DE CHILE INFORMA EDICIÓN
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Diputado Guillermo Teillier reconoce su
participación en cinco asesinatos
Escribe don Patricio Vildósola Formas
(Apodado por él mismo SEBASTIÁN LARRAIN)
Sería muy conveniente que así como los Ministros que llevan
los casos de Derechos Humanos, en nuestra Justicia, también
leyeran, además de la Novelas de Patricia Verdugo y otras, que
tanto han influido en juicios a Uniformados, los diarios.
Que lean en especial en el diario del pasado domingo, Domingo
de Resurrección para los Católicos, el reportaje del Diario La
Tercera, en su cuerpo "El Semanal,’’ que le hace a Guillermo
Teillier del Valle, texto de Juan Cristóbal Peña. En dicha entrevista reconoce que él estaba a
a cargo del departamento Relaciones con el "FPMR", que dependía de su
colectividad comunista, año 1980 y al ser consultado sobre el
atentado al General Augusto Pinochet Ugarte, él responde:
En dicha entrevista reconoce que él estaba a cargo del
departamento Relaciones con el "FPMR", que dependía de su
colectividad comunista, año 1980 y al ser consultado sobre el
atentado al General Augusto Pinochet Ugarte, él responde:
Sí por supuesto. Fue una decisión del Partido.
Una consulta a nuestro Poder Judicial,
¿Es válida esta declaración efectuada por un civil que
reconoce un atentado contra un ex Presidente de la República
y además Comandante en Jefe del Ejercito, para investigar este
caso como lo han sido con otros, pero a uniformados?
El que internó armas por Carrizal para matar
chilenos y causar la guerra civil
Teillier
Escribe don Ricardo Benavente
Creo que el colmo de la desvergüenza la ha marcado la
entrevista destacada del diario La Tercera Dominical al "Honorable" diputado Guillermo Teillier, con su aceptación
explicita de haber autorizado atentados hasta en contra del
Pdte. Pinochet, en donde al menos murieron 5 personas, el
haber internado las armas de Carrizal y otras "proezas" del
FPMR.
¡Qué pasa ahora con el Sr. Subsecretario Ubilla y su equipo de
DD.HH.!,
¿Lo perseguirá y dará cuenta a la Justicia, como lo hace con
los militares?
¿O al ser Diputado queda exento de responsabilidad penal? Creo que esto hay que destacarlo en Chile Informa y en donde
se pueda.
Entrevista al “jefe’’ comunista donde habla
sobre lo que todos sabían
Todos los políticos, de derecha e izquierda, conocen el pasado
terrorista de Guillermo Teiller, y los mismos se han hecho los
lesos por años de años.
Pero ahora, como estamos en campaña electoral, todos opinan
a favor o en contra de la entrevista que concedió este domingo
al diario La Tercera, donde confirma su pasado terrorista, que
todos los políticos conocen pero se hacen los sorprendidos
ante la prensa.
Esta es la entrevista de La Tercera.
Los años clandestinos de Teillier
En los 80, el diputado comunista fue jefe militar de su partido y
encargado de las relaciones con el FMR, que dependía de esta
colectividad.
Vivía de casa en casa, cambiando de identidad y apariencia, y
no vio a sus hijos en varios años. En esta entrevista, el hombre que entonces se hacía llamar
Sebastián Larraín, recuerda esa vida y sus funciones como jefe
del grupo subversivo que adoptó la lucha armada y los
atentados para combatir al régimen de Pinochet.
Por Juan Cristóbal Peña - 31/03/2013.
-¿Autorizó usted el atentado a Pinochet?
-Sí, por supuesto. Fue una decisión del partido.
-¿Y sabía cuándo y cómo ocurriría exactamente?
-No. Saber cosas operativas en detalle era complejo. Por
seguridad, no se podía saber todo. Sí tenía la idea de que
ocurriría en esos días. Me enteré por televisión, como la
mayoría de los chilenos.
-¿Dónde se encontraba usted esa tarde?
-En un departamento de Las Condes, solo, a dos o tres cuadras
de la casa de Pinochet.
El diputado Guillermo Teillier fue jefe militar del Partido
Comunista y, por tanto, supervisaba las acciones del Frente
Manuel Rodríguez (FMR).
Una especie de ministro de Defensa de una fuerza subversiva
que en los años 80, entre muchas otras operaciones que
pretendían desestabilizar el régimen militar, ejecutó el atentado
a Pinochet y la internación de arsenales por Carrizal Bajo.
Vivía casi siempre solo, de preferencia en el barrio alto de la
capital, con una identidad falsa y ocupaciones y apariencias
que iban variando.
Un tiempo era médico, luego empresario, profesor o
académico. Cualquier cosa menos lo que era: el hombre que coordinaba y
daba el visto bueno a las acciones subversivas más
connotadas de esos años.
Ese hombre está sentado ahora en la oficina desde la que
dirige el Partido Comunista.
Hunde una galleta en el café que tiene enfrente y dice que más
difícil que hablar de lo que hizo o no hizo en esos años, es
hablar de la relación con sus tres hijos, a quienes abandonó
para entregarse a una vida clandestina.
Prácticamente, no los vio crecer.
Sus tareas como jefe militar eran tan delicadas y riesgosas,
que “tenía que llevar una vida clandestina hasta dentro de mi
propio partido”.
-Nadie podía saber en lo que yo andaba -dice.
A mediados de 1974, mientras participaba de una reunión
política en Santiago, fue detenido por agentes de la Sifa, el
Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea.
Estuvo dos años preso y los primeros seis meses los pasó
esposado y vendado, bajo tormentos permanentes, en los
sótanos de la Academia de Guerra de la Aviación.
Años más tarde, en un libro testimonial escrito en tercera
persona, él narró lo ocurrido en esos primeros días, que fue la
tónica de los que siguieron; el recuerdo de esas sesiones de
tortura, en las que le ponían electricidad en los tobillos,
pantorrillas, tetillas, genitales y manos, y en las que sentía
como si miles de agujas lo atravesaran.
Al recuperar la libertad, no quiso salir del país.
Trabajó en una empresa constructora, se relacionó con la
madre de su tercer hijo y retomó vínculos políticos.
Eran los últimos días de 1977. Los dirigentes de la tercera directiva en la clandestinidad del
Partido Comunista habían sido detenidos y hechos
desaparecer.
Las cosas no podían estar peor, cuando le pidieron formar
parte de una nueva directiva.
El previno que mejor buscaran a otro, porque había estado
preso y lo tenían identificado.
De vuelta le dijeron que eso era una ventaja. Nadie sospecharía
de él.
Tiempo después, el partido decretó la política de Rebelión
Popular de Masas, que consideraba “todas las formas de lucha,
incluso las más agudas”.
El diseño apostaba a la caída del régimen mediante una fuerte
presión social, empujada por acciones armadas. Era 1980.
Aún faltaban tres años para que surgiera oficialmente el FPMR
y Guillermo Teillier, que entonces tenía 36 años y había entrado
por completo a la clandestinidad, era designado jefe de la
comisión militar del partido.
-¿Por qué lo eligen a usted?
-Siempre en el partido se hacen consultas, nunca se impone
una cosa, los dirigentes tratan de encontrar un acuerdo y
resulté elegido por la mayoría. Me dijeron: “Tienes que hacerte
cargo”. Y, bueno, me hice cargo.
-¿Tuvo instrucción militar en Cuba?
-No, yo nunca fui a Cuba a hacer instrucción militar. Nunca, ni
de seguridad ni de chequeo. Curiosamente, uno podría pensar
que sí. Yo estuve varias veces en Cuba, pero no para eso.
-¿No lo necesitaba como jefe militar?
-No, si me hubiera tocado combatir, me hubiera servido. Pero
todo eso, como decía Lenin, en el curso de la batalla tiene que
aprenderse. La dirección que hacía yo era política y mi trabajo era político,
no operativo.
Ahora, lo que sí estudié mucho es el tema de la estrategia,
táctica, insurrección.
En la Unión Soviética recibí algunas charlas, pero de gente del
partido nuestro que, a su vez, había tenido charlas allá.
Cosas de recuperación de experiencias de la vida clandestina,
de saber si uno estaba vigilado o no, de conocer los sistemas
de interferencias telefónicas.
Fue algo completamente informal, no algo riguroso, donde
estuviera encerrado por semanas.
Más aprendí acá.
-¿Andaba armado en esos años, diputado?
-No, jamás. ¿Quién sabía que yo era el encargado militar del
partido?
Si hubiera tenido un arma, habrían dicho: “Este está metido”.
No me servía de nada un arma.
El mismo día del golpe de Estado pasó por primera vez a la
clandestinidad. Vivía en Valdivia, donde era dirigente juvenil, y
los militares lo buscaban con avisos en los diarios y los
postes.
Por su bien, por el de su familia y el de sus compañeros de
partido, no podía aparecer por su casa y arriesgarse a ser
detenido.
En esos primeros años no vio a su familia más que un par de
veces.
En prisión estuvo aislado. Y, poco después de ser liberado,
volvió a desaparecer de la vida pública. Sus dos primeros hijos, un hombre y una mujer, bordeaban los
10 años. Su tercer hijo recién había nacido.
-Separarse de la familia, de los hijos, es complejo, más
complejo que cualquier otra cosa -dice Teillier-. Pero si usted
es un dirigente responsable, si le piden hacer un sacrificio de
esa naturaleza, claro que lo va a hacer, porque sabe que está
retribuyendo a otros que perdieron la vida.
Vivir en la clandestinidad significa renunciar por completo a la
vida real para adoptar una nueva que, en esencia, es ficticia.
Significa inventarse una profesión, una apariencia y un
nombre.
En el caso de Teillier, a veces usó su verdadera identidad y
otras una falsa, suplantada de un simpatizante del partido sin
figuración o derechamente inventada. Lo importante era
cambiarla con frecuencia.
Al comienzo fue José, Roberto y Fernando. Luego, Carlos y,
más tarde, Sebastián.
Sebastián Larraín.
Este último nombre surgió de manera fortuita.
Un día de mediados de los 80 llegó a pedir hora con un médico,
y cuando le preguntaron su nombre, él, que usaba cualquier
otro menos el de Guillermo Teillier, lo olvidó.
Entonces, sobre la marcha, tuvo la ocurrencia de inventarse el
de Sebastián Larraín.
El nombre le abrió puertas y en alguna oportunidad lo salvó de
algún control de tránsito. También le dio alegrías. No sólo a
Sebastián.
Cuenta Teillier que mientras se refugiaba en casa de una mujer
mayor del partido, ésta, que lo conocía por otro nombre, lo
sorprendió con una torta y vecinos del barrio que le cantaron el
Cumpleaños Feliz. En su oficina del Partido Comunista, Guillermo León Teillier del
Valle, 69 años, sonríe y dice:
-Es cierto, yo tenía varios cumpleaños al año.
-¿Cuáles eran sus funciones como jefe militar del partido?
-Yo era una especie de coordinador.
-¿Las principales acciones del FPMR pasaban por su
aprobación?
-El problema que teníamos ahí era de seguridad.
Ellos hacían una planificación general, pero no podían dar a
conocer las acciones.
En ese sentido, era bien difícil y compleja esa relación. No es
que ellos anduvieran por la libre, no, pero tenían cierta
autonomía dentro de un marco general.
Por ejemplo, si venía una protesta, ahí nos reuníamos para ver
qué podíamos hacer.
-¿Hubo acciones del FPMR que el partido no autorizó?
-De repente surgían situaciones que nos pillaban de sorpresa.
-¿Y el secuestro del hijo de Manuel Cruzat? (Gonzalo Cruzat
tenía 11 años cuando lo capturó el FPMR, en abril de 1984, lo
retuvieron cuatro días y lo liberaron luego de que su padre
pagara un millonario rescate). -Fueron cuestiones complicadas. Rápidamente, eso lo
desechamos de nuestra forma de actuar...
Ellos (en el FPMR) sabían que tenían que apegarse
estrictamente a una disciplina, tenían que hacer cosas
medidas, viendo el efecto que podían causar. La mayoría de las
cosas eran propagandísticas.
-¿Y los asaltos a bancos y financieras también eran aprobados
por el partido?
-Nosotros no hicimos asaltos a bancos, que yo recuerde.
A armerías sí, eso era aceptado.
Ese tipo de cosas son de cajón que las tenían que hacer.
Evidente.
También, asaltos a camiones con pollos que se repartían en
poblaciones.
Ahora, yo le quiero decir que el Frente actuaba con bastante
responsabilidad.
Lo que pasa es que acciones de este tipo traen consecuencias.
Hay pérdidas de vidas, riesgos, los que estaban metidos en eso
sabían en lo que estaban.
-¿A qué se refiere con que actuaban con responsabilidad? -Que ellos no se excedían. Cómo le dijera yo... no hacían
cuestiones desmedidas.
El Frente llegó a ser muy popular, si ellos le hubieran hecho
daño a la población, hubiera sido lo mismo que hacían los
milicos, que entraban a las poblaciones y le sacaban la cresta a
la gente.
Sí, es cierto que al Frente le dieron duro, le mataron mucha
gente, y el Frente respondió.
Si Guillermo Teillier jamás cayó detenido en los 80 fue porque
siguió rigurosamente las normas de clandestinidad.
Iba de una casa a otra, cambiando de identidad y apariencia,
sin salir más que lo justo y necesario.
Usaba bigotes, barba y hasta bisoñé.
Luego se rasuraba por completo.
El ahora diputado hacía todo eso y lo más importante: jamás
volvió de visita a la casa de su familia. Su primera esposa había
muerto de cáncer en 1978 y los dos hijos de ese matrimonio
quedaron viviendo con la madre del diputado.
Sólo una vez se reunió con su madre y su hija, en uno de los
andenes de la Estación Central. Fue un encuentro breve y no
se dijeron mucho. Y si se dijeron, Teillier no lo recuerda. -Una de las cosas que se aprende en la clandestinidad es a
olvidar. Usted sabe, por seguridad -dice.
Olvidar direcciones, teléfonos, nombres. Cuando se está en lo
que estaba el diputado, cualquier dato puede resultar
comprometedor, en caso de caer en manos de la policía
política.
La clandestinidad puede parecerse a la vida de retiro de un
monje. Claro que Teillier no estaba dedicado a rezar.
Leía documentos internos, escribía artículos y proclamas y
salía a reuniones con altos dirigentes del partido, acompañado
siempre por un chofer o enlace.
Además, “al menos una vez al mes”, se reunía con Raúl
Pellegrin.
El jefe máximo del FPMR ejercía un fuerte liderazgo en la
agrupación subversiva.
Pellegrin, que pasó su juventud en Cuba y allá recibió
entrenamiento militar, fue el encargado de organizar las
acciones operativas.
Su primer atentado fue un apagón nacional, luego siguieron los
asaltos armados y algunos secuestros.
Con los años, su capacidad operativa aumentó.
La internación de armas en Carrizal Bajo y la Operación Siglo
XX, cuyo objetivo era matar a Pinochet, fueron sus acciones de
mayor relevancia en 1986. El fracaso de éstas llevó a un proceso de revisión por parte del
PC y el intento de intervenir al FPMR.
Pellegrin se opuso y logró que La Habana les mantuviera el
apoyo.
Ya escindido del PC, el Frente Autónomo continuó por su
cuenta.
Raúl Pellegrin murió en Los Queñes, tras un asalto a la
comisaría del lugar fue capturado, junto a Cecilia Magni.
Sus cuerpos aparecieron flotando en un río, con huellas de
tortura, en octubre de 1988.
El FPMR terminó disolviéndose en los 90, tras asesinar al
senador Jaime Guzmán y secuestrar a Cristián Edwards.
En los años en que Teillier vivía en la clandestinidad, la
dirección del partido era lo más parecido a lo que se puede
llamar una familia, cuenta Teillier.
-¿Se deprimía, diputado?
-Yo no soy mucho de deprimirme.
Afortunadamente, sé cómo superar eso.
Claro, de repente venía la nostalgia, pero yo estaba obligado a
tener la moral en alto, la desmoralización es el peor enemigo de
un ejército, de los políticos. Si uno está en una dirección, no va a visitar con debilidad a un
compañero.
-¿En esos años tuvo pareja?
-No.
-¿Y vivía con temor a ser detenido?
-Yo sabía que podía caer, pero nunca andaba pensando en eso.
Yo sabía que tenía que cuidarme rigurosamente para no caer.
Además, tenía bastante confianza en el sistema de seguridad
que habíamos creado después de todas las caídas.
-Pero la gente del FPMR caía frecuentemente, y no poca gente
del partido.
-El Frente era más operativo, y usted sabe que a los partidos
los destruyen cuando echan abajo su dirección. Y aquí, pucha
que nos echaron abajo compañeros de dirección.
Si usted lee la cantidad que tenemos ahí -apunta a un afiche
que cuelga en la antesala de su oficina-, son como 400.
Entonces, el atentado a Pinochet es una réplica de lo que ellos
hicieron con nuestras direcciones. No es nada más que eso. Ellos atentaron contra la dirección del partido.
Bueno, entonces nosotros hacemos un atentado contra la
persona que ordenó esos atentados.
Hay que ponerse en la lógica que primaba en ese momento
para entender todos los actos que se hicieron. Si usted los
saca del marco, no se entiende.
-¿Justifica la violencia?
-Yo creo que la violencia es condenable porque conlleva
muertes. Pero el tema está en que cuando se aplica violencia
contra usted, no le queda otro camino que responder. Y a
nosotros, en dictadura nos pasó eso. O sea, nos dieron, nos
dieron, nos dieron. Hasta que dijimos basta.
***
Es martes al mediodía y el diputado Teillier está sentado tras el
escritorio de su oficina del Congreso Nacional. Muchas cosas han cambiado para él desde los días en que
vivía sumergido en la clandestinidad.
Volvió a reencontrarse con sus hijos, un proceso que “costó
mucho, porque van quedando cosas dentro sin resolver”.
Volvió a establecer una relación de pareja y, en definitiva,
volvió a ser el que había sido hasta antes de 1973.
Después de tres intentos, fue elegido diputado.
Y en estos días negocia con la Concertación los cupos al
Congreso de la próxima elección, además de un muy probable
apoyo a la candidatura de Bachelet, a cambio de participación
en un eventual gobierno. El hecho es inédito.
La histórica distancia de la Concertación con el Partido
Comunista obedece, en gran parte, a la política militar
emprendida por esta agrupación en los 80. Las diferencias se agudizaron con la internación de los
arsenales de Carrizal Bajo, en un hecho en que el diputado
reconoce participación directa, tanto en la compra como en el
traslado de varias toneladas de armas.
-Yo salí a pedir ayuda para desestabilizar definitivamente a la
dictadura -dice ahora.
Y dice que lejos de considerarlo un error, siquiera una derrota
definitiva de la política militar del partido, la internación de los
arsenales y el atentado a Pinochet “dejaron al descubierto las
debilidades de la dictadura” y “ayudaron a dar una salida
política”.
-Usted escucha a Ricardo Lagos, que dice que aquí derrotamos
a la dictadura con un lápiz y un papel. Mentira. Si no hubiera
existido todo este sacrificio del pueblo, de lucha, no habría
sido posible.
-¿Ha habido cinismo de la Concertación al respecto?
-Es que, por una parte, nos criticaban, pero en las
conversaciones con nosotros alentaban a que siguiéramos
adelante.
Ofrecían su colaboración porque sabían que les convenía a su
política.
Yo podría relatar conversaciones de la época, que no voy a
relatar por compromisos, que dejarían a muchas personas en
vergüenza.
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