miércoles, 16 de septiembre de 2009

DARWINISMO ELECTORAL


Gonzalo Rojas
Miércoles 16 de Septiembre de 2009

Ya que el precursor de buena parte del racismo contemporáneo se ha puesto de moda en Chile, quizás valga la pena usar uno de sus criterios fundamentales para entender la campaña electoral que recién comienza a nivel parlamentario.

Escribió Darwin que “cuando dos razas de hombres se encuentran, actúan exactamente como dos especies de animales: luchan una contra otra y se comen mutuamente… Pero luego viene la lucha más mortal, es decir, la de quien tiene la organización más apta o los instintos (o sea, la inteligencia en el hombre) más aptos para vencer”.

Al terminar el enfrentamiento de diciembre, los partidos expresarán en números sus victorias y derrotas: cuántos senadores, cuántos diputados, qué porcentajes, subimos aquí, bajamos allá… Y sus miradas parecerán confirmar la tesis darwiniana sobre la selección natural, que haría desaparecer a los individuos menos preparados y permitiría triunfar a los más aptos.

De algo serviría ese criterio de análisis si hoy un DC fuera un DC, si un UDI fuera un UDI, si un PS fuera un PS. Si las razas —perdón, señores candidatos— estuvieran de verdad agrupadas y distinguidas por colectividades. Pero nada de eso es así, ya que hoy existen muchos DC que son genuinos PS, y notables UDI que respiran PPD; mientras tanto, algunos socialistas parecen más bien liberales de RN.

Si alguien quiere utilizar las categorías darwinianas para analizar el resultado de diciembre, no deberá entonces guiarse por las líneas partidarias, sino por otros parámetros. Por ejemplo, podría preguntarse: ¿Ganaron los que se han sabido adaptar mejor a la banalidad del medio político chileno, o triunfaron los auténticos servidores públicos? ¿Fueron electos los más aptos en el oficio de mentir y robar, o lograron preferencias los veraces y austeros?

Porque ésa es la auténtica transversalidad de la política chilena: la de dos razas de especímenes electorales radicalmente distintos. Y aunque ambas luchan denodadamente por sobrevivir, una se ha ido imponiendo sistemáticamente a la otra. Incluso, varios de los realmente mejor dotados ya ni se interesan por entrar al escenario, temerosos del mordisco depredador.

Pero, ¿y hay que esperar hasta diciembre para contar y agrupar a los más aptos de uno u otro lado? No, sin duda que ese análisis puede anticiparse y usarse también como criterio para votar por unos u otros, con total independencia de los partidos a los que pertenezcan.

Sí, éstas son las primeras elecciones parlamentarias en la historia de Chile en que ser militante de aquí o de allá, ser independiente genuino o renunciado de trasnoche, da casi lo mismo. Las únicas razas vigentes son transversales a los partidos y a las listas: son las de quienes están en política para servirse o para servir.

Vaclav Havel, que de agustiniano tenía mucho y de darwiniano poco (y por eso triunfó), lo explicó claramente: “Es una batalla eterna y sin fin, librada por la gente buena (entre quienes me incluyo, más o menos, afirmaba él) contra la gente mala; por la gente honrada contra la gente deshonesta; por las personas que piensan en el mundo y en la eternidad, contra las personas que sólo piensan en sí mismas y en el momento. La lucha sucede en el interior de todos; es lo que hace que una persona sea persona, y la vida, vida”.

La vida personal de sus candidatos: eso es lo que los electores tienen a su disposición para saber a qué raza pertenece cada uno. De sus programas, poco y nada conocerán; de sus sonrisas, eternas pero enigmáticas, apenas deducirán uno que otro gramo de sus almas. ¿Y de los eslóganes? Líbrennos, por favor.

Pero de sus vidas, ah, de sus vidas sí que no se escapa ninguno. Y ahí puede cada elector reconocer a los verdaderamente aptos.




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