En su caída libre, Bonafini y Carlotto pueden arrastrar a CFK

Por Guillermo Cherashny para el Informador Público

El escándalo Schoklender-Bonafini se ramifica día a día, por ejemplo, con la aparición de revelaciones anticipadas por este medio sobre viajes del Cessna Citation de Meldorek a la Triple Frontera y otras zonas calientes del narcotráfico. Muy significativa es la novedad de que Eduardo Barcesat, abogado de las Madres, viendo que la noche se les viene encima, empezó a descargar responsabilidad por la corrupción en Julio De Vido, José López y Luis Bontempo, los tres de trato directo con Sergio Schoklender. La ausencia de todo control sobre los fondos entregados por parte de los nombrados no dejaría dudas acerca de que el apoderado era sólo una pieza en engranaje de lavado y retorno del dinero a la cúpula de Planificación Federal, que le reportaba directamente a Néstor Kirchner y, a partir de la muerte de éste, a la Presidente. Todo configura una obviedad: que el parricida “robaba para la corona” y que gran parte de los 765 millones de pesos entregados para construir viviendas no sólo no se controlaron, sin que sólo Dios sabe cuántas viviendas se terminarán de las 5.600 programadas. Parte importante de esta millonada habría circulado entonces por los bolsillos de Kirchner, De Vido Schoklender y Caparrós Gómez, el gran “cambiacheques” de la corrupción oficial.


Fin de fiesta
También se oscurece la situación de Estela de Carlotto, odiada por Bonafini y falsa abuela de Plaza de Mayo, ya que no es madre de desaparecidos sino de una hija asesinada cuyo cuerpo le devolvieron. La sorpresiva determinación de los hermanos Noble Herrera de permitir el cotejo de su ADN con todo el Banco Nacional de Datos Genéticos se encamina a demostrar en forma indubitable que no son hijos de desaparecidos. Cuando esto se compruebe, la persecución carlottense por diez años contra dos víctimas inocentes que sufrieron la ira combinada del kirchnerismo y de los organismos de derechos humanos podría colocar a la jefa de las abuelas en una posición insostenible. Hoy por hoy, Carlotto S.A. está integrada por la falsa abuela, sus dos hijos varones y su hija mujer, que gerencian un pool de empleos públicos y financiación diversa nacional, provincial y municipal. En este torrente de dinero, sigue sin aclararse el destino sufrido en el 2002 por un millón y medio de pesos que Carlotto coadministraba en la Comisión Provincial de la Memoria de Buenos Aires.

Por su parte, Cristina Fernández comparte con Carlotto el atribuirse una condición de heroína contra la dictadura, cosa que nunca fue. En realidad, como señala Luis Majul en su libro “El y Ella”, se trató del matrimonio más corrupto de la política argentina a lo largo de toda su historia.

De esta tragicomedia también participan las encuestadoras de opinión que, por contratos de 500.000 pesos que les paga el ANSES, inventaron el “Cristina ya ganó”. Una estrategia que día a día se está evidenciando como una falsificación de la opinión pública. En los últimos días, muchos encuestadores empezaron a sostener que habrá segunda vuelta el 23 de octubre. Pero también aparece una variante nueva de la acción psicológica oficial: afirmar, a más de cuatro meses del acto electoral, que CFK le gana a cualquiera en segunda vuelta.

Estas carísimas encuestas de 500.000 pesos se negocian en la ANSES de acuerdo al margen de independencia que tiene cada consultora. En el caso de la Capital, como ya no pueden ocultar que Macri ronda el 40% de intención de voto, dicen que, pese a todo, Cristina tiene 50% de imagen positiva entre los porteños. Pero no pueden explicar cómo Daniel Filmus apenas llega al 23% y sigue en caída. Tampoco podrían explicar lo que probablemente ocurrirá el 24 de julio en la elección provincial santafesina. Esto es, que Agustín Rossi entraría tercero. Y que, además, el 7 de agosto en Córdoba el kirchnerismo no competirá. Por ahora lo políticamente correcto es sostener que CFK gana en la segunda vuelta. Es probable que las cosas sigan así hasta que nos acerquemos a septiembre. Entonces, el clima el fin de fiesta y de cambio de ciclo, acompañado de fuertes señales de derrumbe económico, puede convertirse en hechos insoslayables. Claro está que la mayor parte de los encuestadores lo reconocerán sólo a último momento.
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