lunes, 21 de septiembre de 2009

HACIENDO MUTIS, POR HOY, DE ESE TEATRO


Pensaba haber escrito, aquí, la tercera parte de ese Teatro Mundial del Absurdo, sin salirme de este primer acto que se desarrolla en Honduras. Hay otros muchos actos, fuera de ese país, con un nivel de absurdidad tal vez más tremendo y de mayor extensión geográfica.
Anteriormente, en varios de mis artículos, había salido a escena la víctima de esta tragicomedia, el sufrido protagonista, todo un país, inocente como Desdémona, heroico como Antígona. ¡Pobre Honduras! Vinieron después dos de sus antagonistas, Mel Zelaya (con algo de Pagliaccio y mucho de Yago) y el señor Obama, de difícil clasificación. ¿Hamlet, siempre dudando entre el ser y el no ser -liberal o socialista-?, Saruman para algunos, Pierrot para otros. Y ahora debería entrar en escena el Coro, que nunca faltaba ni en las tragedias ni en las comedias de la antigua Grecia. Pero, ¿qué decir de este coro latinoamericano tan grotesco donde se mezclan la tragedia y la comedia? El Corifeo, el que dirige la danza y las palabras del coro, es, sin duda, Hugo Chávez, que en la Commedia dell’Arte italiana, acumularía varios personajes (Polichinela, Brighella, Dottore, Capitano…) y el Arlequín, con su traje multicolor, fiel servidor de ese Corifeo, es sin duda Insulza, el resbaloso y camaleónico jefe de una OEA, que cada vez se parece más a otro coro bufo.
Pero ¿merece perder tiempo y espacio con los integrantes de ese coro? ¿Para qué ocuparse de gente de sobra conocida y de sobra desprestigiada: Morales, Ortega, Correa, el ex-obispo Lugo, el ex-sacerdote D’Escoto, los esposos Kitchner… ¿Se puede esperar algo bueno de ellos? No sé. Tal vez cambien.
Así que aquí los abandono. Hago un giro y me voy lejos.
No sé por qué de pronto me vino a la memoria ese poeta ácrata y humorista por el que siempre he tenido una decidida simpatía: Nicanor Parra, hermano de aquella genial cantautora, Violeta, también antigua amiga de mis devociones musicales, a quien Dios haya perdonado sus errores, porque amó mucho y fue abandonada, porque cantó a la vida y al nacimiento de Cristo e ironizó con gracia de mucha cosas que lo merecían. De repente me acordé de Nicanor, de sus antipoemas, de sus “artefactos” y de cómo es un ejemplo de que las cosas de la vida no son tan simples en la realidad. No son como pretenden aquellos tristes individuos que todo quieren encajonarlo dentro de los estrechos límites de la derecha y la izquierda, o, peor, entre marxismo y anticomunismo.
Gente así nunca podría pensar ni entender que Nicanor Parra y el crítico literario “Ignacio Valente” se hicieran amigos. Pero lo cierto es que ocurrió. Los dos eran poetas, buenos poetas, los dos tenían sentido del humor y los dos, cada uno a su modo y con muy distintas visiones de la vida, son gente abierta a los que no piensan ni viven como ellos.
Nicanor Parra, con su “Obra Gruesa”, marcó una línea de antipoesía de la que salieron mal parados desde Sigmund Freud a Mao Tsé Tung. Una línea por donde circularían después muchos otros, entre ellos nuestro Roque Dalton. ¡Pobre Dalton! De haber vivido más tiempo, casi seguro que habría evolucionado, como Parra, desde el marxismo a cierto anarquismo selvático. “Ignacio Valente”, -sacerdote del Opus Dei- ironizó y escandalizó a los “progres” postconciliares con sus obras “Poemas Dogmáticos” y “Nuevos poemas dogmáticos”, firmados con su verdadero nombre: José Miguel Ibáñez Langlois. Distintos pero amigos.
No sé si Nicanor Parra sigue vivo todavía. Ibáñez creo que tiene un blog en Internet que no he consultado. Ninguna noticia me llega de Parra, pero en esta memorización de él, en este artículo, un poco despeinado y sin afeitar, como su estilo, surge de pronto uno de sus artefactos más irónicos: “la derecha y la izquierda unidas, jamás serán vencidas”.
A lo mejor podíamos tomárnoslo en serio, no en el estricto y siempre algo crispado terreno de los partidos de derechas e izquierdas, sino en el de un pacto de nación, donde estemos todos, también los de la sociedad civil verdadera, los que no militamos en ningún partido. Una unidad en lo esencial, para sacar adelante, todos unidos, los asuntos mas graves y acuciantes, como el de la defensa y promoción jurídica del matrimonio, la seguridad pública, la erradicación de la pobreza y una educación, mucho mas masiva y de mayor calidad, libre de intoxicaciones ideológicas, donde no se pierda ni deje de promoverse ninguna inteligencia, por escasa que sea su situación económica. Trabajar unidos, en fin, para hacer de nuestro país un ejemplo y modelo que sirva para muchos otros en la América hispana.


Luis Fernández Cuervo luchofcuervo@gmail.com




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