Por Jorge D’Amario Cané* para el Informador Público
Se dice con frecuencia por ahí, no siempre -o siempre- segundas partes fueron buenas.
Esperamos que el segundo mandato de Cristina Kirchner se haga por lo menos tolerable, porque el primero fue una rara mezcla de improvisación, locura y descontrol, planificada por Scarface y Napoleón, como en el tango de Discépolo.
La señora presidenta protagonizó, en su primer gobierno, la locura política más grande e inimaginable que todo ser político, insensato e inepto, pudiere protagonizar.
Desde pelearse con la Curia, siguiendo por la persecución loca a todos los miembros de las FFAA, como si todos hubieren sido responsables del infierno que vivimos, enfrentarse con Estados Unidos, con la Santa Sede, con el campo a causa del “yuyito” motivador de su infortunio, con los medios, con los multimedios y con todos los que estaban en el medio y no opinaban como ella -que debe ser una lumbrera pensando-, pasando por la mentira de la cancelación de la deuda externa, de la limpieza con piedra pómez de los 750 millones de dólares de Santa Cruz, y suma y sigue.
Realmente, a nadie se le hubiera ocurrido cometer tantos desaguisados juntos, ni siquiera con libretos escritos por Rasputín.
Ese fue el primer gobierno de Cristina Kirchner, engendro de la más negativa de las pócimas políticas que a nadie se le hubiera ocurrido preparar. Sin embargo, a esa locura, fuimos arrastrados todos los argentinos, ingenuos, dóciles cual corderito mamón, serviles, por así decirlo.
Porque si hay una razón sencilla, simple y centrada por la cual los argentinos nos vimos y nos seguiremos viendo envueltos en este maremágnum de idiotez y decadencia, es sólo por la realidad de que cualquiera puede ser presidente de la Argentina.
En verdad, no hay otra razón que justifique semejante barbaridad. O sí: escuchar los discursos de la señora presidenta que terminan siempre como Monimia en la obra de Otway The Orphan, la tragedia femenina que se convirtió en la forma dominante de la tragedia patética, llena de dolor y de lágrimas interminables, que comprendemos pero, ya pedimos basta. Le sugerimos que guarde lágrimas para más adelante.
Estos “peronistas” que tienen el tupé de decir que las administraciones de Néstor Kirchner y Cristina superaron a la realizada por Juan Domingo Perón, son los campeones de la discordia, de la enjundia intransigente, del arrebato sin control y de la enajenación sin retorno.
Porque el cambio para mal que produjo esta administración, es, por ejemplo que la Argentina crezca con gente que no trabaja (léase piqueteros), que la ciudadanía viva en permanente zozobra a causa de una inseguridad que el gobierno nacional no sabe, no puede o no quiere resolver de ninguna manera. ¿Qué hay de la vida de mujeres, niños y hombres que se perdieron en el infinito sin tenerse noticias de ellos nunca más? Me hace recordar a las explicaciones que daba un monje negro llamado Jorge Rafael Videla, cuando explicaba que en el país nadie era asesinado. Los que no estaban eran los que se habían ido por su propio deseo, por motus propio, se evaporaban… se fueron, decía con una cara digna de Satanás.
¿Y, qué hay de la tranquilidad necesaria y merecida que se le debe dar a todo ciudadano que se gana la vida trabajando y cuando vuelve a su casa, de noche y cansado, es asesinado en la puerta de su casa, por jóvenes y no tan jóvenes drogados hasta el cúbito que destruyen una vida de trabajo y dejan a una familia destrozada?
Es claro que, a la señora presidenta no le ocurre esto, porque no vuelve de madrugada, ni siquiera de noche en colectivo, o una pobre motocicleta comprada con algunos ahorritos; porque no vive en cercanías de una villa, porque no sale a comprar ni bizcochitos, porque no tiene niños que vayan a la escuela y no están seguros ni en los corredores que se inventaron gracias a la inseguridad, porque no hace cola para cobrar su sueldo ni siquiera visita un cajero para percibir su “magro” sueldo bajo el sol o la lluvia. La señora presidenta está en el limbo, que es ese divino lugar que está lejos de la dura realidad de cada habitante argentino que vive de su trabajo y está a merced de los asesinos, de los motochorros, de los aprovechados y peligrosos sujetos que se alimentan de las salideras bancarias; lejos de los policías corruptos, de los perros del atrevido y malévolo personaje de la AFIP, etc. etc. etc.
Ni hablar de las familias enteras que han quedado a merced de los delincuentes que ingresaron a sus casas, tomándolos como rehenes y amenazándolos con armas de fuego a ellos y a sus bebés, para que le entregaran lo que, a veces, ni siquiera tienen.
La inseguridad, la burla del gobierno para con los jubilados a los que se les prometió un dinero como “gratificación” por el fin de año y nadie lo vio, las mentiras permanentes de la señora presidenta que para faltar a la verdad también usa la cadena nacional y no se pone colorada, la infinita e incalificable corrupción que reina en el Poder Público entre sus propios funcionarios y ninguno va preso, los turbios negocios que se juegan entre bambalinas en el circo de la función pública de la cual participan nombres conocidos y ninguno paga impuestos como los kioscos, los barcitos al paso, los vendedores ambulantes que apenas ganan para una comida diaria… Todo esto es parte del desaguisado nacional que se esconde detrás de un discurso apasionado, unas lágrimas oportunas y un recuerdo para Él, que ya no está. Seguramente, Él, pese a todos sus desatinos, debe estar sufriendo, queriendo salir de donde está para parar esta orgía que sólo es posible en una republiqueta de cuarta a la que no han conducido a la Argentina ni los obreros, ni los maestros, ni los conductores de colectivos, ni los profesionales, ni los estudiantes, ni los jóvenes a los que se los engaña haciéndoles creer que esta es la forma de gobernar un país, ni los policías que se juegan la vida todos los días por dos pesos, ni los pilotos de aviones, ni nadie que trabaja.
A esta Argentina la han transformado en una republiqueta de cuarta, con un pueblo dividido y con clases sociales protegidas de toda protección, quienes viven de la política y se hacen los distraídos, quienes hacen de la política un negocio miserable y a quienes la Patria y la Bandera no les importan un bledo.
Total, hoy a los delincuentes los premian con cargos políticos. El resto que se embrome, para eso nació pobre, y vive y trabaja, como puede, en la Argentina.
* Director Periodístico de radiomercosur.com
viernes, 23 de diciembre de 2011
SI UD. TRABAJA Y ES ARGENTINO, EMBRÓMESE
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