viernes, 24 de octubre de 2008

“…Obedecer con prontitud y puntualidad las órdenes de mis superiores, …hasta rendir la vida si fuese necesario”.



Resistencia Nacionalista

“…Obedecer con prontitud y puntualidad las órdenes de mis superiores, …hasta rendir la vida si fuese necesario”.



En esta ocasión no voy a escribir mi columna como habitualmente lo hago, en atención a que he recibido de un oficial de Ejército procesado y próximo a entrar a cumplir condena, en el Penal que le dispongan los Tribunales de Justicia, el texto que a continuación transcribo y que me identifica plenamente en todo su contenido.

“La fortaleza de las Fuerzas Armadas, estriba en la disciplina rigurosa y en la obediencia inflexible a sus oficiales”.
La disciplina, así a secas, se define como “doctrina, instrucción de una persona, especialmente en lo moral”. También, como “observancia de las leyes y ordenamientos de una profesión o instituto. Tiene mayor uso referido a la milicia y a los estados eclesiásticos secular y regular”.

La profesión militar destaca como pilar fundamental de su organización y funcionamiento este concepto, que llevado a sus últimas consecuencias, exige de los miembros de las organizaciones uniformadas, el rendir la vida si fuese necesario, en defensa de la Patria, su misión fundamental, como lo destaca el Reglamento de Disciplina para las Fuerzas Armadas, en su artículo primero:

“El ejercicio de la profesión militar deriva de la necesidad que tiene el país de salvaguardar su vida institucional de toda amenaza interior o exterior y reside principalmente, en los sentimientos del honor y del deber de todos los que la profesan, sentimientos que desarrollados en forma consciente deben impulsar a todo militar de cualquier grado y jerarquía, hacia el estricto cumplimiento de todas sus obligaciones”.

En su artículo segundo señala: “Todo militar debe manifestarse siempre conforme con el sueldo que recibe y el empleo que ejerce”.

Es en virtud de estos principios disciplinarios, como se desarrolla la vida militar, el actuar de los militares y que es ratificado en un significativo Juramento que se hace frente a nuestro pabellón patrio, juramento que sigue vigente y que puntualiza en una de sus partes: “…Obedecer con prontitud y puntualidad las órdenes de mis superiores, …hasta rendir la vida si fuese necesario”.

Sólo entendiendo cabalmente el significado de ellos, puede entenderse la actuación de las FF.AA. el 11 de Septiembre de 1973 y durante los dieciséis y medio años del Régimen Militar, hasta el 11 de Marzo de 1990.

Durante dicho lapso, se desarrolló una guerra subversiva de parte de las organizaciones marxistas y en Chile el combate a la subversión pasó a ser cuestión de sobrevivencia. Esa réplica antisubversiva de parte de organizaciones militares, hubo de materializarse con organizaciones creadas por sus decretos leyes correspondientes, como lo fueron la Dirección de Inteligencia Nacional, la Central Nacional de Informaciones y la permanente Dirección de Inteligencia del Ejército. ¡La acción del terrorismo era un problema de Estado!

El personal que fue destinado desde las filas a estas organizaciones, que con medios del Estado tuvieron la obligación de combatirlos, no las integró por voluntad propia, ni siquiera sus Directores. Fue, para cada uno, una destinación más, en que se dio cumplimiento al artículo segundo, antes citado: “…debe manifestarse siempre conforme con el empleo que ejerce”.

Las formas de lucha antisubversiva son, evidentemente, muy diferentes a la guerra regular, que de hecho no existió. En este caso, se combate contra un enemigo que no cumple ley ni tratado internacional alguno, no usa uniforme ni armas en forma visible, no se atiene a regla alguna, se mimetiza con la población y golpea, con armas y bombas, en cualquier lugar, contra cualquier persona que consideren enemigo, con cualquier medio destructivo y en cualquier momento. Ellos sí que declararon la guerra al gobierno militar según lo expresaban en sus pasquines clandestinos de expresión escrita. Guerra a muerte proclamaban y con ello, se obligó a los organismos militares a actuar con las técnicas de guerra irregular, única forma de contenerla. A este punto debe dársele más énfasis, porque los que murieron o desaparecieron estaban siendo protagonistas de una lucha armada que ellos originaron.

¿No merecen el calificativo de “asesinos” quienes arman a jóvenes inexpertos para enfrentarse al Ejército Institucional y no los miembros de éste, que por obligación profesional deben reprimir a un Ejército irregular?

En gran parte de los cientos de procesos que actualmente se ventilan en los Tribunales, la mayoría de los inculpados son sólo eslabones que no podían impedir ni modificar lo que se les ordenaba, un instrumento en manos de superiores cuyas voluntades y órdenes tuvieron la obligación de obedecer.
Un camarada de armas que está en prisión afirma textualmente lo siguiente:

“Nuestra motivación no fue por odio ni venganza; tuvimos la obligación de actuar contra terroristas que habían sido responsables de asesinatos, acciones de sabotaje, secuestros, asaltos, etc. Hoy se nos juzga en el actual escenario, en forma descontextualizada y extemporánea, en que jóvenes inexpertos fueron preparados intelectual y militarmente por vigentes personeros políticos que los mandaron a enfrentarse al Ejército Institucional y ahora somos culpables, los que por deber profesional debíamos reprimirlos.

¡En las Fuerzas Armadas y de Orden se reciben órdenes, no sugerencias!”

Los resultados de estos hechos se hicieron sentir no sólo para ambos bandos, sino también para la población civil que estuvo expuesta a bombas terroristas indiscriminadas, asaltos, atentados en lugares públicos, terrorismo selectivo para asesinar a importantes autoridades, voladuras de torres de alta tensión, buses de la locomoción colectiva totalmente destruidos, internación clandestina de toneladas de armamento y explosivos, etc., con el resultado de centenares de personas civiles muertas y/o heridas. Ello, sin perjuicio, por supuesto, de los uniformados también asesinados y/o heridos contra los que atentaban permanentemente.

La filosofía de la izquierda trastoca los valores; para ellos los terroristas marxistas fueron mártires y quienes combatieron a los terroristas son criminales.

Y, más aún, los terroristas han sido, todos, sí, todos, amnistiados, indultados, extrañados a países europeos (con jugosas indemnizaciones y apoyos económicos), o se les ha aplicado la prescripción, o se han fugado desde sus lugares de reclusión, sin ser buscados por las policías.

¿Y los militares?
Ahí están, en el Centro Penal Cordillera o en el de Punta Peuco, cumpliendo condenas por presuntos delitos, condenados por simples presunciones, sin pruebas, con acusaciones de testigos falsos o pagados, acusados algunos de secuestros eternos, sin que se busque a los secuestrados por la “justicia” y obviamente, sin que se los encuentre. Todo esto con la cooperación de jueces prevaricadores, comprometidos políticamente con el gobierno concertacionista de turno, recibiendo premios internacionales, dando charlas en diferentes países, con suculentos pagos por favores concedidos en el tema de los DD.HH. El Derecho y sus normas más elementales pueden esperar, el debido proceso es un chiste, la cosa juzgada, la aplicación equitativa de la prescripción y la amnistía son manipuladas a su arbitrio, la aplicación arbitraria de tratados no vigentes en Chile o que estando ahora vigentes, no lo estaban cuando sucedieron los supuestos hechos que son motivos del juicio, lo vemos indignadamente, como lo aplican de manera habitual. ¡La justicia es sólo la opinión de tres en una sala de cinco!

No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta que hay un grupo pequeño que vive bajo el alero del Palacio de los Tribunales, con la explotación vocinglera del tema de los DD.HH., sublevados crónicos contra todo lo que huela a uniforme, jugados en cuerpo y alma por una lucha que no pueden permitir que se les muera, porque se mide en millones de pesos, y en los centenares de juicios que han logrado empollar con la complicidad de Jueces especiales y Ministros —que hacen carrera a costa de los militares—, a estas alturas, ya no saben de qué verdad ser testigos. Detrás de una cortina sucia de penosos síntomas, los Gobiernos de la Concertación sólo se han empleado en indultar terroristas.

Hay uno que otro Ministro de este gobierno, de gran inteligencia y es preocupante la inteligencia en la cabeza de un malvado…pero, la mayoría son malvados alelados de la razón, que al menos dan algún respiro.

En este escenario, en que sería preferible una persecución política confesada, en vez de disfrazada de justicia, hay casi treinta uniformados condenados, seiscientos procesados en lista de espera y algunos ya condenados en las primeras instancias que esperan las últimas resoluciones de los Verdugos en Visita.

Cabe sí destacar, el rol de algunos magistrados, muy pocos, que como personas honorables y verdaderamente ilustrísimos, tienen el valor de actuar judicialmente conforme a su recta conciencia e interpretación del derecho. A ellos, -que son los menos- nuestro más profundo reconocimiento por sus actuaciones profesionales y por tener la decencia de atreverse, pese a las consecuencias políticas de sus futuras designaciones en la carrera judicial.

Mientras tanto, los militares no lloran y soportan estoicamente estos tiempos, formados como están en la escuela del cumplimiento del deber, de la dureza del servicio y de la hombría, mientras los otros, los que tienen su alma llena de odio y sed de venganza, siguen haciéndose las víctimas y reciben dineros del Gobierno, de organizaciones extranjeras (cómo no iba a ser así, si querían convertir a Chile en una nación satélite de la ahora ex URSS) y esperar recibir más aún de las indemnizaciones a las que aspiran, en esta repartija del botín en que están incluidos una caterva de abogados enriquecidos, que viven en La Dehesa, veranean en Cachagua y se atienden en la Clínica Alemana. ¡¡¡Son los burgueses de la Concertación!!!

Hay que ser reiterativo en señalar que ningún militar pidió o solicitó integrar organismos de Inteligencia. En las FF.AA. no se pide opinión respecto a las destinaciones. Sólo se cumplen. Suerte es la de aquellos uniformados que no fueron destinados a los Servicios de Seguridad. También es suerte para las familias de ellos. Es el azar de la vida. Como decía el filósofo José Ortega y Gasset: “Yo, soy yo y mis circunstancias”.

Las circunstancias no las maneja la persona misma. Sólo hay que actuar dentro de ellas. Pero la actuación del militar está circunscrita, no a su parecer, sino a la obediencia.

Esta obediencia del personal militar es sagrada. Sin ella, no habría organizaciones militares, sólo sería un conjunto de individuos que actuarían, cada uno, conforme a su criterio o impulsos del momento, constituyendo una chusma, como la vemos cada vez que se reúnen los grupos de desconformes y llaman a huelgas, paros, concentraciones, como nos tienen acostumbrados estos gobiernos concertacionistas, que derivan en tropelías sin límites, mientras Carabineros se protege de insultos, piedras, palos, golpes, bombas molotov y disparos, para que así se exprese “el pueblo”, este “pueblo” tan especial que habitualmente se encapucha.

¿Es justo que los “bomberos” sigan presos y procesados cuando los “incendiarios” gozan de total libertad?
¿Es justo que los que cumplieron con “salvaguardar a la nación de la amenaza interna” estén purgando condenas o sean procesados por ello?

Los condenados y procesados actualmente por haber luchado contra los terroristas, son parte del total de los miembros de las FF.AA. y Carabineros que estuvieron, a fines de 1978, arma al brazo en las fronteras de Chile, listos para cumplir su deber de “rendir la vida si fuese necesario” cuando nuestros tres países vecinos, encabezados por una hermana República se aprestaban a darnos el zarpazo en el Canal Beagle y a lo largo de nuestro territorio.

¿Dónde estaban entonces los jueces que hoy juzgan y condenan arbitrariamente a quienes no hicieron otra cosa que cumplir con su deber, en toda circunstancia?

Existen leyes, pero no justicia y frente a fallos arbitrarios le cuesta mucho a los militares poder defenderse. Haber sido militar es una gran desventaja. Cuando la justicia se demora o se ha diferido en más de tres décadas, ya es una injusticia. ¿Este es otro botón de muestra del “pago” de Chile?

En Dios confiamos, además de en nosotros mismos, en que esta situación de absoluta injusticia terminará. La Paz, armonía, justicia, perdón y reencuentro, en algún momento deberán imponerse, a pesar de estar insertos en un gobierno socialista que impone un monolingüismo mutilante, con un péndulo que ha oscilado sólo entre lo equivocado y lo erróneo. Seguiremos viviendo con la convicción que algún día saldremos a la luz desde esta oscuridad.

¡Soldados! ¡Sursum corda! ¡Arriba los corazones camaradas! ¡Chile, despierta!
En la Patria ya se vislumbra un nuevo amanecer.....


Vladimir Vaccaro Y.

Texto tomado de Despierta Chile.