DEL BLOG DE HERMÓGENES
jueves 5 de abril de 2012
Ni Tan Cerdos Ni Tan Tontos
Cuando el general (r) argentino Menéndez dice que los chilenos nos comportamos como unos "cerdos" durante la guerra de las Malvinas, hace un elogio inmerecido de los cerdos. Ese general fue siempre un tipo primitivo y odioso, además de que en Las Malvinas fue un desastre como general. Durante todo el período en que estuvimos al borde de la guerra con Argentina, entre 1978 y 1982, fue el sujeto más antichileno del país vecino, con una sola excepción, la de un gobernador sureño de la otra banda que se llamaba Néstor Kirchner, quien, pese a ser hijo de chilena (o tal vez por eso) se distinguía por la hostilidad extrema con que trataba a nuestros compatriotas residentes allá, que eran centenares de miles.
Cuando Argentina invadió las Malvinas, su Presidente, general Galtieri, habló desde los balcones de la Casa Rosada y entonces yo lo oí con absoluta claridad decir que se había dado "el primer paso en la recuperación del territorio insular argentino", lo cual no habría tenido mucho de particular si lo que él llamaba "territorio insular argentino" no hubiera sido chileno.
En recientes emisiones televisivas de filmaciones de la multitud que oía y vitoreaba a Galtieri en esa ocasión, he podido ver y oír a mi vez que parte de esa multitud coreaba un estribillo: "Teno... teno... teno... ahora los ingleses, luego los chilenos". Porque hasta el menos avisado de los cerdos chilenos y argentinos sabía que ese país se estaba aprontando para darnos un zarpazo. No costaba nada saberlo, porque a la altura de 1982 ya hacía años que habíamos estado al borde de la guerra entre ambos países, pues en Chile gobernaba un régimen que no estaba dispuesto a que privaran a Chile de "pedacitos más, pedacitos menos", como los de la Concertación, que dejaron que ilícitamente se nos privara de Laguna del Desierto, en un juicio amañado contra cuya sentencia el gobierno de Aylwin no fue siquiera capaz de interponer los recursos a que tenía derecho.
Todo había partido de que en 1977 el árbitro en el pleito sobre las islas del canal Beagle, que era Su Majestad Británica, había fallado a favor de nuestro país y declarado que las islas Picton, Nueva y Lennox eran chilenas; y que el curso del canal era el que decía Chile. Entonces, característicamente, Argentina declaró, por sí y ante sí, que dicho fallo era "insanablemente nulo". Es decir, desconoció el fallo, la legalidad internacional y la realidad de los hechos, porque las islas estaban en poder de Chile. Y mandaron a un almirante de opereta, Lami Dozo, vestido entero de blanco y en un avión pequeño blanco, a decirle a la Junta que se dejara de leseras y entregara las islas que nos había adjudicado el fallo o íbamos a ver.
Ahí se inició un período durante el cual Chile tenía la ley, la razón y una sentencia arbitral de su parte, y Argentina sólo esgrimía una amenaza de guerra de la suya, si es que no se le daba algo de lo cual el fallo arbitral la había privado. Con gran fanfarria enviaban miles de ataúdes al sur, pero un argentino amigo mío que estudiaba Economía acá me dijo que no me preocupara, que sólo era un negociado más de sus militares, que para eso eran muy hábiles.
En todo caso, fueron cuatro años de extrema tensión entre ambos países, pues los traidores que siempre ha habido en Chile habían conseguido, por razones políticas, la Enmienda Kennedy, del senador Ted Kennedy, la cual prohibía a los EE. UU. vender armamentos a nuestro país. Puede imaginarse el daño que ello representó para nuestras necesidades de defensa.
La guerra era inminente y el momento esperado del ataque argentino era cerca de la Navidad de 1978, en que ya la Armada de Chile había recibido la orden de abrir fuego si es que algún navío argentino se presentaba en aguas australes chilenas (véase la obra del almirante López Silva sobre esos momentos decisivos).
Yo era en esa época director del vespertino "La Segunda" y un día sábado crítico del estado de preguerra, en que el diario salía a mediodía (después "La Segunda" dejó de aparecer los sábados), recibí un llamado anónimo desde el Ministerio de Defensa, de una persona que me dijo más o menos lo siguiente (cito de memoria): "Soy un oficial de la Armada y no me puedo identificar, pero nuestro servicio de espionaje ha comprobado que el portaaviones y el resto de la flota argentina se han retirado de la zona austral y han puesto proa al norte, a pasar la Navidad en Puerto Belgrano. En este momento les estamos siguiendo el 'track'".
Yo no sabía lo que era el "track", pero titulé con la noticia y me anoté un poroto. El peligro de guerra había pasado. Para hacerlo posible intervino la Madre Naturaleza, que había sometido a la zona austral a temporales sin precedentes y los miles de marineros argentinos embarcados al sur de Puerto Madryn, después de vomitar varios días, habían resuelto "que no querían más guerra" y pusieron proa al norte.
Ahí se inició un período de equilibrio inestable que culminó cuando los argentinos, sin dejar de lado la opción de darnos después el zarpazo a nosotros, decidieron que era mucho más barato, en recursos y en vidas, apoderarse de las Malvinas, con lo cual revelaron creer que todos los ingleses eran como los laboristas y los dejarían hacer impunemente; y no tener idea de quién era Margaret Thatcher.
De modo que los propios argentinos, al dar ese paso, convirtieron a los ingleses en nuestros aliados naturales. Y los chilenos podremos ser cerdos (y lo somos bastante, pero menos que ellos) pero no tan tontos (si bien lo somos bastante y seguramente más que ellos), pero no llegamos al extremo de no darnos cuenta de quiénes son los que quieren quedarse con nuestro territorio y quiénes nos pueden ayudar a defenderlo. Y en este caso los argentinos eran de los primeros y los ingleses eran de los segundos, de modo que estuvimos discretamente pero ciento por ciento con estos últimos y los ayudamos en lo que pudimos, y recibimos bastante ayuda de ellos, sin que nos pillaran, hasta que, por diversas indiscreciones, tanto de ingleses como de chilenos que no saben callarse la boca, nos pillaron.
Lo importante, ya que nos pillaron, es que nuestros bienamados vecinos y hermanos argentinos, con los cuales tendremos amistad eterna y primero los Andes se convertirán en polvo antes de que peleemos y todo eso, tengan claro que si nos vuelven a querer hacer lo que nos quisieron hacer después de desconocer el fallo del Beagle, volveremos a hacer exactamente lo mismo que hicimos. Porque somos bastante cerdos, sí, pero menos que ellos; y si bien es una realidad, y por eso la reitero por segunda vez, que somos más tontos que ellos, no lo somos tanto como para que alguien que nos metió la mano en la faltriquera después pueda estar seguro de contar con todo nuestro apoyo y solidaridad.
Publicado por Hermógenes Pérez de Arce
jueves, 5 de abril de 2012
NI TAN CERDOS NI TAN TONTOS
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