Gonzalo Rojas
Todos los chilenos tienen el legítimo derecho a alinearse como partidarios u opositores del próximo gobierno. Incluso quienes votaron blanco, nulo o se abstuvieron —y sus razones habrán tenido— conservan esa misma facultad, aunque deberán dar buenas explicaciones sobre por qué optan después del 11 de marzo, mientras prefirieron no hacerlo en diciembre o en enero.
Con mayor razón todavía, se les pide a quienes podrían ocupar cargos en una u otra vereda —en el gobierno de Piñera o en la oposición a su gestión— que de antemano definan bien cuál es el proyecto que apoyan. Nada tiene de extraño, aunque a los sentimentales les suene poco grato, que Lagos Escobar haya sostenido que el que acepta un cargo en la futura administración deja de ser concertacionista. Obvio: cambió de proyecto, cambió de lado.
Justamente por eso, el bacheletismo-aliancista fue una mala proposición. Y, también por la misma razón, el piñerismo-concertacionista que está implícito en el llamado a trabajar para la nueva administración también lo es.
¿No había acaso en el gobierno de Bachelet nada rescatable? Por cierto, pero la diferencia de proyecto entre esa Presidencia y la Alianza era tan grande, que la proposición lavinista mereció amplio rechazo en sus propias filas.
¿No hay acaso entre los concertacionistas personas notables que podrían realizar una gran gestión en el futuro gobierno de la Coalición? Depende. Sí, depende de qué se entienda por un gran gobierno.
Si la gestión piñerista se plantea sólo como la pretensión de hacer las cosas bien de acuerdo con unos criterios técnicos (implícita la honradez personal de sus funcionarios), entonces sería perfectamente posible encontrar concertacionistas con la suficiente experiencia, calidad práctica y honestidad como para incorporarse al trabajo gubernamental.
Pero una administración así enfocada, en términos de pura techné, no sería nunca un buen gobierno. Y como una de las dudas que ha planteado siempre el proyecto Piñera está en su capacidad de comprender la dimensión más humana y trascendente del ser humano, en nada ayudaría a superar esa ambigüedad que se incorporaran a sus trabajos personas cuya formación ha sido o muy distinta en sus fundamentos políticos o exclusivamente técnica.
a susSucedería con ellos que se los pondría en un pie forzado frente propios partidos (¿renunciar?, ¿ser expulsados?) y, además, que dentro del nuevo mirara sólo como expertos, quizás poco confiables por sugobierno se los ro paradójicamente privilegiados, justamente por su origen. Negritospasado, pe conviene para formar equipos de trabajode la Concertación. Nada de eso con la debidase pueda prescindir de personas homogéneos y en los que libertad.
Un funcionario del Ministerio de Justicia, de origen liberal y con gran manejo estadístico, propone por allá por agosto que se estudie una legislación despenalizadora de ciertos consumos de droga, porque así se disminuye su comercio; la iniciativa llega a Secretaría General de la Presidencia y es vista con malos ojos por un conservador más realista; consultada la especialista del Ministerio de Salud, mujer que proviene de la Concertación, su opinión es favorable a Justicia. Invoca su larga experiencia en el Conace bajo Lagos y Bachelet y… se complica más aún la cosa, porque como es de las pocas concertacionistas en el gobierno de la Coalición, no conviene sacarla.
Si se quiere un gobierno nacional, hay que dialogar con la oposición y buscar con ella los acuerdos en el Parlamento. Pero, dentro de la administración, es fundamental un claro mínimo común.
Bueno, sí, la pregunta es si esa condición existe en la propia Coalición por el Cambio.
jueves, 4 de febrero de 2010
¿PIÑERISTAS - CONCERTACIONISTAS?
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