Por Guillermo J. Tiscornia* para el Informador Público
1. A modo de introducción, y previo a ingresar en lo que específicamente interesa, cabrá señalar que no en vano, y, en pocas ocasiones la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA) ha opinado, por ejemplo, sobre fallos judiciales relativos a la prensa.
2. La conclusión que es dable advertir es que, cuando las sentencias son adversas, las mismas “constituyen una concepción que tiene profundas y lejanas raíces autoritarias ya sea de índole anarquista o autoritaria...”. Cuando son favorables, son destacadas por defender y afianzar la libertad de prensa.
3. Como puede observarse, se trata de un criterio carente del más mínimo fundamento objetivo, y que solo reivindica exclusivamente aquello que favorezca a la prensa indiscriminadamente, importando poco -o más bien nada- el mayor o menor grado de acierto de lo decidido.
4. Esta reiterada práctica deja traslucir la existencia de una norma no escrita arraigada fuertemente en las estructuras periodísticas que rige en el gremio en cuestión: “no debe hacerse periodismo de los periodistas”.
5. La libertad de expresión y de consecuente de opinión en modo alguno puede conducir a un exacerbado y abusivo derecho a informar a la sociedad sobre eventos que concitan o puedan -eventualmente- conmover a la opinión pública. La libertad de informar, en una comunidad que se precie de civilizada, no puede concebirse en forma absoluta, sino por el contrario de modo responsable, esto es respetando la verdad y autenticidad de los hechos y difundiendo la información por canales y criterios genuinos con estricto apego al marco de la objetividad.
6. El derecho del público de informar como de ser informado, supone un andarivel de estricta responsabilidad y de profesionalidad en los canales habituales de información y comunicación.
7. En muchos casos es dable observar la práctica de un periodismo autoreferencial, editorializado, y groseramente tendencioso. Esto es, canales de comunicación e información devenidos en usinas repetidoras al servicio de designios propios de intereses sectarios bien definidos.
8. Operadores mediáticos al servicio exclusivo de la detracción mediante el simple empleo del denuesto, para referirse en forma liviana e irresponsable (y en algunos casos malintencionadamente) a la actuación de ciertos actores de la vida pública, entre ellos la de los magistrados, a partir del simple desagrado que a los intereses de los sectores a los que inocultablemente responden pueda provocar el sentido de ciertas y determinadas resoluciones judiciales.
9. Ello porque sencillamente la información que se observa empleada no resulta ser, precisamente, veraz. Mentiras habitualmente disfrazadas en “falsas primicias” o pretendidas “notas de investigación” que encierran “ocultas, difusas y temerosas reservadas fuentes”, que habitualmente coinciden con “idénticas y groseras falsedades”, que se descalifican a sí mismas frente a la contundencia de las mismas actuaciones y decisiones judiciales tendenciosamente criticadas.
10. Ello tiene -lamentablemente- una razonable explicación: Tal como lo explicara con envidiable sencillez Héctor Ruiz Núñez (“Que se oculta detrás de las cámaras ocultas”, -Revista Y CONSIDERANDO, publicada por la Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional, año 1, número 7 del mes de diciembre de 1998, págs.18/19), los medios masivos de comunicación y difusión están dirigidos por empresarios con el fin de lucro como objetivo central, en un juego de intereses que no necesariamente coinciden con los de la sociedad en su conjunto. El mismo ejemplo dado por el aludido Ruiz Núñez permitirá aclarar la idea. Si una tarea de “investigación periodística” detectara un posible evento de corrupción en los sorteos del programa que anima la conductora Susana Giménez ¿Telefé difundiría la nota? Si, por ejemplo, la detección se refiriera al programa de Sorpresa y Media ¿Canal 13 difundiría tales imágenes?
11. La antedicha reflexión nos lleva a otro escalón y cabe preguntarse, de igual modo en que lo hiciera Héctor Ruiz Núñez, ¿quiénes fueron a su turno los dueños de los medios masivos de comunicación en la Argentina? Un escalón por debajo de la corporación Clarín, estuvo el CEI (Editorial Atlántida, Telefé, Canal 9 y parte de América TV). Después estuvo el llamado grupo Vila, donde se sindica a José Luis Manzano y a Adelina de Viola.
12. En el deporte, la poderosa Torneos y Competencias de propiedad en su momento de Carlos Ávila, a su tiempo presidente de Canal 9.
13. Estos son algunos nombres que deciden a diario cual debe ser la “línea editorial” de los medios que ellos mismos poseen.
14. Desde luego que, parafraseando nuevamente a Ruiz Núñez, algún sector de la sociedad podrá confiar en que esos medios de comunicación representan una efectiva garantía de objetividad en el manejo de la información.
15. Pero -también- otro sector de la opinión pública seguramente avizorará -sin mayor esfuerzo de imaginación- los poderosos intereses en juego que en ciertos casos conllevan a un manipuleo liviano e irresponsable en la administración y suministro de la información.
16. El prealudido ejercicio intelectual del aludido Héctor Ruiz Núñez ha llevado a visualizar una prensa exclusivamente estimulada por factores ajenos a una vocación de servicio, ello a pesar de aislados esfuerzos individuales de ciertos comunicadores quienes pretenden apegarse a la verdad y sobriedad.
17. De tal modo que el rating, las mediciones de audiencia y la venta de ejemplares son el parámetro principal que -en el plano de la pura realidad- fija la política de los medios. Así en el altar de las leyes de mercado se sacrifica el buen gusto, la prudencia informativa y muchas veces la propia verdad.
18. La República Argentina se caracteriza por la ausencia de un tejido normativo adecuado que regule el gran negocio de los medios de comunicación. Establecer ciertas reglas de juego claras no equivale a atacar la libertad y el derecho a la información. El marco regulatorio recientemente aprobado dista -por lejos- de brindar garantías básicas de ecuanimidad en la materia.
19. Eso sólo lo podrían argumentar los dueños de ese gran negocio y quienes temen a los medios de comunicación o quienes coquetean con ellos. La creciente inescrupulosidad con que a diario actúan las corporaciones mediáticas, especialmente la televisión abierta y por cable, es un tema de análisis y autocrítica cada vez más importante en Europa y los Estados Unidos de Norteamérica, aun dentro de los círculos periodísticos.
20. Por tanto, y dentro de este contexto, el hecho de presentar una noticia de manera ostensiblemente distorsionada, reproduciendo falsedades objetivamente demostradas, representa la peor forma de estafar a la opinión pública, induciéndola a creer en algo que en realidad no ocurrió del modo en que se pretende informar.
21. Dicho de otra forma, presentar la noticia mediante canales de auto referencialidad para exclusiva satisfacción de los intereses específicos de usinas interesadas y bien identificadas, favorece a forzar o justificar una conclusión que confunde al público, que tiene derecho a ser bien informado... aun cuando la noticia involucre desfavorablemente a sectores bien identificados de la dirigencia política, de la economía o -eventualmente- del empresariado. O, también, porque no -en otros casos-, de la propia prensa.
22. La falta de exactitud en el registro de los hechos, el uso de fuentes anónimas y la tendencia cada vez mayor al sensacionalismo son las principales causas de la pérdida de credibilidad de la prensa en los Estados Unidos, según reveló un estudio realizado por la Asociación Estadounidense de Editores de Periódicos (ASNE, según su sigla en idioma inglés).
23. Para recuperar la confianza del público, los editores de los diarios necesitan reforzar el rigor informativo y restablecer los lazos con los lectores según lo señalara Edward Seaton -presidente de la agrupación que reúne a los principales periódicos del país- al dar a conocer el estudio. “Tenemos que reducir el peligroso uso de citas anónimas y poner límites a las opiniones de los expertos”, agregó Seaton, que es editor jefe del diario The Manhattan Mercury, Kansas.
24. La investigación reveló altos porcentajes de escepticismo con respecto al trabajo de los periodistas. Cerca del 80 por ciento de los encuestados respondió que los periódicos dramatizan exageradamente algunas noticias para vender más ejemplares y que las noticias sensacionales reciben más cobertura porque son “excitantes”, y no por su importancia o relevancia propiamente informativa.
25. Los lectores desconfían también de la independencia de los diarios: el 78 por ciento afirmó que la selección y el tratamiento de la información pueden estar influidos por personas, grupos u organizaciones poderosas que presionan para “matar” una noticia o darle una orientación determinada.
26. En el mismo sentido, el 50 por ciento opinó que existen personas o grupos que reciben un “tratamiento favorable” en los diarios.
27. El estudio demostró que la credibilidad se ve amenazada también por los pequeños errores cotidianos. Más de un tercio de los interrogados señaló que varias veces a la semana encuentran errores gramaticales o de ortografía en sus periódicos y que eso los desalienta para continuar la lectura.
28. El informe, que se difundió tiempo atrás, es la primera parte de una investigación que se llevará a cabo durante tres años. Los resultados surgieron de una encuesta telefónica nacional realizada en los meses de abril y mayo de 1998 entre tres mil adultos. Se evaluó también un cuestionario de 12 páginas respondido por periodistas y una serie de entrevistas grupales abiertas realizadas en ese período.
29. Para calibrar el impacto generado en el público lector, La Sociedad Americana de Editores de Diarios, concluyó en los siguientes resultados:
-más del 80% de los estadounidenses dice que las historias sensacionalistas obtienen mucho espacio en los medios simplemente por ser excitantes y no porque sean importantes.
-mientras que el 78% de los estadounidenses cree que los medios son tendenciosos, no existe un consenso sobre que significa tendenciosidad.
-El público tampoco se pone de acuerdo con las inclinaciones políticas de la prensa.
-el 78% del público cree que un individuo u organización poderosa pueden influir en las notas de un diario.
-Las personas con mayor poder de influencia, según el público son, los políticos, los representantes del gobierno, las grandes corporaciones, los individuos millonarios.
-el 42% de los encuestados opinó que la televisión es el medio más tendencioso, mientras que un 23% dijo lo propio respecto de los diarios.
- en cuanto a los fuentes anónimas, un 45% dijo que la historia no debería ser difundida si no existe por lo menos una fuente identificable.
-más de un 75% expresó preocupación acerca de la credibilidad de las coberturas basadas en fuentes anónimas.
* Ex juez en lo Penal Económico.
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viernes, 1 de abril de 2011
La libertad de expresión en la República Argentina y la manipulación de la información
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