
TEMA: Museo de la Memoria
A.- Publicaciones
1.- Carta a El Mercurio del abogado don Carlos Williamson Benaprés
Lunes 02 de Noviembre de 2009
Señor Director:
El que Chile ha perdido su capacidad de asombro queda muy de manifiesto con el anuncio de poner máxima celeridad a la próxima inauguración del proyecto calificado como “estrella” y “sueño” del Gobierno de la Presidenta Bachelet: el Museo de la Memoria. Se trata de un edificio de 10.200 metros cuadrados a un costo para los contribuyentes de alrededor de 20 millones de dólares, que recogerá una verdad a medias: los testimonios del “quiebre democrático” en Chile, que se presume habría ocurrido el 11 de septiembre de 1973, y un catastro sobre las violaciones de los derechos humanos, que por supuesto sólo cuenta desde el régimen militar. Se trata, sin lugar a dudas, de una brutal distorsión de la realidad histórica que no le hace bien a un país que busca con afán reconciliarse con su pasado y, de paso, hiere a las fuerzas armadas chilenas que al no tener un fundamento de su acción, quedarán sólo cómo ávidas de poder.
Nadie ha levantado la voz frente a lo que a todas luces constituye una iniciativa que mostrará una no-verdad, una mirada falsa de una realidad dolorosa que nadie quiere volver a vivir, pero que evidentemente se inicia mucho antes de que los militares tomaran la conducción del país.
Es incomprensible que no se repare en que un juicio medianamente objetivo debe reconocer la responsabilidad del mundo civil en el descalabro social, político y económico de Chile y que si bien tenía raíces históricas profundas alcanza su máxima expresión y se personifica en el Gobierno de la Unidad Popular. Son innumerables los testimonios de las graves transgresiones a los derechos de las personas y el empleo de la violencia por medio de grupos paramilitares que ocasionaron continuos hechos de sangre bajo el Gobierno del Presidente Allende. Actuales miembros de la Concertación dejaron huellas elocuentes de aquellos aciagos años. Del ex Presidente Aylwin: “Chile estuvo al borde del Golpe de Praga, que habría sido tremendamente sangriento y las FF.AA. no hicieron otra cosa que adelantarse a ese quiebre inminente”. Del Partido Demócrata Cristiano: “Los hechos que vive Chile son consecuencia del desastre económico, el caos institucional, la violencia armada y la crisis moral a que el Gobierno depuesto condujo al país, que llevaron al pueblo chileno a la angustia y la desesperación”. Del Partido Social Demócrata: “La responsabilidad histórica de lo sucedido en Chile corresponde exclusivamente a la Unidad Popular, que pretendió con sectarismo, ceguera y prepotencia antidemocrática, implantar una dictadura marxista- leninista”.
La historia escrita sabrá juzgar los “odiosos revanchismos”, “abundante inmoralidad”, “apetito de dominación totalitaria”, “atropellos a las garantías ciudadanas” y un “fanatismo destructor”, como fue calificado una y otra vez el período entre 1970-1973. Igual juicio ocurrirá con el régimen militar, que habrá dejado un legado de transformaciones económicas y sociales sin precedentes, pero también una fractura en el alma de Chile por los abusos y la contumaz persecución a muchos compatriotas. De todo ello se encargarán los expertos. Ya es dudoso que para cerrar las heridas que definitivamente han dividido a los chilenos ayude un museo de la memoria que nos recuerda lo peor de nosotros. Lo que sí sabemos y es inaceptable es que esa memoria quede corta y las futuras generaciones conozcan una grosera falsificación de lo sucedido en esos años.
2.- Una memoria desmemoriada
Autor: Roberto Ampuero
El Mercurio,Jueves 05 de Noviembre de 2009
Aplaudo la iniciativa gubernamental de inaugurar, en enero próximo, un Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, pues un país que olvida su pasado, repite sus errores. Contar la historia patria reciente con recursos públicos debe comprender, eso sí, la diversidad de la nación y evitar lapsus y sectarismos. Así como respaldo el testimonio de la represión bajo la dictadura, pregunto por qué ese museo —como destaca en los medios la autoridad— recuerda sólo a partir del 11 de septiembre de 1973.
¿Es posible entender nuestra gran tragedia del siglo XX ignorando las vicisitudes anteriores a ese día?
¿Puede describirse el período 1973-1990 soslayando la crisis política y económica que casi nos arrastra a una guerra civil?
Una memoria nacional debe condenar los abusos de la dictadura, pero también recordar que en 1970 un sector que no alcanzaba el 37 por ciento del electorado inició cambios sociales radicales, lo que generó rechazo mayoritario. No debe olvidarse que la Unidad Popular fue más radical que Chávez hoy, aunque nunca logró el respaldo popular que éste detenta.
Una memoria nacional no sesgada también debe relatar cómo entonces, líderes inspirados en socialismos de Europa oriental y el Caribe arrojaron por la borda, tachándola de “burguesa”, a nuestra democracia, la que paradójicamente era más profunda que las de Alemania Oriental o Cuba. Su sueño: sustituirla por modelos sepultados en 1989 por los europeos orientales. Subrayo que si bien desahuciar esa democracia fue una irresponsabilidad extrema, nada justifica la represión posterior. Pero nada justifica tampoco construir una memoria hegemónica desmemoriada.
Recordar sólo a partir del “Once” demoniza a un vasto sector nacional y desvirtúa la historia reciente, porque oculta que la mayoría, PDC incluido, rechazó la UP. Sin el contexto que menciono no podemos entender, por ejemplo, por qué, en noviembre de 1973, Eduardo Frei Ruiz-Tagle donó joyas a la Junta Militar de Gobierno, y hoy es el presidenciable de una alianza que condena el “Once” y celebra un filme que narra la prisión, en esa época, de un actual ministro y otros chilenos en Dawson. ¿Cómo explicar el giro de un sector que estuvo contra la UP y Pinochet en un museo que sólo recuerda la historia a partir del “Once”? ¿Alberga ese museo una memoria nacional o sólo parcial?
Un museo como el que se construye no debe olvidar el apoyo que la izquierda criolla —por acción u omisión— brindó a regímenes que sólo sobrevivieron mediante alambres de púas y guardias armados, y de los cuales el Muro de Berlín devino símbolo máximo. La memoria nacional no puede eludir la incoherencia de un sector que sufrió represión brutal, pero sintió o siente atracción fatal por dictaduras de izquierda.
Sin duda que el “nunca más” de un museo financiado por todos los chilenos debe alzarse contra el régimen que tuvimos, pero igualmente contra partidos que justificaron dictaduras en otras latitudes, y también contra minorías que pretendieron imponer a la mayoría cambios sociales radicales. Un museo nacional es un mensaje a las próximas generaciones y debe escribirse desde una perspectiva amplia, que nos retrate de cuerpo entero. Parafraseando al Padre Alberto Hurtado, habría que exigir que el Museo de la Memoria recuerde incluso aquello que a sus propios diseñadores les duele recordar.
sábado, 26 de diciembre de 2009
Museo de la Memoria
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DENUNCIA MUSEO DE LA MEMORIA
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