Hernán Felipe Errázuriz
Sábado 26 de Septiembre de 2009
Las relaciones con Alan García eran promisorias. En su primer gobierno, coincidente con el del Presidente Pinochet, fueron respetuosas y pragmáticas. Entonces no se compartían ni la democracia ni las libertades económicas. En su segundo período, el propio Alan declaró que habría una competencia constructiva, y la Cancillería chilena manifestó que existiría una relación inteligente. No ha ocurrido ni lo uno ni lo otro. Ambas diplomacias han fallado. No así los privados: los negocios se multiplican, y decenas de miles de peruanos indocumentados se legalizaron en Chile, con trabajos y servicios gratuitos de salud y educación.
¿Cuándo se jodió la relación con Alan? En mi opinión, cuando acogió las presiones nacionalistas de sus militares y diplomáticos y presentó su demanda marítima y, antes, cuando Chile optó, equivocadamente, por dar prioridad a los vínculos con Evo Morales, enemigo del peruano e instrumento de Chávez, su archienemigo.
Los gobiernos de la Concertación no se han entendido bien con sus pares peruanos: se distanciaron de Fujimori y después lo trataron indignamente cuando se lo enjuició en Chile. Más adelante, los concertacionistas tomaron partido e intervinieron en las elecciones internas peruanas. Con Toledo se desencadenaron interminables polémicas, agravadas con Alan, que también se vale de cualquier pretexto. El último ha sido un ejercicio militar en el norte, con soldados de Estados Unidos, Francia, Canadá y Argentina, entre otros. Los peruanos se irritaron indebidamente -con los chilenos y con los demás participantes.
Las relaciones con los vecinos, al igual que las humanas, no terminan. Y resulta que en el Perú los desencuentros con Chile dan votos, y Alan está debilitado. Aquí sucede lo opuesto: la Presidenta es popular, y atacar al Perú causa reacciones contrarias, porque se sabe que esas polémicas son contraproducentes y capitalizadas allá. Pero les hacemos el juego: afirmamos que su reclamo en La Haya es provocador; el Gobierno y los políticos acuerdan fórmulas inciertas para financiar a las Fuerzas Armadas y, ante la discutible propuesta de un pacto de no agresión, el ministro de Defensa, con desatino, dice recordar el pacto entre Stalin y Hitler -aunque tuviera razones para pensarlo, esos genocidas son innombrables-. Y nos responden con dobleces y agravios que escalan. Olvidamos que, como decía Talleyrand, los ministros deben serlo durante las 24 horas del día, y que en diplomacia deben presidir la calma y la cautela en los dichos.
Las relaciones entre Chile y Perú sólo van a mejorar cuando ambos países las aborden profesional y serenamente, apuntando a sus intereses permanentes y compartidos. Mientras tanto, los vínculos privados mejoran, pero no son sustitutos de los oficiales.
domingo, 27 de septiembre de 2009
¿ QUÉ PASÓ CON ALAN ?
Etiquetas:
COMENTARIO H.F. ERRAZURIZ
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario