
Mientras el Metro de Santiago incluye en
cada estación el afiche con la siempre odiosa
cara del Che, aviso por el que se convoca a la
conmemoración en el Estadio Nacional de los 40
años de su muerte, el porcentaje de aprobación a
la Presidenta Bachelet baja al 35%. Y, nos
explican, esa debacle se debe en gran parte a la
violencia del 11 de septiembre pasado.
Obvio: Los que como Guevara han promovido
esa criminal actitud siempre terminan con el
verdadero pueblo en contra; y si la Presidenta
ciertamente no ha sido la promotora de la
violencia, al menos ha sido bajo su mandato
(¿mandato?) que Carabineros ha sido desautorizado
(y sus miembros, asesinados o vejados) y el
crimen político-social ha sido justificado bajo
el rótulo del derecho a manifestarse.
Pero el Che sigue en las estaciones del
Metro sin que la Presidenta exija su remoción de
los paneles; y lo ensalzarán en el Nacional, sin
que la Presidenta impida el acto. Obvio, es el
Che, es la mítica figura de la liberación y del
compromiso, es el intocable en la casta de los
revolucionarios, es el pasado de la mandataria,
hoy presente en románticos afiches publicitarios
y en estridentes poleras.
Pero, ¿fue el Che de verdad el liberador
comprometido? Ni de lejos. Álvaro Vargas Llosa lo
fusiló de nuevo con 10 tiros un par de años
atrás, dejando en claro que Guevara era
partidario del capitalismo de Estado, que maquinó
la colonización de Cuba por parte de la URSS, que
ayudó a arruinar la economía al distraer los
recursos hacia industrias que terminaron en el
fracaso y redujo a la mitad la cosecha de azúcar,
que obedeció a Moscú hasta que Moscú decidió
pedirle algo a cambio de masivas transferencias
de dinero a La Habana, que murió precisamente
debido a que no pudo 'conectarse' con los
campesinos, que todo su esfuerzo guerrillero
fracasó penosamente, que tenía el hábito de
apoderarse de la propiedad ajena, que ejecutó a
muchas personas inocentes con su columna durante
la última etapa de la lucha armada en Cuba, que
su visión de América Latina era en realidad
bastante borrosa, que predijo que Cuba superaría
el PIB per cápita de los Estados Unidos para el
año 1980...
Y también el 2005, Humberto Fontova en su
chispeante libro Fidel, el Tirano favorito de
Hollywood, especificó que fueron entre 568 y
1.897 las personas cuyas ejecuciones comandó
directamente el Che, sin que hubiera intento
alguno de su parte por ocultarlo, ni antes ni
después.
Ya anunciaba esa intención en sus
Diarios de Motocicleta, al afirmar que 'loco de
furia, impregnaré mi rifle de rojo mientras
destrozo a todo enemigo que caiga en mis manos;
me expando al oler la pólvora y la sangre; con
las muertes de mis enemigos me preparo para la
lucha sagrada y me uno al proletariado triunfante
con un grito bestial' (Ciertamente Refdford dejó
este pasaje fuera de la película).
Y ya en su madurez criminal, volverá a
fundamentar sus intenciones, con sentido
pedagógico: 'El Odio implacable hacia el enemigo
nos impele por encima y más allá de las naturales
limitaciones del hombre y nos transforma en una
efectiva, selecta y fría máquina de matar.' La
perspectiva de esta docencia era continental:
'Haremos en América, uno, diez, cien Vietnams'.
Chile recibió también altas dosis del
odio que trasmitía por sus correas de metal la
máquina guevarista. Miristas, socialistas y
comunistas, en ese orden, lo idolatraron más o
menos abiertamente y lo imitaron más o menos
eficazmente. De esas criminales acciones da
cuenta nuestro libro La agresión del Oso,
Intervención soviética y cubana en Chile. Y así
hasta hoy, hasta las portadas de Punto Final y de
El Siglo, hasta el acto del Nacional.
Sí, gracias a Chiledeportes y al Metro,
miles de chilenos acudirán al Estadio Nacional a
conmemorar la muerte de unos de los mayores
criminales de la historia de América. Y a la
salida ¿qué se puede esperar? No sabemos si
volarán las piedras; sí, por cierto, se diluirán
aún más las escasas adhesiones al Gobierno.
El Che volverá a ser el peor compañero de ruta posible.
Gonzalo Rojas Sánchez
martes, 21 de octubre de 2008
El Che, simplemente un criminal
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