jueves, 4 de marzo de 2010

COSTOSO COMPLEJO



Las palabras del Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea
Chilena (FACH), Gral. Ricardo Ortega, fueron claras:
“(…) dos horas después del terremoto teníamos los
aviones listos para salir a donde nos dijeran, pero para salir
necesitábamos que nos dijeran vayan para allá y con esto'".
Con dicha aseveración, el general demostraba la
capacidad de reacción que, tanto la FACH como las otras ramas
de nuestras fuerzas armadas, tenían frente al desastre provocado
por el terremoto del 27 de febrero de 2010. Sin embargo, la
eficacia de dicha capacidad de reacción dependía de la
autorización del poder político, del poder ejecutivo, el cual recaía
en esos momentos en la Concertación, representada por Michelle
Bachelet. La pregunta que surge al respecto es, ¿cómo es que
estando las Fuerzas Armadas preparadas para socorrer a la
ciudadanía y mantener el orden y la seguridad pública -requisitos primarios para cualquier plan de
auxilio y ayuda- en los momentos posteriores al terremoto, el poder ejecutivo, Bachelet, tardó
prácticamente dos días en decretar el estado de catástrofe que permitiera a los uniformados intervenir?
¿Por qué se generó en el poder político una vacilación que a la postre tendría un enorme costo para las
zonas afectadas? ¿Qué hizo dudar al gobierno al momento de solicitar ayuda a los militares?
Si bien podrá haber muchas voces que pretendan explicar el grave error del gobierno con
altisonantes palabras que incluso culpen a los propios uniformados, como lo hizo el Ministro de Defensa
Francisco Vidal, detrás de la vacilación se manifiesta el constante complejo que arrastran desde el
gobierno militar los miembros de la Concertación. En psicología un complejo se define como un
“conjunto de ideas, emociones y tendencias generalmente reprimidas y asociadas a experiencias del
sujeto, que perturban su comportamiento”.
El complejo de la Concertación se ve claramente reflejado en el reportaje del periodista del
diario electrónico El Mostrador, Jorge Molina - quien no es precisamente un partidario del gobierno
militar- publicado el 3 de marzo de 2010, donde detalla las razones detrás de la tardanza en la
intervención militar al momento del terremoto. Molina escribe:
“Bachelet dudaba, sobre todo porque sus asesores más cercanos estimaban que aplicar el estado de sitio
recordaba tiempos de la dictadura militar de Pinochet, tomando en cuenta que bajo esta figura jurídica
se restringen las libertades individuales”.
Es decir, el conjunto de ideas, emociones y tendencias reprimidas de Bachelet y sus asesores
con respecto al gobierno militar y a Pinochet, la perturbó para tomar una correcta decisión al momento
de enfrentar la crisis, le impidió pensar en el país, pensar como jefe de Estado, la inhabilitó al momento
de encarar con tenacidad una medida contra sus propios asesores, demostrando incapacidad para
desafiar la adversidad. Ha sido este complejo el que ha primado durante los 20 años de la Concertación
en el poder, aquel que enjuiciaba y condenaba al carabinero a la hora de reprimir disturbios públicos,
aquel que daba justificación a las violentas movilizaciones sociales de una sarta de adolescentes “mal
educados”, aquel que influyó en una reforma judicial garantista, etc., etc. Ha sido el complejo de la
Concertación el que ha desvirtuado conceptos y valores, ha confundido a una ciudadanía que cada vez
menos comprende las diferencias entre autoridad y autoritarismo, entre libertad y libertinaje, entre
disciplina y represión. Sumado a esto, se ha dedicado por dos décadas a erosionar la propiedad privada
y a enaltecer la supuesta paternidad del Estado en beneficio de la “justicia social”. Esto se vio con
claridad tras la misma tragedia del terremoto, cuando las cámaras de televisión mostraban a los
saqueadores, muchos de ellos personas comunes y corrientes, que consideraban “justo” robar dada las
condiciones, incluso los propios periodistas, relatores de los hechos en vivo y en directo, justificaban el
robo según la especie a sustraer.
Tal vez para muchos que estas palabras las escriba un nieto de Pinochet pierde objetividad, y no
pretendo realizar “una visión de ningún lugar” cayendo en una excesiva impersonalidad. Por ello, cito
esta vez a un mediático sociólogo, Fernando Villegas, quien relata también este complejo el 3 de marzo
de 2010 en el diario La Tercera: “Por 20 años la Concertación no hizo sino debilitar el concepto mismo de
"orden público", expresión que a oídos de su gente suena a cavernaria opresión "del pueblo". Todo acto
de autoridad rigurosa se convirtió, en ese período, en tabú.”
La atrocidad de los hechos generados ya no por el desastre natural, sino por la denigración
humana reflejada en el robo y saqueo, el caos y la anarquía, logró generar algo de cordura en el
ejecutivo superando en parte el complejo. Se dispuso de los militares para restablecer el orden en
medio de una creciente violencia que gatilló la espontánea defensa de grupos de ciudadanos dispuestos
a proteger lo poco y maltraído que aún poseían. Frente al desamparo, frente al reinado del pillaje, la
ciudadanía imploraba por orden, disciplina y autoridad. La Concertación, Bachelet, y sus asesores,
debieron superar su complejo, así lo hicieron, pero a un significativo costo para el país y en especial para
las zonas fuertemente afectadas.
Mantener el orden es diferente a restablecerlo, lo último implica con seguridad el uso de medios
represivos, palabra que explica en parte el complejo en cuestión. Los militares actuaron y su accionar se
ve reflejado en distintos medios de prensa. El diario El Mercurio estampó esta situación en una
fotografía publicada el día 3 de marzo de 2010, donde aparecen retratados tres militares fuertemente
armados quienes custodian a igual cantidad de civiles, los cuales permanecen en el suelo, boca abajo,
inmóviles, con sus manos en sus espaldas, a la vez que uno de los militares apunta su fusil directamente
a uno de ellos, pegando el cañón a su cuerpo. A la distancia se aprecia a otro grupo de civiles que mira
con cierta inquietud dicha escena.
La imagen obedece al actuar de los uniformados ante los innumerables saqueos por parte de hordas de
personas quienes parecieran justificar, como incluso lo hacen algunos medios de prensa, el robo ante el
caos dejado tras el terremoto. Hoy esta fotografía es comprensible, obedece a una situación, a un
contexto, e incluso se agradece. Sin embargo, para todo quien mire aquella fotografía sin conocer el
contexto y la razón del accionar militar, la primera impresión es de un abuso de poder injustificado,
condenable e irrepetible. El fusil en la espalda de un joven que ya se encuentra inmóvil e indefenso
impresiona y sugiere al espectador un eventual trágico final.
Qué fácil resultaría descontextualizar este tipo de imágenes, desvirtuando los motivos del actuar militar
y menospreciando su real aporte en los momentos críticos de nuestro país. Espero que a días de dejar
el poder, la Concertación deje atrás su complejo y no pretenda en un futuro descontextualizar la labor
que hoy prestan las Fuerzas Armadas y de Orden a nuestro país.

Rodrigo García Pinochet (03/03/2010)




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