miércoles, 1 de julio de 2009

DC . QUIZAS SEA SÓLO PURO MIEDO


GONZALO ROJAS

Se ha concretado, al menos en los abrazos, el acuerdo parlamentario entre la Concertación y el Partido Comunista.

Quizás ya no lo parezca, pero el candidato de continuidad es efectivamente cristiano, y la dirigencia de la DC es también mayoritariamente cristiana. Además, no han faltado en la historia de ese hombre y de ese partido las declaraciones que deslindan claramente sus posturas de las comunistas. Ellos en lo suyo, nosotros en lo nuestro, han afirmado; suyo, nuestro. Obvio: hasta un alumno con 245 puntos en la PSU sabe que los marxistas descalifican no sólo a las religiones en general, sino muy particularmente a ese producto cultural específico que se llama Occidente judeo-cristiano.



Entonces, ¿por qué van a compartir la misma lista la leona y el antílope?

Siete explicaciones tiene todo pacto entre un cristiano y un marxista. Ya sea en política o en cultura, en sociedad o en economía (y para qué decir en materias de moral o de fe), cada una de esas explicaciones se basta sola para mostrar la claudicación del cristiano cuando llega a acuerdos con los comunistas, pero hay especímenes que a veces logran hacerlas confluir todas, demostrando la más notable pobreza en sus posturas.

En primer lugar, el pánico físico y moral. Hay cristianos que se mueren de pavor ante la posibilidad de que un comunista los enfrente con riesgo vital o de su prestigio. La persecución, el martirio, la discriminación, son realidades que no sólo asustan a esos cristianos, sino que reciben, desde la medianía de sus temores, unos calificativos rotundos: extremistas, fundamentalistas.

En segunda mirada, la debilidad intelectual, porque existen cristianos que desconocen la verdad de las exigencias de la doctrina que supuestamente profesan, o las han aguado tanto, que el parecido con su original es sólo semántico. Sentir la fe es lo que los mueve; fundamentarla los complica y, obviamente, sin razones quedan desvalidos para oponerse al marxismo.

Un tercer aspecto es el vacío histórico, porque ignoran -o no quieren saberlo- que el comunismo es el mayor genocida de todos los tiempos -aquí y en todas las quebradas del ají- y que hasta hoy elimina a destajo. ¿Pero no han sido los marxistas también duramente reprimidos?, alegan estos cristianos, olvidando que sus nuevos socios entraron siempre a esas luchas con una convicción rotunda: victoria o muerte.

Un cuarto aspecto es la torpeza táctica, porque los cristianos entreguistas han comprobado cien veces que sus electores moderados los abandonan, que estos pactos no compensan las aportaciones coloradas, pero perseveran en sacar mal las cuentas.

En quinto lugar, se les presenta el engaño de la reciprocidad, por- que creen que un pacto así es un pasando y pasando, como si entre los comunistas hubiese algún sentido de la justicia y del cumplimiento de los deberes. Atención, repita después de mí: sólo es moral lo que sirve a la revolución?

Una sexta razón es la simpatía encandilante con que los marxistas los arrullan, logrando que los cristianos ignoren (oh, qué mal pensados somos) que, a sus espaldas, en el PC se ríen a carcajadas de la ingenuidad de sus nuevos socios. Ya van a ver, ya van a ver, aunque por ahora sólo haya sonrisitas de complacencia.

Ah, y finalmente, lo más pobre y penoso. Si no existiera ninguna de las razones anteriores, si la especulación ya formulada no fuera más que pura teoría, bastaría otra explicación, tan evidente como rotunda: a veces, estos pactos entre cristianos y marxistas se concretan por el simple miedo a perder una elección y el poder; en algunas oportunidades, ése ha sido el cierre, el broche de tantas otras claudicaciones, pero quizás ahora sea la única razón.

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