lunes, 7 de septiembre de 2009

MATRIMONIO, JUSTICIA Y LEALTAD POLÍTICA



De nuevo vemos que el intento de reforma constitucional, en defensa del matrimonio y la familia, se aborda con un conflicto innecesario y una información negativa y errónea.
De nuevo los Medios y las declaraciones de algunos políticos, en vez de informar, desorientan. Así es cuando lo presentan como algo “en contra”, como una prohibición a las “bodas-gay”. Si se escribe o se habla así, se entiende que los homosexuales lo interpreten como un ataque contra ellos y contra sus relaciones íntimas. Pero no tienen razón. Eso es culpa de ese planteamiento falso, negativo y prohibitivo. No es esa la intención de la reforma. La reforma constitucional lo que pretende es definir, defender y reforzar una institución social importantísima como es el matrimonio, creador de familia. Porque la familia es la primera escuela de socialización, la primera y más importante institución de educación de los niños, es la mejor formadora en los valores humanos y cívicos mas profundos y necesarios.
Aclaremos las cosas. Vamos a la realidad.
La realidad mas elemental es que a la inmensa mayoría de los homosexuales masculinos –no sé si es igual en los femeninos- una unión sentimental y sexual estable no les interesa en absoluto. Así me lo escribieron dos comunidades de homosexuales cuando tiempo atrás escribí sobre este tema. Así también lo afirmaba un novelista español homosexual, Alvaro Pombo, en declaraciones públicas que pude leer. Sin embargo es cierto que unos pocos homosexuales sí quieren una unión de cierta estabilidad y les gustaría que eso se tradujese en compromisos legales de interés mutuo. Algunos de éstos –muy publicitados mundialmente- efectúan una especie de “boda” donde dan testimonio público del mutuo compromiso.
Bueno, yo pienso que así como inventaron y acreditaron las palabras “gay” y “lesbiana” para darse una denominación publica no insultante, ¿por qué no inventan una palabra para calificar sus uniones estables? Si no se les ocurre otra más original bastaría con “unión-gay” y “unión-lesbi” o, aunque más discutible, podrían aceptarse: “boda-gay” y “boda-lesbiana”. Y plantear después que esas uniones estables tengan unos derechos y deberes legales concretos. Creo que nadie podría platear razones importantes en contra de eso.
Pero llamar “matrimonio” a esas uniones, como ocurre en la legislación de otros países, eso si que es un ataque a la realidad, eso es mentira y violencia legalizadas, es ir contra la naturaleza y una tremenda injusticia social contra los verdaderos matrimonios.
Las uniones homosexuales de hecho no son matrimonios; por eso no deben tener los mismos derechos que los matrimonios. La convivencia homosexual, para el bien social, es un hecho irrelevante. Eso no crea familia ni procrea hijos. En cambio la institución matrimonial es la base de toda sociedad sana, de su crecimiento normal y de su salud moral. Si el matrimonio entra en crisis, la sociedad también.
Ahora, en la cultura occidental y en nuestro país, padecemos una crisis muy fuerte del matrimonio y de la familia. Las consecuencias están a la vista. De ahí surgen los mareros, otros delincuentes juveniles, la drogadicción, las enfermedades venéreas y otras muchas lacras nacionales.
Por lo tanto reformar la constitución definiendo y defendiendo lo que es el verdadero matrimonio y reforzando sus derechos, es algo muy bueno y necesario. Y con eso, a nadie se le persigue ni se le ofende por otros modos de vivir su intimidad y su sexualidad.
Entonces, hablar de homofobia ante esta reforma es ganas de confundir a la opinión pública, inventando algo que no existe. Y hablar de discriminación es no entender esta palabra. La justicia exige discriminaciones, porque no consiste la justicia en dar a todos lo mismo, sino en dar a cada uno lo suyo. Y ante la ley sólo somos iguales en algunas cosas; en otras, no. Ni todos tienen que pagar los mismos impuestos; ni todos tienen derecho a recibir los mismos sueldos; ni todos tienen derechos a ser fichados por un equipo deportivo; ni puede venderse el zumo de zanahoria como vino de uva; ni etc., etc.
Dejo para el final lo más delicado. Los diputados del FMLN, comprometieron su palabra de honor de votar a favor de esta reforma, con un texto que ellos mismos habían redactado, aceptado por todos los demás. Cuando algún diputado propuso que ese acuerdo se plasmara en un escrito firmado, alguien, o algunos, del FMLN, lo rechazaron con indignación, tomándolo como una ofensa al valor de su palabra dada.
¿Y ahora? ¿Se niegan a cumplir lo prometido? ¿Están dispuestos a cargar con ese deshonor público? ¿Piensan que esa traición al compromiso dado les va a reportar beneficios políticos? Me permito dudarlo. Toda traición termina siempre por perjudicar a los traidores. Espero que cuando este artículo se publique haya triunfado la sensatez y la honestidad intelectual.

Luis Fernández Cuervo luchofcuervo@gmail.com




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