasil, el que aseguró nuestras fronteras en la lucha contra el indio,
el que ofrendó su vida en el monte tucumano, el que luchó contra el
terrorismo en la jungla de cemento, el que sembró su sangre en la
turba malvinera, el que participa en las misiones de paz de la ONU, el
que brinda asistencia en tareas de apoyo a la comunidad… es el mismo y
único Ejército Argentino… del cual formamos parte indivisible todos
aquellos que recibimos de lo alto la vocación de soldados.
A mis superiores quiero decirles que comprendo acabadamente las
dificultades que padecen. El problema militar operativo que tienen que
resolver no es de fácil solución. Existe una voluntad opuesta
inteligente a la recuperación de nuestros camaradas detenidos. Todos
hemos aprendido que el objetivo de su libertad tiene que ser alcanzado
en el marco de la Constitución y las leyes. Y no tengo dudas de que
están haciendo todo lo que está a su alcance para dar solución al
principal problema que tiene la fuerza en el presente. No obstante,
como alimento espiritual para los momentos de dudas y vacilaciones,
quiero poner en sus manos un testimonio que duele hasta las entrañas.
Se trata de una carta que oportunamente le enviara el Teniente Coronel
Ibarzábal a su esposa e hijos, mientras estaba detenido en una cárcel
del pueblo.
“Sé que los he dejado en una situación difícil y mi amargura es no
saber como se las arreglan, ni poder hacer nada para ayudarlos. Hace
unos días he leído una revista deportiva en la que vi a nuestro
comandante presenciando el partido Boca-River. Te podrás imaginar, mi
querida Nelly, el dolor inmenso que ello me causó, pues yo tenía la
ilusión de que este señor destinara sus momentos, o parte de ellos, a
tratar de recuperar a los jefes que estamos en esta situación. Me
parece que su conciencia no le reprocha nada, pues seguramente debe
desconocer las más elementales normas de ejercicio del mando”.
Sé bien que no es este su caso. No tengo ninguna duda de que los
mandos actuales están empeñados a fondo en la recuperación de nuestros
camaradas. Pero tengan siempre presente las dificultades que
atraviesan los detenidos y sus familiares. Ellos los comprenden, pero
también les reclaman que no bajen los brazos. Que Dios ha querido que
sean ustedes, los conductores de la fuerza, los que más
responsabilidades tengan en la solución de esta problemática militar.
A mis compañeros y subalternos, les recuerdo el valor del testimonio.
No dejes que pase un solo día sin recordar a los detenidos. Cuando te
coloques la mochila para iniciar un ejercicio, cuando inicies una
guardia, cuando brindes una clase, cuando tomes un servicio, cuando
estés con tus seres queridos en el calor de tu hogar, cuando eleves a
Dios una plegaria al iniciar cada jornada. En todo momento no te
olvides de los detenidos. Ellos cuentan contigo. Si saben de tu
testimonio… eso sólo los reconforta.
“Vaya tranquilo, jefe, yo aguantaré hasta su regreso”, decía el
combatiente malvinero que quedó abandonado en campo enemigo. El mismo
mensaje repiten todos los días nuestros camaradas detenidos. Al igual
que Larrabure e Ibarzábal, ya han sido 112 los combatientes que
murieron en cautiverio, soñando el ansiado rescate. Muchos otros
continúan sobreviviendo en sus celdas, confiados en la palabra de sus
jefes, esperando que su glorioso ejército, con la fuerza de la
Constitución Nacional, muy pronto alcance el objetivo estratégico de
su libertad. Y ese día SERA JUSTICIA.
Pedro Rafael Mercado
My (R)
DNI: 18046597

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