lunes, 22 de septiembre de 2008

Deteriorado carácter nacional




Gonzalo Rojas Sánchez


Cargante tema el del carácter nacional. Cargante, porque se lo suele tratar a partir de encuestas que muestran tendencias en evolución (y entonces se queda en pura sociología estructural) y cargante también, porque si se lo analiza en ejemplos del día a día más cercano y grotesco, abre una vez más las heridas de nuestras carencias.
Tradicionalmente, han sido las escuelas matrices de las Fuerzas Armadas uno de los mejores ámbitos de formación del carácter. Pero ¿es carácter lo que manifestaba aquel cadete que de uniforme, a voz en cuello y a garabato limpio hablaba por celular en un bus interurbano repleto, planificando su carrete de las próximas horas, nada sano, por cierto?
En la concepción mistraliana, el colegio era el lugar en que los dedos del modelador debían ser a la vez firmes, suaves y amorosos para forjar la personalidad del alumno. ¿Fue manifestación de un carácter bien modelado el musical lanzamiento del jarro con agua?
Para Alberto Hurtado, el cometido de la familia era formar seres humanos en todo el sentido de la palabra, capacitándolos especialmente para constituir nuevos hogares. ¿Logran hoy expresar un carácter en proceso de maduración hacia la constitución de una familia, esos miles de pokemones y pelolais, de emos y punks, deshilachados e insustanciales?
Duele comprobarlo, pero se palpa en el ambiente: pocos están dispuestos a formar hoy el carácter de las personas bajo su responsabilidad. Pocos, muy pocos, aunque los hay.
Magnífica fue la reacción del empresario aquel que le advirtió por dos veces a un joven profesional a su cargo que ¡no bostezara de modo grotesco en reuniones importantes!... porque si no se concentraba, le iba a terminar el contrato; a la tercera, simplemente lo llamó y procedió al finiquito. El despedido, obviamente, no podía creerlo: nadie, nunca, jamás, le había formado el carácter.
Excelente fue la actitud de la profesora universitaria ésa que, ante la notificación de viaje al extranjero que le manifestaba el alumno de primer año, a una semana del Dieciocho, amablemente le comunicó que debía optar entre esas playas y este 1,0 en la prueba que quería cambiar de fecha. La cara de consternación del implicado reflejaba su banalidad frente a los compromisos.
Notable fue el padre de familia que, ante las reiteradas faltas de puntualidad de su hijo de 18 años respecto de los horarios convenidos de llegada nocturna, cariñosamente le manifestó que por cada hora de atraso, se esfumaba el 10% de la mesada. El jovenzuelo está ahora en menos 20%, pero va aprendiendo.
¿Son sólo gestos aislados, de extraños bichos chilensis? No, son actitudes que quizás se multiplican entre muchas personas anónimas y que así buscan imitar las vidas de dos compatriotas de carácter fuerte que recordamos por estos días, de ésos que nunca se conformaron con su propio modo de ser y que se esforzaron siempre por modificar para bien las tendencias que percibían en sí mismos y en otros: Miguel Kast y Jaime Eyzaguirre.
De la muerte de Kast se cumplieron 25 años el dieciocho recién pasado. Para Miguel siempre había una nueva tarea de bien público que emprender o alguna antigua que retomar; siempre de inmediato; y siempre donde se le necesitara, comentaba Jaime Guzmán en su funeral. Carácter de economista creativo, de conductor de jóvenes.
Y del fallecimiento de Jaime Eyzaguirre conmemorábamos 40 años justo el día antes, el 17. Jaime Eyzaguirre era generoso, sí, pero también podía ser muy violento y agresivo; podía ser cariñoso y afectivo, pero también podía ser sarcástico y cruelmente irónico; no cabe duda de que era caritativo y que el mandamiento del amor al prójimo constituía para él el supremo deber moral; pero en la polémica con algún opositor podía ser implacable y muchas veces procuraba, con pasión, no sólo refutar al otro sino destrozarlo y hundirlo. Él mismo tenía conciencia de sus reacciones paradojales y hacía un máximo esfuerzo por encontrar el equilibrio interno y la armonía del alma, escribía Ricardo Krebs sobre su amigo. Carácter de historiador convencido, de profesor comprometido.
De estructuras y tendencias, de porcentajes y de gráficos parece vivir el análisis de nuestro carácter nacional. Más valdría, quizás, que todas esas miradas se fundaran más bien en las biografías de mujeres y de hombres ejemplares que, desde sus propias imperfecciones, supieron modificar, dominar, conducir y entregar generosamente su personalidad.

No hay comentarios: