lunes, 23 de agosto de 2010

Alegría nacional, prioridad del rescate. Reconocimientos y responsabilidades



Editorial El Mercurio

Cuando el Presidente Piñera mostró el mensaje enviado por los mineros atrapados hace 17 días en la mina San José -"Estamos bien en el refugio los 33"-, una alegría profunda unió a todo el país en una emocionada mezcla de alivio y gratitud ante el resultado de un gigantesco esfuerzo de rescate, respaldado en todo momento por la solidaridad de Chile entero. Las esperanzas, mantenidas con tesón, pero numerosas veces contrariadas durante más de dos semanas, probaron no haber sido vanas y culminaron ayer de la manera más feliz posible, poniendo fin a la angustiosa espera.

Chile es un país obligado a enfrentar constantemente situaciones de emergencia de la más variada índole, desde las sísmicas hasta las determinadas por su peculiar configuración geográfica. La que ahora se ha vivido tiene el agravante de que pudo ser evitada, de no haber mediado imprevisión culpable y de haberse adoptado oportunamente medidas de prevención que eran factibles. Las responsabilidades al respecto deberán ser determinadas por una investigación imparcial pero severa, tanto por las instancias judiciales como por los organismos técnicos competentes. La primera señal de ese rigor necesario ya fue dada por la autoridad, cuando dispuso las renuncias de la cúpula de Sernageomin y su completa reestructuración.

Cabe esperar ahora una evaluación enérgica de todo lo aquí ocurrido también por parte de los organismos gremiales del área, y la adopción de las directrices que de aquélla se desprendan. La actividad minera estatal y privada es un puntal básico de la prosperidad nacional, pero eso mismo hace exigible que todos sus niveles brinden a su personal las garantías de seguridad que hoy ya ofrece la gran minería, con estándares que están a la par de los del mundo desarrollado. Ésa es la contrapartida natural de las compensaciones materiales que tales emprendimientos en ocasiones otorgan a quienes los acometen. Sus frutos también suponen asumir responsabilidades tanto colectivas como individuales, como lo muestra este caso, y ellas deberán hacerse efectivas.

Sin embargo, como es obvio, en los días y semanas venideros -que previsiblemente serán largos-, la prioridad es el sustento y rescate de los mineros atrapados. En su cumplimiento, cabe tener presente que en las primeras palabras del Presidente de la República hubo un merecido homenaje a la condición minera de Chile, adquirida en poco más de un siglo y medio y que marca un cambio en la psicología nacional, originariamente agrícola del Valle Central. Esa condición añade a nuestra alma colectiva un ingrediente de dinamismo, de emprendimiento, de exposición al riesgo de ciclos de prosperidad y dificultad.

En los días que llevaron a la feliz constatación de ayer, es justo destacar la resolución que desde el primer momento mostró el Presidente de la República para lograr exitosamente el rescate de la vida humana. Él se hizo cargo personalmente de conducir las faenas de búsqueda, pese a que se trata de una mina privada. Para ello comprometió todos los recursos del Estado -técnicos, policiales, militares, de la minería estatal- y coordinó un enorme esfuerzo de ayuda de la minería privada, incluyendo la traída al país de las más sofisticadas tecnologías y maquinaria extranjeras, en condiciones y plazos que no parecerían conseguibles. No vaciló en arrostrar las impredecibles consecuencias que eso suponía, sin mirar a los resultados de imagen política, que bien pudo ser adversa, dados los fortísimos factores de emocionalidad que imperan en estas situaciones. Esa prescindencia de lo mediático para atender a lo sustancial es lo que se espera siempre de un Jefe del Estado.

Resalta igualmente el desempeño del ejecutor de esa voluntad, el ministro de Minería, Laurence Golborne, que hoy recibe el aplauso y la gratitud de todo Chile, como lo han manifestado públicamente los parlamentarios de esa zona, al igual que figuras políticas como el ex ministro Germán Correa, entre otros, en un reconocimiento por sobre las diferencias políticas cuya elevación los honra.

La forma como Chile ha respondido a esta prueba muestra que se han recogido las amargas lecciones del terremoto y maremoto recién pasados, y que en los breves meses transcurridos ya se registran progresos: en contraste con lo observado entonces, esta vez cabe legítima satisfacción al comprobar que es posible esperar resultados positivos de una coordinación gubernamental eficaz, que ha evidenciado otro estilo y capacidad de gestión.

En lo inmediato, es hora de gratitud. El Presidente declaró ayer, en la mina misma, que ése es un lugar "para agradecer a Dios y que une profundamente a los chilenos". Con las variadas visiones de fe en que se apoyó la esperanza nacional en estos días, sus palabras expresan un sentimiento ciertamente compartido.


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