viernes, 7 de enero de 2011

Escuchando al pueblo y hundiendo al país



Posted By admin on January 5, 2011

Gobernar con las arcas llenas de dinero es fácil. Evo Morales no sólo tenía las arcas repletas gracias a que los precios de las materias primas están altos, sino que al nacionalizar las empresas productivas del país y liberar el tráfico de cocaína el dinero sobraba.

Por José Brechner

Bolivia es por regla general el primer país latinoamericano en meter la pata profundamente pero también es el primero en sacarla. Sus vecinos históricamente han seguido a los bolivianos, sin duda inconscientemente, ya que Bolivia no es el mejor ejemplo a imitar, pero sirve de parámetro para predecir lo que sucederá en el resto del continente.

Gobernar con las arcas llenas de dinero es fácil. Evo Morales no sólo tenía las arcas repletas gracias a que los precios de las materias primas están altos, sino que al nacionalizar las empresas productivas del país y liberar el tráfico de cocaína el dinero sobraba.

Lo único que nunca le faltó a Morales es dinero. Le llenaron el saco desde Venezuela para celebrar sus piquetes con miles de “voluntarios” pagados. Una vez consagrado como el patotero número uno, Hugo Chávez le dio más dinero para hacer su campaña presidencial interpretando al “humilde campesino aimara”, que fue eficazmente vendido a la prensa internacional quitándole la primicia a National Geographic.

Toda la historieta creada sobre la figura de Evo Morales poco a poco está empezando a diluirse y es porque afortunadamente las mentiras no pueden mantenerse vigentes por tiempo indefinido, de lo contrario no existiría la justicia. Sin embargo, siendo Bolivia el país donde la justicia es lo que menos funciona, Evo sigue perdurando.

A Su Excelencia que dijo que gobernar es fácil, que sólo hay que resolver el día a día, le llegó el momento difícil. Es fácil cuando te regalan el dinero, robas empresas o traficas drogas. Pero deja de serlo cuando no hay fondos y no tienes idea de cómo se genera riqueza decentemente.

El aumento de los combustibles a su precio real, fue la única medida coherente y responsable del gobierno, pero obviamente generó rechazo popular por hacerla de golpe.Si se hubiese hecho de acuerdo al alza paulatina que sufrieron los carburantes internacionalmente, no se hubiese sentido. Pero Evo hubiera dejado de ser popular.

Como dijo un político norteamericano con relación a la política económica de Obama: “Si la casa está cálida es porque estamos quemando los muebles”. Con Morales es lo mismo. Está gastando los pocos recursos del país, pero el pueblo está contento.

La falta de visión a futuro es la característica clásica de los progres, a quienes no les importa lo que vendrá. Todo su esfuerzo se enfoca en mantenerse en el poder y obtener el aplauso momentáneo.

El precio del barril de petróleo en Bolivia está en 27 dólares, decidieron subirlo a 59. En el exterior está en 90 dólares. A Bolivia le cuesta producirlo entre 58 y 60 dólares. Como las petroleras están forzadas a venderlo al precio subsidiado, no desean producir combustibles líquidos.

Los carburantes bolivianos se contrabandean a los países vecinos, lo que genera escasez en Bolivia que tiene que importar gasolina de Chile. El año pasado se importó por valor de 666 millones de dólares y el presupuesto de este año es de 1.000 millones.

Con el brusco aumento, Bolivia estaba que ardía. Por primera vez se quemaron banderas de Venezuela y se destruyeron imágenes del Ché Guevara. Los actos fueron espontáneos, salieron del corazón del pueblo, sin amedrentamiento de los caciques indígenas, sin dinero, sin organización y sin líderes.

A Evo se le mojaron los calzones e inmediatamente revirtió el aumento del precio de los combustibles, dejando las cosas tal como antes. La ilusión de bienestar seguirá adelante, hasta que la caída sea letal.

Ninguna economía puede sustentarse con subsidios. Es sólo cuestión de tiempo hasta que Bolivia esté mendigando ayuda internacional. Considerando el prontuario de sus gobernantes, nadie le dará un centavo, tal vez con excepción de Irán, que no es demasiado generoso y en contrapartida exige que les abras las puertas a sus clérigos y a Hezbolah.

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