EL TIRABUZÓN

By Carlos Manuel Acuña


Una vez más vamos a recurrir a un ejemplo aeronáutico que va más allá del Punto de No Retorno (que ya analizamos hace muy poco) y sirve para abordar la tremenda crisis que afecta a la ex República Argentina. Se trata del temible tirabuzón del cual se puede salir -si hay altura suficiente- mediante una centralización de los comandos, operación que no siempre da resultados, especialmente si se carece de la suficiente capacidad y la necesaria serenidad para enfrentar la coyuntura.

Obviamente, los distintos frentes abiertos por el gobierno han comenzado a cerrarse y en vez de encontrar soluciones, o al menos intentarlas, el oficialismo amplía los problemas, busca enemigos hasta donde no los hay y enfrenta resultados inevitables, tal como lo señaló hace unas horas un importante empresario, hombre de campo y analista político: “en política se puede hacer muchas cosas, menos no enfrentar las consecuencias o eludirlas como si no existieran o fortalecerlas concurrentemente”. Así lo señaló el ingeniero Enrique Gobbeé ante un grupo de personas preocupadas por el curso de los acontecimientos que ya tienen exteriorizaciones públicas, como sucede en distintos puntos del país. Así se refirió ante la posible reaparición de las “cuasi monedas” en distintas provincias, cuyos gobernadores no reciben los fondos del poder central y que éste reparte casi discrecionalmente. En Buenos Aires y Entre Ríos, por ejemplo, los proveedores reciben bonos provinciales para poder mantener el circuito de actividades que les permita sobrevivir y continuar sin cerrar las puertas. Todo indica que el problema tenderá a ampliarse, lo que se traduce, entre otros efectos, en versiones de toda naturaleza que llegan a especular con posibles corridas bancarias ante la eventual ampliación del “corralito” que ya impide el libre acceso a la adquisición de divisas, con todas las consecuencias que ello implica. La memoria se abate sobre el público y, como siempre sucede, se refleja de inmediato en el valor del dólar, cuya escalada no se puede dominar, lo que nos permite reiterar, de paso, aquello que afirma que el mercado es indominable.

Podríamos desplegar un amplio abanico de problemas que afectan a múltiples actividades y mencionar, por ejemplo, el trasfondo de algunos sucesos que, si bien son esperados por la opinión pública, irrumpen como noticia para distraer la atención, procedimiento que se profundiza mediante la aplastante cantidad de medios de información que posee el gobierno. El artilugio tampoco da resultado; se ha perdido la credibilidad y el discutido juez Oyarbide podrá detener a los hermanos Schoklender para reavivar el escándalo de la gran estafa con viviendas populares, pero el caso es que al recibir el respaldo de Hebe de Bonafini, a quien se desea resguardar, la gente advierte la maniobra distractiva y ésta sólo consigue acelerar la desconfianza. De allí que hablemos de un tirabuzón político que tiende a cerrarse más y más y adquirir niveles nunca vistos de un anárquico desorden en los grandes centros urbanos, especialmente en la Capital Federal, donde prácticamente quienes pueden, eluden la necesidad de concurrir al centro de la ciudad, abarrotado por quienes deben viajar por otros medios a raíz del paro de los subterráneos. Quieren trabajar pero están impedidos de hacerlo y los medios alternativos para ir a cumplir con sus obligaciones o regresar a sus hogares obligan a largas colas a las que nadie se acostumbra y modifica el escenario laboral, comercial o de cualquier otra naturaleza.

Las colas existen en todas partes. Ya nos referimos hace poco a la situación del Hospital Churruca por falta de presupuesto y ahora debemos insistir en que, además de los travestis, a quienes algunos compañeros los llaman irónicamente los “Siempre Libres”, de la decena de ascensores se logró hace unas horas poner en funcionamiento a uno de ellos, con la consiguiente cola y el esfuerzo por impedir que se atiborre por un público desesperado por subir pese al peligro de que ocurra un desastre. Para no salir de este tema, agregaremos que aumenta el número de comisarías que directamente no cubren los trabajos “de calle”, situación que profundiza (no “el modelo”) sino la inseguridad, que ya es realmente peligrosa y genera una atmósfera psicológica que produce severas alteraciones, aumenta el mal humor -fenómeno contagioso, como se sabe- e introduce la fundada inquietud acerca de si se mantendrá la fluidez en el pago de los sueldos, un asunto que en parte es determinante del inicio de una recesión que puede crecer geométricamente. Ya que estamos, invitamos a nuestros lectores a que mediten qué podría suceder si se levantara una ola que paralizara la corriente de los pagos de las compras en cuotas, que crecieron gracias a la política consumista desatada por el gobierno e implementada cuando ocurrieron las últimas elecciones.

Señalemos como al pasar que el Brasil cerró el ingreso de importantes exportaciones provenientes de la Argentina como respuesta a los inconvenientes presentados por el comercio exterior de nuestro país -controlado en los hechos y curiosamente por el funcionario encargado del comercio interior- y que coincidentemente, aunque por una cadena de motivos que permiten hablar de default y graves descalabros sociales que ya comenzaron. Las versiones de coimas, intentos de sobornos, o como se quiera llamar a estas anomalías, alcanzaron el nivel de gran papelón, como el ocurrido con el dragado del canal que debe efectuarse entre nuestro país y el Uruguay, un asunto que entre nosotros parece no repercutir, lo que también explica la escasa reacción que produjeron las cada vez más crecidas denuncias contra el vicepresidente Amado Boudou y otros funcionarios, que miran para otro lado.

Este rubro de la decadencia permitiría llenar páginas enteras, pero vamos a cerrar este informe del tirabuzón que, cada vez más cerrado, aprieta hasta frenar a los incorregibles optimistas que opinan de política o de cualquier otra cosa con la conclusión de que “aquí no pasará nada”, para mencionar los preparativos que se ajustan en el sector agropecuario para protestar por la situación por la que atraviesan los productores, especialmente en lo referido a la presión fiscal, que ya se muestra como insoportable. La cuestión de los impuestos siempre ha sido ríspida y motivadora de pronunciamientos políticos y así, en esta misma edición, lo explica el prestigioso productor y estudioso de todo lo que atañe al campo, Arturo Navarro, un dirigente del sector que tiene muchas cosas para decir y, entre ellas, como lo hace ahora, anunciar la tensión que las autoridades parece que no saben o no quieren ver. Más aún, aparecen iniciativas reformistas que no son desmentidas y que podrían derivar en la puesta en marcha de este anacronismo.

Como si esto fuese poco, grupetes de jóvenes militantes urbanos de La Cámpora, con una misión distinta a la de los garrotazos con que unos militantes rentados enfrentaron a productores en La Plata, se instalan en algunas ciudades y pueblos -especialmente en aquéllas que son cabeceras de partidos- para repartir dinero a necesitados, a quienes se acercan con ofertas poco claras -todavía sin garrotes- o para prometer reparaciones en escuelas rurales, una obligación que deben atender las autoridades centrales. Todo esto contribuye de manera muy efectiva al desorden general, a confundir la tarea de la seguridad local, que el conjunto de los problemas parece demostrar que se desea fomentar hasta generar un escenario vertiginoso y rupturista. Pero… ¿rupturista de qué…?

Carlos Manuel Acuña