
Gonzalo Rojas 
Debajo de todos los libros    -muchos 
cientos-   que tapaban casi todo el piso de la 
remecida oficina universitaria, quebrado en siete 
trozos, estaba el busto de Schubert. Era bonito, 
pero de  puro yeso. A las 9.25 del sábado 27 de 
febrero, se presentaba como el símbolo de todas 
las bellezas quebrantadas.
Con las tripas al aire, la base de la 
torre de la Divina Providencia recordaba que 
sobre ella había habido una fina terminación, 
ahora convertida en cascotes. Y por todo Chile, 
otras cien hermanas en el culto habían recorrido 
el mismo camino de su perdición.
Inclinados o partidos como por un 
hachazo, majestuosos edificios recién 
inaugurados, gritaban desde sus grotescas 
posiciones que esas bellas fachadas anteriores no 
se correspondían con la precariedad de sus 
estructuras.
Trozadas en terrones, miles de sencillas 
o notables casas de adobe entraron súbitamente en 
la lista de los escombros que habrá que despejar. 
Eran el Chile profundo de todos, de ricos y de 
pobres. Eran muy bonitas.
Cuarteados o en el suelo, decenas de 
liceos y hospitales, de bibliotecas y museos, sí, 
así están ahora ellos, los que fueron ámbitos de 
la belleza solidaria, de la belleza racional, de 
la belleza visual.
Desfiguradas por la molestia o la apatía 
han aparecido las caras de los ministros Vidal y 
Pérez Yoma, agrias, desconcertadas, tensas, sin 
serenidad, sin una vibrante y alegre convicción 
reconstructiva.
Crispadas por la avidez, manos y piernas 
perfectamente proporcionadas en la estilizada 
figura humana, se dirigían ahora, beligerantes, a 
saquearlo todo, a llenarse sin medida, a 
destrozar,  arriesgándose, de paso, a morir 
repelidos.
Arrasadas por la fuerza de las ondas y 
las olas, lindas costas, plácidas playas, 
simpáticos emplazamientos, pueblitos típicos y 
sobre todo, vidas infantiles, juveniles, adultas 
y mayores, que habían brillado la noche anterior, 
que habían carcajeado quizás, comentando lo 
humano y lo divino. Almas, la belleza del alma.
Nunca la belleza había sufrido tanto. 
Nunca será tan necesaria hacia adelante.
Porque sólo la Belleza -nos lo dijo un 
experto en quebrantos, Dostoievsky- sólo la 
Belleza salvará al mundo.
Gonzalo Rojas Sánchez
 
jueves, 4 de marzo de 2010
LA BELLEZA QUEBRANTADA
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