miércoles, 21 de abril de 2010

COLUMNA HERMANADA


Dos hermanas

La señorita solidaridad se ha llevado
todos los piropos en los últimos días, mientras
que otra bella doncella -incluso dotada de mayor
donaire- parece haber quedado relegada al banco
de las feas.
En efecto, ¡qué poco se ha hablado de la
subsidiariedad en las últimas semanas!
Solidarios han sido -efectivamente-
todos los que han entregado su tiempo, empeñado
sus dineros, estirado sus músculos y estrujado
sus neuronas en beneficio de los más necesitados
después de 27 de febrero.

Pero, al hacerlo en nombre y con las
fuerzas de las más variadas instituciones,
agrupaciones, asociaciones y movimientos, lo han
hecho de modo subsidiario, tal y como manda la
más recta doctrina.
¿La recta doctrina? Sí. Benedicto XVI
afirmó pocos meses atrás que "la subsidiariedad
al reconocer que la reciprocidad forma parte de
la constitucion íntima del ser humano, es el
antídoto más eficaz contra cualquier forma de
asistencialismo paternalista." (Caritas in
veritate, n.57)
O sea, o eres subsidiario o ni siquiera
eres solidario; serías un simple paternalista
asistencialista y eso no vale, no sirve.
Es que el asistencialismo paternalista
parece solidario, pero no lo es, por dos razones.
Una, porque asume la forma mental
estatal: aquí venimos a darte lo que tú no puedes
procurarte por ti mismo. Y así frustra fuerzas
que debiera potenciar.
Y, dos, porque no es solidario con los
otros que intentan hacer algo parecido, quizás no
tan bueno o quizás mejor: como no formas parte de
mi organización, no puedes ni criticarme para que
yo mejore ni adjudicarle la calidad de solidaria
a tu tarea. El costillar es mío.
Qué pena: cuando la solidaridad desprecia
a la subsidiariedad, se daña a sí misma y muestra
su hilacha estatista y sectaria.

Gonzalo Rojas Sánchez


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