Lunes 05 de Julio de 2010
Reflexión sobre reflexiones
Señor Director:
Existen ciertas conductas humanas que resultan obvias de no ejecutar por los peligros que conllevan. Hay muchas. Quizás la mayormente mencionada es la de evitar introducir los dedos en un enchufe conectado a la electricidad. En el campo diplomático, una acción similar a la mencionada consiste en contradecir a mi buen y distinguido amigo José Miguel Barros. Abogado, diplomático de carrera, brillante embajador en Holanda, Perú, Francia y Estados Unidos. Defensor insigne de la posición de Chile en litigios internacionales. Además, un brillante historiador y con seguridad el chileno vivo que mejor conoce la trayectoria diplomática nacional. A todo lo anterior hay que añadir que es un contradictor de fuste. Pese a todo lo anterior, corro el riesgo.
En un interesante artículo publicado en Reportajes de su diario del día de ayer, José Miguel hace una especie de similitud entre la acción peruana de recurrir a la Corte Internacional de La Haya solicitando la modificación del límite marítimo con Chile con los requerimiento que Chile hizo al gobierno de Su Majestad Británica para solucionar las diferencias limítrofes con Argentina en la zona de Palena y en el Canal de Beagle, ello en su calidad de árbitro de acuerdo al Tratado de 1902.
Pienso que existe una diferencia fundamental que hace que la petición peruana cree entre los chilenos un justificado sentimiento negativo. En los casos mencionados localizados en nuestra frontera con Argentina siempre hubo una diferencia de criterio entre Buenos Aires y Santiago. Nunca uno dio validez cabal a la opinión del otro. Hubo una constante y permanente disputa, que incluso llevó a momentos diplomáticos en extremo serios. En el caso del Perú, por el contrario, existe una frontera reconocida en los hechos y en el derecho por más de cincuenta años. Es tal el nivel de aceptación común, que se llegó incluso a un acuerdo que permitía a los barcos pesqueros de ambos países una tolerancia de diez millas para ejercer su actividad al otro lado de la frontera. Es más, se consensuó construir dos monolitos en línea con el paralelo acordado como límite, uno cada país, para demarcar aquél, y cuyo propósito era servir de punto de referencia a los pescadores para desde el mar identificar la frontera marítima. Hasta ese extremo llegó el reconocimiento mutuo. Desgraciadamente, valga recordar, fruto de un fuerte temblor el monolito levantado por Perú se dañó y Lima alegó no tener dinero para reponerlo, por lo que decidió destruirlo completamente. Curioso.
No es fácil para un país aceptar con talante neutro que un vecino cuestione un asunto tan sustantivo como es la delimitación común cuando ésta ha sido reconocida y respetada por más de diez lustros, pese a la excusa que existe un instrumento jurídico que lo autoriza.
Demetrio Infante Figueroa
lunes, 5 de julio de 2010
CARTA: REFLEXIONES SOBRE REFLEXIONES
Etiquetas:
REFLEXIONES SOBRE REFLEXIONES
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario