miércoles, 25 de febrero de 2009

LA CRISIS DE LOS 40


Gonzalo Rojas
Miércoles 25 de Febrero de 2009
UDI: la crisis de los 40

Sin candidato presidencial propio, con al menos cinco de sus actuales diputados sin ánimo de repostularse, con un consejo general que debe decidir en pocas semanas más qué hacer con Piñera, con un congreso doctrinario convocado en año electoral y con una masa de adherentes jóvenes escépticos debido a todo lo anterior, la UDI muestra síntomas claros de la típica crisis de los 40 años.


Efectivamente, han pasado ya algo más de cuatro decenios desde que Jaime Guzmán hiciera sus primeras fundaciones y juntara a su alrededor a un pequeño grupo de colaboradores, varios de ellos aún vigentes en la UDI. Muchos éxitos, muchos logros, notables esperanzas hechas realidades, han marcado estas cuatro décadas, pero ahora el piso -hace ya años- ha comenzado a moverse. Es la crisis de los 40 años...

Desde fuera, otros analistas logran captar algunas dimensiones de este momento especial, pero sólo desde dentro se pueden ver bien ciertos matices que se entienden al conocer los ideales propuestos y su significativa diferencia con varias experiencias reales.

El primer rasgo de la crisis es positivo: no hay quien participe activamente en el partido más grande de Chile que reconozca hoy sentirse tranquilo y seguro. El piso se le mueve por igual al líder comunal, al consolidado senador, a la activa dirigente poblacional y al precandidato a diputado: todos saben, lo reconozcan públicamente o no, que la UDI vivirá en este 2009 el momento bisagra de su vida pública. Esa comezón es ciertamente mucho mayor y más fundada en quienes llevan muchos años en su partido y conocen, por lo tanto, los altos estándares de exigencia con los que siempre se han autoimpuesto sus propios comportamientos.

Y ahí está justamente la contradicción de fondo y nada fácil de resolver. Hace ya una década larga que los criterios morales y culturales que fundaron toda la actividad de la UDI comenzaron a recibir el embate de las andanadas provenientes del marketing electoral: principios o votos. Justamente con esa disyuntiva comenzó a minarse lo que Guzmán, con su propio ejemplo, había logrado aunar: principios y votos.

Ah, si hubiéramos revisado "El espíritu del capitalismo democrático", de Novak, o "Las contradicciones culturales del capitalismo", de Bell, afirmaba un dirigente meses atrás. Bien, pero no hacía falta tanto: bastaba con repasar a Guzmán.

Porque, al fin de cuentas, la contradicción aún no resuelta, la más de fondo, es justamente la que se plantea entre el doctrinarismo de Guzmán y el marketismo de Lavín (la mejor demostración de la existencia de esta disyuntiva capital es que los guzmanianos la denuncian a todo evento, mientras que los lavinistas simplemente descartan que esa contradicción exista).

Por eso, destacados profesionales que acompañaron la andadura de la UDI hasta mediados de los 90, hoy miran desde los márgenes o simplemente desde fuera, desilusionados, la actividad de su colectividad. Por eso, advenedizos sin estilo ni doctrina, pero que obtuvieron alcaldías o significativas votaciones en el pasado reciente, buscan hoy apetecidas diputaciones. Y no faltan tampoco quienes se ofrecen desde sus propias oficinas de marketing para postular a senadurías.

Un congreso doctrinario que no se haga cargo de esta fractura, simplemente divagará; una comisión electoral que no escoja a los candidatos que obtengan los votos por los principios, colaborará al suicidio. El PP español ya tuvo su crisis, mucho antes de los 40: su experiencia está disponible.

Pero incluso si pudiera resolver su contradicción actual, para la UDI se abre todavía un desafío algo mayor: ¿logrará sobrevivir en las elecciones del 2013, justo a finales del eventual gobierno Piñera?


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