jueves, 4 de marzo de 2010

LA BELLEZA QUEBRANTADA


Gonzalo Rojas

Debajo de todos los libros -muchos
cientos- que tapaban casi todo el piso de la
remecida oficina universitaria, quebrado en siete
trozos, estaba el busto de Schubert. Era bonito,
pero de puro yeso. A las 9.25 del sábado 27 de
febrero, se presentaba como el símbolo de todas
las bellezas quebrantadas.
Con las tripas al aire, la base de la
torre de la Divina Providencia recordaba que
sobre ella había habido una fina terminación,
ahora convertida en cascotes. Y por todo Chile,
otras cien hermanas en el culto habían recorrido
el mismo camino de su perdición.
Inclinados o partidos como por un
hachazo, majestuosos edificios recién
inaugurados, gritaban desde sus grotescas
posiciones que esas bellas fachadas anteriores no
se correspondían con la precariedad de sus
estructuras.
Trozadas en terrones, miles de sencillas
o notables casas de adobe entraron súbitamente en
la lista de los escombros que habrá que despejar.
Eran el Chile profundo de todos, de ricos y de
pobres. Eran muy bonitas.
Cuarteados o en el suelo, decenas de
liceos y hospitales, de bibliotecas y museos, sí,
así están ahora ellos, los que fueron ámbitos de
la belleza solidaria, de la belleza racional, de
la belleza visual.
Desfiguradas por la molestia o la apatía
han aparecido las caras de los ministros Vidal y
Pérez Yoma, agrias, desconcertadas, tensas, sin
serenidad, sin una vibrante y alegre convicción
reconstructiva.
Crispadas por la avidez, manos y piernas
perfectamente proporcionadas en la estilizada
figura humana, se dirigían ahora, beligerantes, a
saquearlo todo, a llenarse sin medida, a
destrozar, arriesgándose, de paso, a morir
repelidos.
Arrasadas por la fuerza de las ondas y
las olas, lindas costas, plácidas playas,
simpáticos emplazamientos, pueblitos típicos y
sobre todo, vidas infantiles, juveniles, adultas
y mayores, que habían brillado la noche anterior,
que habían carcajeado quizás, comentando lo
humano y lo divino. Almas, la belleza del alma.
Nunca la belleza había sufrido tanto.
Nunca será tan necesaria hacia adelante.
Porque sólo la Belleza -nos lo dijo un
experto en quebrantos, Dostoievsky- sólo la
Belleza salvará al mundo.

Gonzalo Rojas Sánchez


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