viernes, 1 de enero de 2010

Pacto con el PC



Señor Director:
Con sorpresa y molestia, la ciudadanía con cultura cristiana se ha impuesto de los anhelos del señor Frei Ruiz-Tagle, candidato de la Concertación, de celebrar un pacto con el Partido Comunista, acogiendo así una proposición del PPD y del PRSD, en orden a formar una nueva coalición política que incorpore en forma permanente a los comunistas, “por advertir (tras 20 años) que son más las cosas que nos unen que las cosas que nos desunen” (sic).
Como era de esperar, el PC, ayuno de poder, con ansias de disfrutarlo también, con rapidez y avidez aceptó tal oferta y, como moneda de cambio, se comprometió a volcar su reciente fuerza electoral (alrededor del 5%) a las aguas del molino del oferente, el próximo 17 de enero.
La conducta del abanderado de la Concertación, no justificable, aunque explicable, atendida la agonía electoral que lo aqueja, por su incoherencia con los principios programáticos de raíz cristiana que dice sustentar la DC. Incluso no ha dejado de inquietar y desagradar a conspicuos miembros de ese partido, como públicamente lo han manifestado sus senadores electos, señores Zaldívar, Sabag y los hermanos Walker Prieto.
A mis años ya nada me sorprende de la DC. Recuerdo que ya en 1947 el episcopado nacional, encabezado por el cardenal Caro, le formuló una clara y severa admonición a la ex Falange Nacional, cuna de la actual DC, precisamente por incurrir en conductas frente al comunismo similares a las anunciadas por el señor Frei Ruiz-Tagle en la actualidad, que no se conciliaban con las contenidas en la doctrina de la Iglesia.
En su reprimenda, los prelados recordaron la ortodoxia católica frente al comunismo, sustentada en forma invariable desde que Pío XI lo declarara “intrínsecamente perverso”, en su encíclica Divini Redemptoris. Doctrina que ha sido ratificada por los pontífices posteriores, y que, en consecuencia, se mantiene hasta hoy incólume.

El efecto de dicha reprimenda fue que la junta directiva de la Falange acordó su disolución como partido político, hecho que no se materializó, por desgracia, merced a la intervención del entonces obispo de Talca, Excmo. e Iltmo. monseñor Manuel Larraín Errázuriz.

Aunque no quiero y no me corresponde dictar cátedra sobre el particular, ni menos erigirme en juez de nadie, pienso que resulta útil traer a colación ese hecho histórico, pues, como decía don Quijote, la historia es maestra de la vida.

Rafael Rivera Sanhueza




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