lunes, 12 de julio de 2010

FAMILIA MILITAR Y CONDENAS POR CASO PRATS


Es difícil expresar ideas con claridad cuando el dolor agobia nuestra alma, herida por el oprobio público a que ha sido sometido un grupo de camaradas, condenados por un asesinato probadamente cometido por un ciudadano norteamericano, hoy dueño de una injusta libertad.

Al escuchar a los distintos medios referirse a la condena de un grupo de oficiales de ejército, acusados del asesinato de un ex – comandante en jefe, pareciera que nadie quisiera recordar que los detalles conocidos del proceso en Argentina demuestran que quien instaló la bomba y la activó fue ni más ni menos que Michael Townley, agente de la CIA y autor del asesinato de Letelier, en Washington.

Tampoco la prensa se ha interesado en investigar la credibilidad del proceso, instruido por un juez que ha sido símbolo de la persecución del mundo militar, de reconocidos prejuicios en contra de todo lo que huela a uniforme, a partir de la detención de su esposa mirista en el Estadio Nacional, en septiembre de 1973.

A quienes se encuentran familiarizados con los procesos seguidos a los militares no les sorprende lo ocurrido en este caso, al negarse la Corte Suprema a reemplazar al juez en cuestión, validando la omisión de actuaciones esenciales que habrían dado la oportunidad de demostrar la inocencia de los imputados o al menos habría descalificado las débiles pruebas establecidas en su contra.

En éste ─como en la mayoría de los casos─ el proceso siguió su camino al revés de lo natural, construyéndose a partir de la definición temprana de la culpabilidad de los imputados, sirviendo el resto solo para dar forma a un fallo que ya estaba escrito hace años. Parece mentira, pero esto ocurre en el mismo Chile en que la justicia se llena la boca con los "derechos del detenido" y la "presunción de inocencia"… ¡Mientras a este sector de la sociedad se le aplica exactamente lo contrario!

El asunto es tan grave que a la luz de la sentencia final, afortunadamente algo morigerada por la Corte Suprema, se deja establecida la condición de "asociación ilícita" de la DINA, como si este organismo no hubiera sido creado por un Decreto y como si cada uno de sus integrantes se hubiera adherido a éste voluntariamente, con el propósito de delinquir. ¡Otra falacia gigantesca que el marxismo logra dejar metida en la historia de la justicia chilena!

¿Es posible que alguien en nuestro país pueda creer que los capitanes de ayer, hoy condenados con otros grados, se concertaron junto a muchos más para abandonar el Ejército e irse a cometer delitos a la DINA? De acuerdo a este fallo, la Contraloría General de la República que tomó conocimiento de las destinaciones a la DINA de miles de oficiales, suboficiales y empleados civiles de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas, se habría hecho cómplice de este delito, debiendo ser perseguida ante la Ley por el solo hecho de no haberlo denunciado ante los tribunales. ¡Una muestra más de la hipocresía nacional!

Y tras la paletada, nadie dijo nada…Hoy escuchamos horrorizadas voces clamando el repudio de un grupo de oficiales a quienes se les negó el debido proceso, a quienes se les ha impuesto una pena adicional por haber cumplido con una destinación inapelable y que hoy son considerados una vergüenza por su propia institución. Mañana…nadie se acordará de ellos, salvo los marxistas, quienes lo harán cada vez que necesiten salpicar con mugre el

mundo militar o para dañar más aún la moral colectiva de quienes prestaron o prestan servicios a la Patria, aún a riesgo de sus vidas.

A propósito de esto, cabe reflexionar si ante la exposición de hechos de esta naturaleza, esta misma Patria podrá algún día esperar similar disposición al sacrificio y obediencia de parte de sus hombres y mujeres o si ─por el contrario─ nos encontraremos con militares tan concientes del riesgo que se aseguren hasta límites inaceptables de la legalidad de una orden, anteponiendo la desconfianza hacia su superior a la urgencia propia de ella.

A pesar de los sentimientos que nos embargan por la injusta condena, no podemos dejar de rechazar y lamentar el asesinato del matrimonio Prats, aún cuando no olvidemos quien fue él y lo que hizo para que sus camaradas de la época lo consideraran un traidor. La perspectiva histórica pareciera hoy indicar que después del daño causado con su repudiable colaboración a una ideología política perversa, sus actividades en el exilio no representaban una amenaza real para Chile, ni menos justificaban su muerte en la forma en que ella ocurrió.

Sin embargo, el fallo de la Corte Suprema nos deja la imagen del frío asesinato de un ex – Comandante en Jefe del Ejército, a manos de sus propios ex – subordinados, lo que ─nos guste o nó─ tenía que generar las fuertes declaraciones de la institución que tanto dolor han provocado en los círculos de militares en retiro. Dolor que compartimos plenamente, al haber conocido por años de la calidad moral y profesional de quienes hoy son denostados. Dolor que nos invade profundamente al pensar en sus familias, condenadas junto con ellos sin otra explicación que un juicio injusto…y quizás afectadas por más de algún sentimiento inconfesable hacia alguna deslealtad superior, no para encubrir un hecho indebido, si no por el lamentable abandono de quienes sirvieron sus órdenes.

Duele tocar estos temas, pero debemos hacerlo, como única forma de seguir con la frente en alto, sin sentirnos avergonzados ni humillados. Hay muchas familias de militares que siguen esperando el reencuentro. En las cárceles especiales siguen aumentando los presos políticos y la persecución de los marxistas sigue adelante con renovados bríos, estimulada por esta victoria táctica, de la que seguramente sacarán provecho para bloquear eventuales beneficios para los militares.

Nuestro deber es seguir luchando con más fuerza que antes para recuperar la libertad de los nuestros. Nuestro deber en el dolor, es seguir sintiéndonos dueños de nuestro Ejército de Chile, ese que ayudamos a hacer grande y que nuestros enemigos tratan de dividir en un antes y un después, a veces con la ayuda involuntaria de más de alguno, tanto de quienes hacen el juego a los políticos del presente como de aquellos que exigen al presente soluciones que debieron venir del pasado. Comenzar a disparar entre nosotros solo contribuiría a acrecentar nuestras debilidades ante el enemigo, asegurando la injusta mantención en prisión de nuestros camaradas, para regocijo de los marxistas de ayer, de hoy y del mañana.

10 de julio de 2010

Patricio Quilhot Palma

Teniente Coronel (r)


1 comentario:

jane dijo...

Ustedes lo unico que hacen es esconder la cabeza bajo la arena. Se han convencido que los mas de 2000 muertos que dejo el desquiciado de Pinochet y sus secuaces, son una invencion de los comunistas.

Estan cegados en su doctrina fascista, son peores que los comunistas.