martes, 19 de julio de 2011

Cambio mayor en el gabinete




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La crisis que enfrentaba el Gobierno era política, y de allí que hubiera podido afectar al coordinador general del gabinete -el ministro del Interior-, a quien se le pedía una labor de conductor político, más allá de sus responsabilidades en seguridad pública. Pero, tras los conceptos que expresó en entrevista con este diario el pasado sábado, particularmente en cuanto a que "en política, los problemas se resuelven con más política", pareció anticipable que su titular, tan estrechamente ligado al Presidente de la República, continuaría en su cargo, como efectivamente sucedió.

Proceder a los cambios ministeriales con el ministro Hinzpeter a la cabeza significa que Piñera continuará imprimiendo un muy fuerte sello personal a su gabinete, rasgo en el que no hay, pues, modificación. En cambio, un "gabinete con los partidos" habría supuesto destinar a Interior a una figura muy señera de éstos, lo que no ocurrió.

Se está, así, ante una solución intermedia, en la que se mantiene la impronta de tono presidencial preeminente, al tiempo que se refuerza grandemente la presencia ministerial de la UDI, con la incorporación de dos de sus principales figuras al equipo de gobierno.

Los nuevos ministros

En Economía, Pablo Longueira, cuyo ascendiente sobre su colectividad es manifiesto, y Andrés Chadwick en la Secretaría General de Gobierno, quien durante la pasada campaña presidencial estuvo protagónicamente comprometido con el comando de la candidatura de Piñera. El segundo deberá revertir el déficit comunicacional -la peor deficiencia de este gobierno-: mejorar el cuadro político supone indispensablemente mejorar las comunicaciones.

Al mantener a Cristián Larroulet en la Secretaría General de la Presidencia, el Presidente ha querido retener una figura que encarna credibilidad, confianza, desprendimiento personal e indiscutida laboriosidad.

El cambio en OO.PP. denota que el enfoque original, exclusivamente técnico, es reemplazado por otro que pone mayor énfasis en la sensibilidad política -algo similar a lo que antes había ocurrido en Vivienda-, pues los logros técnicos no bastan por sí solos para proyectar a cabalidad la obra gubernamental. Laurence Golborne, que ingresó al ministerio por su perfil técnico y que luego adquirió un notable nivel de popularidad en las encuestas, tiene ahora la oportunidad, en un ministerio que se presta para ello, de consolidar una tónica política de su gestión. Eso requerirá, entre otros, demostrar ejecutividad en la reconstrucción posterremoto, así como nuevas obras -como los 70 kilómetros faltantes de la Carretera Austral, por ejemplo-, factores que en conjunto deberían ser uno de los sellos principales del actual gobierno. En otras palabras, a la obra que realice habrá de añadir el mensaje ciudadano que hoy falta. Esto depende en adelante esencialmente de él.

A cargo ahora de Mideplan, Joaquín Lavín asume lo que siempre se estimó como su área más propia: ya durante la campaña presidencial se pensó siempre que él sería el "gran ministro social", y ahora tiene esa oportunidad. No hay desmedro en su peso en el interior del Gobierno, pues logró avances valiosos, que se entrabaron luego por circunstancias -no todas de su responsabilidad- que este diario ha examinado largamente. Es del todo imaginable que imprimirá al área social, que le es particularmente afín, un impulso incrementado, que dé concreción a grandes aspiraciones, tales como el ingreso familiar mínimo, aún pendientes

A dos técnicos, Hernán de Solminihac y Fernando Echeverría, se les encomiendan sendas áreas capitales para el país, Minería y Energía, respectivamente, que vuelven a separarse, con lo que se expresa la importancia determinante que una y otra tienen para nuestro desarrollo. Las dificultades en Codelco y Enap hablan por sí solas, confirmando que ambas carteras demandan hoy una atención exclusiva de quienes asuman su gestión.

En Economía, la designación de Pablo Longueira parece indicar que el Presidente ha optado por una orientación que podría calificarse como de "Sernac potenciado". El nuevo ministro ha reiterado muchas veces que el gobierno de la Alianza no puede proyectarse como confundido con los intereses de sectores económicos o gremiales corporativamente poderosos, sino que debe velar por los de millones de consumidores y usuarios, que hoy sienten singular malestar ante abusos que pueden ser de menor cuantía, pero que se advierten extendidos. Desde esa perspectiva, el actual director del Sernac -dependiente de Economía- es representativo del espíritu que priorizan el Presidente y su gobierno. Ese objetivo es inseparable de la necesidad de seguir impulsando las incontables reformas microeconómicas faltantes, indispensables para el crecimiento y el desarrollo, pero muchas veces obstaculizadas por sectores reacios a los cambios. En esto, la agenda que deja Juan Andrés Fontaine es muy potente, y le corresponderá a Longueira darle vida real, con especial énfasis en los miles de pymes. Tales reformas son decisivamente necesarias, pues estas últimas no se mueven sólo por razones técnicas, sino que requieren un clima de comprensión y confianza en la autoridad. En este complejo cuadro, Longueira habrá de lograr un equilibrio de Estado.

En Educación -cartera históricamente muy difícil y hoy en aguda tensión-, Felipe Bulnes reúne los atributos que demanda un entendimiento fluido con el Congreso -aptitud que ha probado-, lo que debería permitirle sacar una agenda que, en esta etapa, tiene un muy complejo componente legislativo. El jurista reconocido habrá de erigirse ahora en un buen interlocutor para alcanzar las esquivas mayorías parlamentarias.

Al Ministerio de Justicia, otrora tradicionalmente postergado, con duras consecuencias para el país, llega Teodoro Ribera, académico de prestigio que en días recientes dio prueba de sus calificaciones, al sostener ante el Tribunal Constitucional la tesis del Gobierno contra la mayoría del Senado en materia de posnatal. El esfuerzo que Bulnes destinó a superar la situación que halló en materia de cárceles y servicios dependientes del Ministerio de Justicia o auxiliares del Poder Judicial -Sename, Gendarmería, Registro Civil, sistema de notarios y conservadores-, así como a modernizaciones impostergables -penal, procesal civil- necesita avanzar rápidamente a su concreción.

De qué dependerá el éxito

El éxito de este gabinete dependerá de varios factores. Desde luego, es una segunda oportunidad para Hinzpeter, de quien no sólo se espera que coordine al gabinete, sino que, además, logre alejar al Presidente Piñera de la contingencia cotidiana, que le ha significado a éste un enorme desgaste. El ministro del Interior es quien debe estar en la primera línea de las batallas políticas, reservando al Jefe del Estado sólo las grandes decisiones superiores. En esto, obviamente, necesitará contar con la colaboración del propio Presidente, y cabe suponer que ése es uno de los significados de su ratificación en el cargo.

Por otra parte, Piñera tendrá ahora en su ministerio a importantes figuras no sólo técnicas, sino también políticas. Una parte sustancial del peso político de la Alianza se ha desplazado del Congreso al gabinete -con Allamand, Longueira, Chadwick, entre otros-, pero eso no significa que el Mandatario pueda poner en segundo plano a las directivas de los partidos respectivos, encarnados en sus presidentes y directivas. No debería olvidarse que los partidos tienen vida y metas propias, independientes del Gobierno por definición, ya que están llamados a proseguir más allá del término de éste. Requiere arte político incorporar a los partidos al Ejecutivo, sin darles ocasión a sentirse marginados.

Asimismo, el indiscutible calibre técnico del Gobierno no ha lucido como se esperaba, lo que exigirá extremo cuidado desde el primer momento en cuanto a no prometer sino aquello que se pueda efectivamente realizar y demostrar en sustancia y plazo ante la ciudadanía. De allí que las metas deban ser mucho más específicas que hasta ahora, para hacer realidad aquello por lo que este gobierno fue elegido, esto es, la promesa de una gestión mejor que las anteriores. Esto último supone, inexcusablemente, una profunda modernización del Estado, detenida por años y en la que, lamentablemente, los avances son magros o, en todo caso, no perceptibles por el grueso de los chilenos.

Con todo, es profundamente lamentable que este ajuste haya apelado a nuevos enroques entre parlamentarios y ministros, fórmula constitucionalmente permitida desde 2005, pero que violenta el espíritu del régimen presidencial y, más aún, deteriora la legitimidad electoral del Congreso, por la muy desafortunada fórmula hoy vigente de reemplazo de las vacantes por simple designación de los partidos respectivos.



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