
Entrevista
Domingo 07 de Diciembre de 2008
El Mercurio
Ricardo Lagos: “Hay que construir una nueva fuerza política”
Carlos Peña
Yo era un candidato que no se había subido y al que todos querían bajar —dice, medio en broma, medio en serio, ahora que el futuro no tiene nubes.
—¿Pensó alguna vez, de veras, en ser candidato?
— Mire, nunca muy racionalmente, como lo prueba el hecho de que jamás declaré mi voluntad de serlo. La idea aparecía, sin embargo, en mí, cuando pensaba en aquellos hombres y mujeres comunes y corrientes que se me acercaron tantas veces para alentarme. Allí aparecían las dudas frente a aquello que racionalmente tenía claro. Pero siempre he sabido —siempre supe— que la historia muestra que las segundas partes nunca fueron del todo buenas, a excepción dicen por allí, de Alessandri, por aquello de la Constitución de 1925.
—¿Estamos entonces asistiendo al principio de un retiro distanciado y amable ahora que una segunda Presidencia quedó definitivamente atrás?
—No, para nada. Que no tenga la voluntad de ser candidato presidencial, no significa, en modo alguno, que no tenga una clara y decidida voluntad de participar en política y alimentar, por decirlo así, el debate público. La política se hace también desde fuera del Estado; una cosa es gobernar y otra mantener viva a una coalición, alerta a los problemas de su tiempo. Mientras pueda coordinar un par de ideas estaré participando de la política.
—En ese nuevo papel ¿acompañará a Insulza?
—Primero es necesario saber quiénes serán los candidatos —responde con cautela—. De lo que no cabe duda —agrega— es que respaldaré al candidato de la Concertación.
—Pero ya no parece caber dudas que Insulza será candidato y entonces el pronunciamiento es ineludible…
—De lo que no cabe dudas es que yo pertenezco a un mundo y veremos qué hace ese mundo.
—¿Se refiere al PPD o al PS?
—A ambos, sin duda.
—Así, entonces, hará política desde fuera del Estado. Pero ¿para qué? ¿Acaso la Concertación necesita algo más que ganar elecciones para hacerse precisamente del Estado?
—Las elecciones son muy importantes y lo más probable es que ganemos la próxima. Pero hemos llegado a un punto en que la centroizquierda o la Concertación en su conjunto, incluida la DC por supuesto, requiere ponerse al día. Tenemos que pensar cómo hacemos para construir una mirada moderna e innovadora.
—¿Cómo se hace eso?
—Mire, en estos veinte años ha gobernado el país una coalición de sectores aparentemente muy disímiles. Y hemos tenido éxito. Después de todo, hemos modernizado el país. En consecuencia, tenemos la praxis. Ahora hay que ponerle teoría a esa praxis.
—¿Se trata entonces nada más que de ideas? ¿Y los partidos?
—No cabe duda, por supuesto, que hay que construir una nueva fuerza política. Junto con las tareas de gobernar hay que preguntarse cómo hacer para que esto se consolide más a futuro. Eso, claro, requiere a los partidos; pero también ideas. Si queremos atraer a las nuevas generaciones no basta con la inscripción automática. La inscripción automática no va a remediar la apatía en la participación, a menos que contemos con ideas de futuro capaces de encantar a quienes se mantienen al margen. Y este es un desafío no sólo de la Concertación, sino también de la derecha.
—Ese desafío común a la Concertación y a la derecha del que usted habla ¿incluye las instituciones?
—Por supuesto. Hay que avanzar en reformas institucionales que acerquen el espacio público a la ciudadanía, que incrementen los niveles de participación que hoy son escasos para los cambios que ha experimentado la sociedad chilena. Déjeme darle nada más un ejemplo de cuánto pesan las instituciones en la realidad que hoy día tenemos. El sistema electoral les confiere un peso muy grande a los partidos y sus dirigencias y los condena a un juego sinfín de cálculos y negociaciones. La política se transforma en un debate procesal y no de fondo. Bastarían modestas modificaciones en las que todos podríamos convenir y romperíamos esa realidad que nos hace mal. ¿Qué ocurriría si hubiera tantos candidatos por partidos como cupos a escoger y luego escogemos el candidato más votado de la lista más votada o algo semejante? Algo así cambiaría el entorno de la competencia y aumentaría el nivel de participación e involucramiento de la ciudadanía.
“Lo fundamental es la gobernabilidad”
—¿Qué hay de cierto en eso que 20 años es demasiado para una coalición? ¿Acaso el tiempo no induce a las malas costumbres y al desgaste?
—Comprendo todo eso. El gobierno desgasta mucho; pero déjeme decirle que estar fuera del gobierno durante tantos años probablemente desgasta más (se ríe con ganas de la cita a Andreotti). Desde luego, hay que corregir todo aquello que equivalga a malos manejos y evitar que el Estado se capture por grupos surgidos en su derredor. Todo eso lo creo firmemente. Pero eso es distinto a consentir en una estrategia para ser derrotado. Estar de acuerdo en que la Concertación debe corregir todo aquello que es resultado de estos 20 años en el aparato del Estado, es una cosa; creer que la manera de hacer eso es consentir en la derrota electoral, es otra. Esto último no es estrategia, tiene otro nombre…
—Pero ¿cuál es el problema central de la Concertación, el síntoma más alarmante?
—Lo fundamental es la gobernabilidad. Una coalición ordenada en torno a una escala de prioridades y de ideas. Los países no sólo escogen a las coaliciones que son capaces de ofrecer los mejores sueños de futuro, sino a aquellas que muestran la capacidad de realizarlos. Una suma de sueños y de expectativas no hacen por sí solas a una buena coalición.
—Pero las críticas respecto de esas mismas políticas vienen no sólo de la derecha, sino también de la izquierda. Una parte de la izquierda asiste con sentido de culpa a las políticas de estos años…
—Efectivamente hay un segmento de la izquierda que tiene cierta nostalgia por el pasado y por la vieja agenda. Pero quizá sea esa otra manera de decir que falta mucho por hacer. Lo cual es cierto: la política es también la insatisfacción permanente ¿no es verdad?
“Unificar a los sectores progresistas”
—En estos nuevos tiempos, ¿cuál es el papel de los actuales partidos de la Concertación?
—Depende de cuáles. Pero en cualquier caso lo que me parece es que tenemos una tarea abierta para los próximos años y esa es una tarea de unificación y de convergencia. Un buen síntoma del vigor de la Concertación será la existencia de un candidato único, algo acerca de lo que ya no hay dudas.
—¿Se refiere a una convergencia entre el PPD, el PS y sectores radicales?
—Me parece que una de las tareas pendientes —dificultosa y a largo plazo, sin duda— es justamente ésa. La de unificar a los sectores progresistas incluyendo —¿por qué no?— a la Democracia Cristiana. Y que no se piense que esta tarea es de un partido a costa de otro. No es una tarea fácil, sin embargo. Ese fue, claro, uno de los desafíos alguna vez del PPD. Recuerde usted que nació como una fuerza instrumental, luego reunió a lo que pudiéramos llamar el socialismo liberal. Más tarde hubo un éxodo de sectores originariamente socialistas a ese partido. El Partido Socialista, por su parte, seguramente porque posee mayor densidad histórica, cuenta con sectores que preferirían un proyecto que resulte más atractivo para quienes se sienten más representados en la izquierda extraparlamentaria. Y ésta, por su parte, si no se aggiorna, si no se pone al día, acabará siendo puramente testimonial. Así entonces, como usted ve, el panorama es todo un desafío para quienes deseen un proyecto, llamémosle progresista, para Chile.
—¿ Y la Democracia Cristiana? ¿Cómo la ve en medio de este panorama?
—Desde luego ese partido se encuentra en un proceso de ajustarse a la nueva realidad política que mostraron las últimas elecciones. Y como siempre, ha mostrado una rápida capacidad de adaptación. En él, más que discordias ideológicas —que aún no se han planteado— hay naturales desasosiegos de adaptación a las nuevas realidades. En cualquier caso, se trata de un partido insustituible.
—En su declaración de esta semana usted alude a la necesidad de renovar las dirigencias. ¿A qué se refiere exactamente?
—Deseo llamar la atención acerca de la necesidad de estimular que las nuevas generaciones —animadas por ideas también nuevas— se hagan de las estructuras partidarias para asegurar así la vitalidad de lo que pudiéramos llamar progresismo. El caso del PSOE —el Partido Socialista español— es un buen ejemplo de aquello a que debemos aspirar siquiera en parte. Piense usted que desde Felipe González (quien lleva muchos años retirado y recién acaba de cumplir 65 años) ha habido tres generaciones y ya Zapatero (un hombre que accedió al gobierno antes de los 50) anunció quién tomaría proximamente el relevo: ¡una política de apenas 30 años! No quiero exagerar, quizá la velocidad del recambio generacional no deba ser tanta; pero compare usted la situación en nuestro país en este lado y el otro. Nada de eso le hace bien al espacio público y a la política.
domingo, 7 de diciembre de 2008
HAY QUE CONSTRUIR UNA NUEVA FUERZA POLITICA
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