miércoles, 27 de octubre de 2010

CUENTO MILITAR


QUE PENA QUE ESTAS COSAS REPERCUTAN EN LAS NUEVAS GENERACIONES, PERO TIENE SU EXPLICACION, CUANDO TU PADRE PASA POR MOMENTOS DIFICILES Y TU NADA PUEDES HACER

LAMENTO PROFUNDAMENTE LA DECISION DE ANDRESITO, PERO SI ES BUENO PARA EL, LE DESEO LO MEJOR

Les adjunto un hermoso "cuento" que recibí de mi hijo Andrés Magaña,
quien se retiró de las filas del Ejército con el grado de Teniente,
pese a su gran motivación y cariño. Sus últimos años en la Institución
se desempeñó en las FF.EE. como instructor de los cursos de Comando,
de Paracaidistas y de Combate Especial. Como pueden ver, no sólo se
contentó con ser Oficial del Arma de Infantería, sino que se
especializó como combatiente experto a través de la realización de los
cursos más exigentes y duros del Ejército de Chile, donde sólo
postulan y aprueban los más capaces..


Nunca entendí el por qué resolvió retirarse, dado a que desde siempre
sólo quiso ser Oficial de Ejército, más aún cuando me correspondió
mandar el glorioso y heroico Regimiento de Infantería Nº 6
"Chacabuco", el mismo que combatió en la sierra peruana y legítimo
heredero de los 77 de "La Concepción" con Ignacio Carrera Pinto a la
cabeza, hazaña que dió como tradición el "Juramento a la Bandera" que
hasta hoy, año a año, sella el compromirso inmortal de todo soldado
chileno de dar la vida por su Patria. En esa época él se interesó y
empapó al máximo con la historia de mi Regimiento y con las grandes
hazañas guerreras de nuestro querido Ejército..

Después de leer el documento que les adjunto, me quedó claro el por
qué se retiró del Ejército y llegué a concluir que simplemente, la que
más perdió fué la Institución. Lamentablemente.


Andrés Magaña Bau
Coronel (R)
Procesado por los DD.HH


Anoche, encontrándome solo en mi casa, sentado frente al fuego, medio
hipnotizado por el compás de las flamas, pensaba en mi paso por el
Ejército y el motivo que me llevó a pedir mi retiro de las filas,
medio dormido y ya cansado podía sentir el ladrido de los perros que
alertaban que alguien a lo lejos se acercaba. En pocos minutos pude
sentir cómo alguien caminaba hacia la puerta y con determinación y clara
seguridad golpeaba 6 veces. Extrañado, pues no esperaba a nadie, me
levanté y sin dudarlo mucho abrí sin saber con claridad quien esperaba
al otro lado.

Gran impresión me llevé cuando vi frente a mí un hombre vestido con
uniforme de la Guerra del Pacífico, que aunque iluminado levemente
por el reflejo del fuego del living, lograba distinguir entre sus
harapos desgastados pero dignos, unos botones con estrella en su
interior y un numero 6 en el frontis de su gorra, muy parecido a
Ignacio Carrera Pinto.

Lo primero que pensé, fue que mis amigos tendrían todo esto muy bien
preparado para darme esta sorpresa, sabiendo lo mucho que vibro y
admiro los héroes de aquella época, pero al distinguir las botas, el
grosor y textura de su tenida, sentí una emoción, frío y algo de temor
recorriendo todo mi cuerpo.

Sin dudarlo y antes de permitirle al miedo apoderarse de mí, dije con
tono fuerte y seguro:

- Adelante mi Capitán Carrera - A lo que el hombre entró y poniéndose
junto al fuego dio la vuelta quedando de frente a mí.

- ¿Qué le pasa Teniente?- preguntó, sacudiéndose un poco el polvo de
las mangas y acomodándose el atalaje.

- ¿Por qué pregunta mi Capitán?-

- ¿Acaso duda usted de su decisión? Yo recuerdo que muchos años atrás
usted juró a su bandera y recordó con emoción el acto de arrojo, valor
y honor que mis hombres y yo demostramos en la sierra peruana. Yo lo
vi entrar a su vigilia de armas, recuerde que mi corazón descansa en
una cripta en la entrada de aquella catedral.-

Emocionado y con mucho cuidado, pues no quería que esto se acabara, me
acerqué a él y quedando a 3 pasos le respondí: - No dudo de mis
ideales, ni de mis decisiones mi capitán, pero resulta especialmente
difícil mantenerse fiel a éstas cuando la institución que debe ser la
reserva moral de nuestra patria está confundida y pretende con
tentadoras ofertas mantener a su gente que pasan a ser de apasionados
y fieros soldados a ridículos mercenarios que buscan una
"estabilidad". Por eso necesito saber si estoy bien o mal, porque me
resulta difícil de creer que sólo yo fui capaz de abandonar lo que más
quiero por no estar dispuesto a vender los ideales por los que usted
peleó -

El joven capitán, esbozando una leve sonrisa, mezcla de orgullo,
sorpresa y alegría, asintió con su cabeza diciendo: - tranquilo
teniente, los soldados como nosotros sabemos muy bien quienes son los que
han abandonado a su gente, los que han preferido firmar y regalar en
un cóctel lo que con tanto sacrificio y sangre ganamos para las
futuras generaciones, los que hoy llenan sus bolsillos de dinero con
el apoyo de mediocres "proveedores", los soldados como nosotros
tenemos un lugar más especial que el mismo cielo al minuto de morir,
un lugar donde nunca llegará el general que vendió sus principios por
unos laureles que no cuestan mas que mis botas -

Emocionado, pero no muy seguro de entenderlo, quise preguntarle más
para no tener ninguna duda y tratando de verle mejor los ojos que se
escondían entre la sombra, la gorra, las llagas y el polvo le pregunté
- ¿A quienes se refiere con los soldados como "nosotros"? y ¿Cuál es
ese lugar tan especial?-

Entonces un silencio se apoderó de todo el salón, las flamas del fuego
parecieron congelarse, el tubo de la combustión no sonaba más y algo
en el ambiente me advertía que estaba a punto de escuchar algo muy
especial. El viejo soldado dio un paso al frente, quedando más
expuesto a la luz del fuego, dejando a la vista un uniforme que
evidenciaba una gruesa capa de polvo en sus botas, las mismas que
carcomidas por el suelo y el rigor de la guerra tenían diferentes
parches y reparaciones que si bien desgastaban y rompían sus pies por
dentro, le demostraban al mundo que aun se encontraba en condiciones
de marchar, a si mismo, un pantalón rojo trataba de disimular la
sangre de camaradas y desconocidos que por compartir ideales conoció
en campos de batalla, un chaquetón azul se erguía recto y digno, lleno
de agujeros, sangre y polvo, impidiendo ver el daño y heridas en su
cuerpo, unos botones, palas, cuellos e insignias decoraban todo,
recordándole el motivo de vestir ese uniforme y el orgullo de ser
Chileno. Su gorra, atalaje, sable y revólver, recordaban el compromiso
del oficial y el honor de liderar y ser seguido por su gente aunque
esto signifique la muerte.

El viejo soldado me sorprendió mirando su cara y manos, impresionado
por las heridas, llagas, manchas y polvo, a lo que preguntó - Teniente,
que mis heridas no le impresionen, dejé a mi familia por la guerra,
caminé el desierto, monté guardia en la cordillera, encontré y perdí
buenos amigos en lo que demoraba un nuevo combate, fuí olvidado en la
sierra peruana sin saber que la guerra terminó mientras mi familia me
esperaba, nos rodearon, quemaron el lugar donde nos parapetábamos y
luchando perdimos la vida junto a 2 mujeres Chilenas y nuestro querido
perro el Cuico, pero mi mayor herida es ver como la gran mayoría
olvidó el sacrificio, se perdió el apego al honor y los valores, se
perdieron las tradiciones y nadie recoge hoy al soldado caído-.

-Respondiendo a su pregunta Teniente, le puedo asegurar que los
soldados como nosotros somos todos aquellos a los cuales me tocó
servir, compartir y dirigir en la guerra, son todas las familias y
personas que en el anonimato trabajaban por apoyar a sus hijos y amigos
que valientemente se encontraban librando combates en el norte del
país, son todos los políticos que supieron enfrentar el desafío de un
conflicto con tal de no desconocer la hombría y orgullo del roto
Chileno, son todos los soldados de hoy y ayer que como tú se mantienen
aferrados a las mismas creencias que motivaron la victoria, son todos
los civiles que en el anonimato escriben, investigan, reconocen,
debaten y crean películas para mantener vivo el sentimiento que de
alguna razón pueda devolverle al pueblo la moral que perdió, son todos
los que vendrán, que tendrán la misión de asumir su rol de "distinto"
frente al resto y seguir luchando por que esta minoría de honor,
tradición y moral sea cada vez más grande.-

Acomodándose la gorra y pasando junto a mí mientras caminaba a la
puerta, se detuvo antes de abrirla y dando media vuelta me dijo. -
Tranquilo Teniente, hoy galopo junto a mis camaradas en la tierra de
los que en muerte logramos la inmortalidad y mis filas se agrandan
cada día con civiles y militares que como tú se aferran a sus
creencias, tierra vedada para cobardes, donde hoy entran pocos
militares -

Abrió la puerta y quedándose unos segundos bajo el umbral, dijo -
Suerte Teniente, espero tener el agrado de galopar con usted en un
tiempo más - y cerrando la puerta se alejó.

Me senté donde todo esto comenzó, aún confundido y sin dimensionar
bien lo sucedido, pero tratando de entender la magnitud de la
recompensa de quienes se aferren a sus valores y el tremendo castigo a
aquellos cobardes que mienten, abandonan y niegan los suyos.

Entendí que el mayor premio es el ser capaz de mirar a las futuras
generaciones a la cara y poder darles un consejo, un apoyo o
simplemente escucharlas sin tener vergüenza de nada y sabiendo que me
estarán observando con admiración. Mientras que todo aquel que vendió
sus valores, negó a su gente, confundió el honor con orgullo y
prefirió simplemente un grado o un puesto a cambio de sus creencias,
no podrá pararse frente a una persona correcta sin esconder la cara,
mirar el piso o sentir que la otra persona siente lástima por él y lo
está analizando.

Sentado en el sillón frente al fuego, sentí que el sueño me vencía por
un par de segundos y confundiéndome en tiempo pude ver que la leña
estaba consumida como si hubiese dormido 30 minutos. Atribuí entonces
la conversación con el antiguo soldado a un sueño, pero que aun así,
entendí su mensaje, y ahora puedo decir que no espero que mi general
ni su gente se ponga los pantalones, pues ya han mentido, abandonado,
olvidado y traicionado sus creencias y no son capaces de mirarnos a la
cara, sólo espero, que alguna semilla no contaminada pueda llegar más
alto que ustedes algún día, algo así como un gran político o
presidente, que pueda germinar el fruto del honor, la palabra, la
tradición y el orgullo de ser Chileno, ya que ustedes no fueron
capaces de rescatar este sentimiento.

Al día siguiente, mi señora me pidió que si venían amigos en la noche,
que por favor entraran con las botas sin polvo y no entendía de donde
pudo salir un polvo tan fino y seco estando acá en el Sur. Entonces la
miré, le sonreí y sentándome frente al computador puse frente a mi un
billete de mil pesos donde aparece la imagen de quien fuera anoche mi
visita y como dice en aquel billete, "a sus héroes" me puse a
escribir.


Andrés Magaña Tapia
Persona




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