jueves, 23 de junio de 2011

Carta a Cheyre (Histórica)


Santiago, 15 de Febrero de 2006.

AL COMANDANTE EN JEFE DEL EJÉRCITO
GENERAL DE EJERCITO JUAN E. CHEYRE ESPINOSA
Presente.

Recordado Juan Emilio:

Faltando pocos días para que hagas entrega de tu alto cargo como
Comandante en Jefe de nuestra Institución y basándome en el
conocimiento que tengo de tu persona, el que arranca desde que éramos
alumnos en esa siempre recordada Escuela Militar, Tenientes de ella y
posteriormente profesores titulares de la Academia de Guerra; además
de otras actividades profesionales en las que nos correspondió
compartir juntos, he estimado oportuno remitir a tu persona la
presente para manifestarte algunos sentimientos que, como tu bien me
conoces, nacen de lo más profundo, sincero y honesto de mi corazón,
como persona y soldado.

Los mencionados sentimientos y reflexiones apuntan a mis personales
experiencias respecto a esto tan extraño que me ha correspondido
enfrentar en los últimos años, junto a mi querida Esposa y Familia, en
mi calidad de Oficial Superior en condición de retiro de nuestra
institución, y cómo ellas se relacionan con algunos de los sucesos que
últimamente han afectado al Ejército.

En primer término es evidente que los medios de CC.SS., en
determinadas ocasiones y para especiales materias, difunden las
informaciones de un modo que eventualmente les sea conveniente por
diferentes motivos que los puedan inspirar, tales como políticos,
económicos, filosóficos, etc., lo que puede inducir a que las
opiniones individuales basadas exclusivamente en lo publicado tenga un
porcentaje de subjetividad. Sin embargo, la repetición constante de
situaciones anormales que han afectado a nuestro Ejército durante tu
gestión -junto con opacar totalmente aquellos aspectos positivos y muy
importantes o exitosos, que sin duda has logrado- y tus actitudes y
resoluciones frente a aquellas situaciones, me proyectan la imagen de
un individuo absolutamente diferente al que yo conocí.

Eres otra persona, Juan Emilio. Nunca imaginé escuchar de tu boca,
públicamente, conceptos bastante alejados de nuestra estructura
valórica, sobre la cual descansa la existencia misma de nuestra
institución, tales como: dar por hecho a priori mi supuesta
culpabilidad en la ejecución de también supuestos ilícitos, al decir
que las tribulaciones que yo enfrentaba, era un tema exclusivo de los
tribunales de Justicia y que el Ejército no tenía nada que ver con
esas materias. Por lo tanto yo, tu colega que has conocido toda una
vida, era culpable de las barbaridades y estupideces de las cuales un
conjunto de sujetos de muy precaria moralidad, fuerte odiosidad e
investidos de un manto de víctimas que nunca les ha correspondido,
pretenden inculparme, buscando lograr un objetivo que como bien
entenderás, está muy alejado del manoseado y desacreditado concepto de
“verdad y justicia”, dejando de paso con ello, en la más absoluta
orfandad y a disposición del enemigo, a cientos de nuestros leales
subalternos, que en aquella aciaga época, solo cumplieron valerosa y
convencidamente, con su deber de soldados y, por supuesto, con esta
actitud tuya, aceptar la versión falsa e interesada que te
proporcionaba el bando que tanta tragedia produjo en Chile. En otras
palabras, nunca creíste ni consideraste como valedera, real ni seria,
la versión de los hechos que, majaderamente te expliqué en su
oportunidad y aquellos conceptos que te manifestó Angie, cuando
tuviste a bien recibirla en tu despacho. Solo nos expresaste, en
privado, que tuviéramos confianza en ti y en tu gestión. Resultado a
la fecha: el que tú conoces.

El hecho de enfrentar a la justicia jamás me ha amilanado, pero dadas
las particulares posturas e intencionadas interpretaciones que se han
hecho de todas las figuras constitutivas del ordenamiento jurídico
nacional para juzgar a todos aquellos que combatimos a un adversario
artero, violento, cruel y sanguinario, preparado de antemano para
asesinar y aterrorizar a la sociedad chilena hace más de 30 años atrás
y que tu muy bien conoces, me han producido una sensación de
impotencia y soledad corporativa enorme, al percibir que enfrento una
abierta y muy bien planificada injusticia ante lo cual,
individualmente, no me es factible visualizar la conquista de una
legítima solución, constitucionalmente justa, legal y apegada al
respetable concepto de lo que es la Justicia.

¿Sabes tú como se me lacera el corazón cuando escucho de tu boca
conceptos como el detallado, especialmente al estar convencido que no
ha escapado de tu percepción, que la mayoría de los miembros del Poder
Judicial son tan víctimas como yo, al no poder soportar la formidable
presión política que sobre ellos se ejerce, para que materialicen la
tan deseada venganza que busca el adversario de ayer, impidiéndoles
hacer respetar las leyes, el Estado de Derecho y emitir resoluciones
inconstitucionales y contrarias a su moral y a su alta investidura?

¿No te nace decir nada al respecto a quién corresponda, como por
ejemplo solicitar respetuosamente, que se apliquen para militares que
están en una situación como yo, las leyes vigentes en Chile y se
termine con la injusticia, la inmoral persecución y el odio, tal como
lo debieron haber hecho en su oportunidad tus antecesores hace mas de
15 años atrás? ¡Hasta cuando se deberá soportar esta abierta
prevaricación, contando solo con los ingentes, pero inútiles hasta
ahora, esfuerzos de los Abogados!

En fin, pero así empezó toda esta situación, para lo cual y para mayor
abundamiento, te adjunto un documento solo para tu conocimiento
personal y para que extraigas tus propias conclusiones, pero ten por
sentado desde ya que soy inocente de todo ilícito, moral y profesional
con el cual han pretendido vincularme, junto a mis subalternos de esos
años, tal como consta en infinidad de expedientes judiciales en los
cuales están los detalles de cada uno de los espurios procesos a los
cuales he sido sometido, después de deambular por más de 27 años por
casi todos los Tribunales del Crimen de Santiago.

¿Me habrás usado como un elemento de transacción con mis vengativos
adversarios para la obtención de determinadas promesas que
eventualmente pudieran beneficiar a otras personas o “en bien del
futuro de la institución o de la Patria ”? Esta apreciación me la hago
para tener una mínima justificación medianamente lógica ante el
sinnúmero de barbaridades y arbitrariedades con las que he sido
tratado en el ámbito de lo tu llamas “Justicia”.

Si así ha sido, esta actitud tendría una denominación muy ofensiva
para su ejecutor, particularmente si ostenta el honor de vestir
nuestro uniforme y comandar la institución permanente más importante
de la República, acepción que me abstengo de explicitar pues aún
guardo la esperanza y confianza que los camaradas integrantes de
nuestro Ejército de Chile, especialmente los componentes del Alto
Mando, conservan la misma estructura valórica en la cual tu, yo y
ellos hemos sido formados.

Si no ha sido así, mis más profundas excusas por esta sospecha, con la
certeza que más temprano que tarde, se conocerá la verdad,
solicitándote que no olvides que, recientemente, millones de seres
humanos en gran parte del mundo fueron masacrados, asesinados y
vejados, esperando el cumplimiento de determinados compromisos que en
su momento una filosofía política intrínsecamente perversa y atea,
prometió cumplir.

Adicionalmente deseo manifestar que nunca, ni antes de vivir esta
extraña actual condición, ni ahora, ha salido de mi boca alguna
palabra u opinión que insinúe alguna crítica o molestia hacia tu
gestión, actitud que estimo fundamental para corroborar la
consecuencia con la que se debe comportar un individuo que
verdaderamente ama a su institución, la respeta, que tiene el alto
honor de tener dos hijos entregados a ella y que siente sólidamente
que, junto a su esposa, sigue perteneciendo a nuestra gran Familia
Militar. Con esta aseveración quiero que tengas por seguro que los
temas que trato en la presente, sólo los hago contigo.

Volviendo a lo central de lo expuesto, estos apresuramientos con el
cuales has emitido juicios condenatorios públicos, se han repetido con
sorprendente continuidad como por ejemplo, entre otros, los en extremo
lamentables sucesos de Antuco y la Antártica , juicios que han dejado
también en la orfandad más absoluta y entregados al
patético-repetitivo y vergonzoso-escarnio del vulgo a los presuntos
responsables de dichas tragedias, mucho antes de conocerse la realidad
de lo sucedido y de tener a la vista los resultados de las respectivas
indagaciones sumarias administrativas y judiciales, actitudes tuyas
que invariablemente conducen a la aparición de un sentimiento de
desconfianza y desconcierto en el corazón de todos tus subalternos,
con el agravante de exponerte tu mismo a críticas inaceptables en las
cuales públicamente se cuestiona la honorabilidad de nuestro
Comandante en Jefe y, por parte de una importante autoridad de
Gobierno, el honor de aquellos integrantes de la Institución que
pertenecimos a ella en un período determinado, en circunstancias que
sobre muchos de ellos, tanto tu como yo, tenemos responsabilidades
directas en su formación valórica y profesional. Pese a todo lo
anterior, ante tanto agravio y grosería, no he visto ni oído
reacciones tuyas con el señalado apresuramiento que has demostrado
para prejuzgar a tus subalternos.

Creo que si de rotular responsabilidades apresuradas se trata, la
magnitud de las consecuencias que han tenido todos los hechos
relatados, debería hacer meditar los verdaderos grados de compromiso
que le corresponden a otros niveles superiores del mando institucional
y asumir sus faltas con honor, valor y decisión, pues permanentemente
todos los errores de trascendencia nacional que han involucrado a
militares, los han tenido que asumir solo los subalternos, los que en
definitiva, no han hecho otra cosa que dar cumplimiento a una cadena
de políticas y ordenanzas que emanan desde el más alto nivel de la
jerarquía del Ejército, sin excluir por supuesto, las personales
faltas, omisiones, irresponsabilidades o delitos cometidos por los
señalados subalternos, situaciones que deberían dar cabida a castigos
ejemplares, pero solo una vez determinadas todas las circunstancias de
los hechos y agotadas todas las instancias legales,
constitucionalmente respetadas, que un caso determinado amerite, pues
nadie está autorizado para presumir anticipadamente que un militar
-Oficial o Suboficial- premeditadamente planee producir una catástrofe
en la se pierdan valiosas vidas y a exponerse a ser tratado
públicamente como asesino, criminal, torturador u otra ofensa por el
estilo, la que no solo afecta al individuo, sino a la institución
toda.

¿Qué ha sucedido contigo, Juan Emilio? ¿Donde ha quedado aquel
destacado Oficial que yo observaba con orgullo que pertenecía a la
misma institución que yo y profesaba mi misma carrera profesional con
ejemplar honor, valor, lealtad y justicia? Me sentía muy bien por
aquello.

La respuesta la tendrás tú, pues yo por ahora, no tengo explicación.
Tu sabes que jamás tú o yo nos prestaríamos para ejecutar, ser
cómplices u ocultar una falta o delito cometido por algún miembro de
nuestro Ejército; muy por el contrario: seríamos los primeros en
asumir nuestras propias responsabilidades o denunciar a quién hubiese
correspondido, pero con todas las evidencias claras a la vista y
siguiendo los procedimientos legales justos que se deben aplicar en
dichos casos. Finalizados estos procedimientos, seríamos también los
primeros en exigir el castigo ejemplar y más drástico para el
culpable, pues eso es lo que indica el compromiso de nuestra profesión
y de nuestro juramento pero, insisto, actuaciones tuyas como las
relatadas en la presente, no corresponden al perfil que acabo de hacer
de tu persona y que aún trato de conservar en mi retina afectiva y
motivacional.

Te observé detenidamente cuando tuviste la deferencia de venir en
vísperas de Navidad del año pasado, a efectuar una visita a los que
nos encontramos en este Campo de Prisioneros. Cuando te retiraste, me
pregunté: ¿A qué viniste?, pues ni siquiera me deseaste felicidades,
buenos augurios para mi querida Esposa y Familia a los que conoces
toda una vida, reforzarme la esperanza de una Justicia pronta y legal,
si yo tenía necesidad de algo, etc. y etc. Nada de eso; sólo hablaste
de algunas penurias tuyas del momento, tu cansancio y, finalmente,
participaste de un pseudo corto servicio religioso en el que los
sacerdotes presentes evidenciaban un nerviosismo absoluto. Lo único
rescatable para mi durante tu estadía en este lugar, fueron los
abrazos de llegada y despedida que nos dimos. Solo en ese momento, te
sentí sincero. De ahí mi pregunta: ¿Qué te han hecho, Juan Emilio, y
que te ha pasado?

Finalizo la presente, con la convicción que interpretarás la presente
sólo como una personal reflexión de un Oficial Superior de nuestro
Ejército que ha sido expuesto a vicisitudes extremas en forma
arbitraria, ilegal e injusta; que sufre con el dolor que actualmente
invade el alma de todos los que pertenecemos al Ejército y que no ha
sentido la presencia afectiva ni moral del máximo representante de su
querida Institución, persona que en su momento la consideró su Amigo,
concepto que si es real y sincero, se manifiesta con mayor fuerza en
las penas, más que en las alegrías.

Te consta que jamás te he pedido nada y en esta ocasión tampoco lo
haré. Solo aspiro a que nunca más, por situaciones como las descritas,
se permita que poderes o fuerzas fácticas descalifiquen y pretendan
destruir a nuestra institución y que sean causantes del deterioro de
la profunda vocación militar profesional que actualmente invade el
espíritu de mis hijos que pertenecen al Ejército de Chile, solo por el
hecho de llevar, con orgullo, el apellido que llevan y que no se
niegue, por las mismas razones, que mi esposa y resto de la familia ,
vean limitada su pertenencia a la gran familia militar.

Que Dios te bendiga, recordado Juan Emilio, al igual que a tu
distinguida esposa y familia, pues lo que es a mí, ya me bendijo con
dotarme de la sangre que corre por mis venas, entregada por mis nobles
antepasados; por permitirme tener la esposa y familia que tengo, que
con ejemplar dignidad y estoicismo soportan esta tan pesada Cruz; por
darme permanentemente la fuerza para mantener la lucha contra la
injusticia ; por darme la esperanza cierta de la pronta finalización
de la aberrante condición a la que me han sometido; por alejar de mi
espíritu todo viso de odiosidad hacia los que tanto daño me han hecho;
por estar rodeado de un sólido sentimiento de amistad por parte de un
sinnúmero de personas honorables y de corazón sincero que no han
escatimado esfuerzo alguno por demostrar su cariño y aprecio hacia mi
persona; por haberme permitido pertenecer a mi querido Ejército
chileno desde el cual me dio la posibilidad, entre otras tantas
realizaciones, de luchar por la libertad de esta tierra que no me vio
nacer, pero que la amo y respeto como si fuera integralmente mía y por
sentirme tan amado por Angie, mis hijos y familia toda, como lo estoy
hoy, después de más de 35 años de matrimonio y pese a los caminos tan
llenos de misterios que Él ha tenido a bien diseñarme en mi vida.

Adiós, Juan Emilio. Te deseo un futuro exitoso y venturoso en el mundo
civil, junto a tu Esposa y seres queridos, esperando que aquel perfil
que me permití diseñar respecto a tu persona y la imagen que
porfiadamente se mantiene en mi retina de tu forma de ser, no se
diluya definitivamente.

Te saluda atentamente,


Fdo.) MIGUEL KRASSNOFF MARTCHENKO
Brigadier



P.S. Te adjunto documento prometido.



Nota: Esta carta fue estrictamente personal y privada. Sin embargo
dejó de serlo cuando el propio Gral. Cheyre la hizo pública en
diferentes círculos, en dos oportunidades. Sin respuesta a la fecha.


Sr. Brigadier Miguel Krassnoff Martchenko




No hay comentarios: