miércoles, 28 de septiembre de 2011

EL ALCALDE LABBÉ Y LA CLASE POLITICA






Un Líder de verdad es lo que nos hace falta. La Providencia (Divina) nos lo ofrece y hay que respaldarlo para que en su ausencia, el espacio no sea ocupado por falsos líderes infiltrados por la Izquierda.

PQP



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EL ALCALDE LABBÉ Y LA CLASE POLITICA


En medio de preocupantes signos de desgobierno, originados en el inmovilismo de un Ejecutivo acorralado en su debilidad ideológica, la clase política chilena se ha visto sorprendida por una inesperada amenaza a su statu-quo, al aparecer un líder dotado del valor y convicciones suficientes para ofrecer a la ciudadanía lo que ellos no ofrecen. Con absoluta prescindencia de los requiebros demagógicos y rebuscadas filigranas a que nos tienen acostumbrados los políticos, el Alcalde Cristián Labbé se paró ante al país e hizo y dijo lo que hace rato esperábamos de la Autoridad. Justo cuando un empolvado secretario de estado, fiel seguidor de las instrucciones de su impopular jefe, se deshacía en esfuerzos para congraciarse con el grupúsculo de agitadores comunistas que han mantenido al país en una crisis artificial y extemporánea.
A pesar de que el Alcalde Cristián Labbé actúa dentro de las atribuciones legales y administrativas que su cargo le otorga, la clase política y el gobierno de su propia coalición, han salido con desesperación a atacar a quien se permitió romper las cadenas de la demagogia politiquera y salir al frente, a pecho descubierto, a decir de una vez por todas la verdad que todos en privado reconocen y a hacer lo que la mayoría espera: poner fin a la hemorragia de anarquía ideologizada, impuesta por los comunistas. Con ello, el Alcalde Labbé ha dejado en evidencia la debilidad del gobierno y la inconsecuencia de opositores y oficialistas que ─escudándose en una superada libertad democrática─ han permitido, alentado y potenciado una campaña de violencia urbana que nos recuerda los peores tiempos de la intentona revolucionaria marxista de los años 70.
Con su valiente actitud y sin desconocer la real necesidad de mejorar la educación en Chile, Cristián Labbé no solo recoge y desahoga la hasta hoy frustrada necesidad de representación de una enorme cantidad de chilenos que ─añorando el orden y la paz social de los años del Gobierno Militar─ han visto cómo éstos han sido destruidos por la permisividad demagógica de la Concertación y por la debilidad demostrada por el primer gobierno de derecha en muchos años, certeramente calificado como el “quinto” de dicho conglomerado marxisto-cristiano.
Los efectos de la actuación del Alcalde Labbé sobre la cómoda seguridad alcanzada en estos años por la clase política han quedado en evidencia no solo con las reacciones destempladas de los actores políticos, si no también con la de aquellos que se nutren de sus devaneos, como ocurre con algunos periodistas o analistas que ─en su angustia y compromiso ideológico─ han abandonado la careta de la imparcialidad para mostrar su odio y resentimiento hacia aquel sector de la sociedad que no ha comprado su versión de la “dictadura” y de los supuestos beneficios de la “libertocracia”. Para aquellos que han hecho de la política una fuente inagotable de beneficios económicos, desarrollando redes de influencia de alcances ilimitados, otorgándose poderes heredables, imponiendo con ello una verdadera “nobleza política”, Cristián Labbé constituye un riesgo inaceptable que debe ser neutralizado a la brevedad, antes que el ejemplo se expanda y puedan hacer surgir a muchos nuevos líderes de este tipo, capaces de actuar por sí mismos y de decir lo que no es “políticamente correcto”.
A nivel mundial y especialmente en nuestra Latinoamérica, la paciencia de los ciudadanos hacia las democracias decadentes (como también hacia las tiranías asfixiantes) pareciera estar agotándose en forma acelerada, dando origen a nuevas formas de gobierno que aún no consiguen adquirir una identidad de género que las defina correctamente. Por ahora, solo ha ido quedando en claro la aparición de caudillos de generación espontánea, donde predominan los de origen militar o paramilitar, gestados talvez en la angustiosa necesidad de autoridad, expresada por una ciudadanía esperanzada en reponer el necesario orden y estabilidad, derrumbado por la maraña de “derechos” y la pérdida de “deberes” en que han caído envueltas las democracias occidentales.
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Cristián Labbé satisface plenamente esta necesidad, al ofrecer a los chilenos una imagen de autoridad responsable, consecuente y dotada del valor que le permite adoptar decisiones pensando en el Bien Común, aún cuando esto sea impopular. La diferencia con el accionar del mundo político local es evidente y ─con muy poco esfuerzo─ pronto podríamos verlo figurando en las encuestas con resultados sorprendentes, ya que su popularidad no será producto de una casualidad o de la desgracia ajena, si no de su propia e indiscutida capacidad de liderazgo.
La mayor dificultad que deben enfrentar sus detractores es el enorme respaldo que tiene en sus votantes, quienes con una clara mayoría lo han reelegido reiteradamente para dirigir los destinos de la comuna de Providencia. Allí, ha realizado un trabajo magnífico, mejorando notoriamente ─entre muchos otros logros─ ni más ni menos que la misma educación que hoy se cuestiona. Con ello, da un soberbio tapaboca a quienes atacan la enseñanza municipalizada, demostrando que una gestión limpia, honesta y desinteresada es sinónimo de éxito y de eficiencia. ¡Qué mejor ejemplo de esto que el altísimo porcentaje de alumnos del Lastarria y Carmela Carvajal que ingresan año a año a la universidad y los miles de estudiantes de otras comunas que postulan a dichos establecimientos, en procura de una mejor calidad de educación!. O sea, el Alcalde Labbé no solo dice las cosas que queremos escuchar, si no que hace lo que dice y lo hace bien. ¡Que tremenda amenaza para aquellos que se escudan en el partido o en los “consensos” para ocultar su incapacidad! Si Chile tuviera más Labbés y menos de los otros las cosas serían diferentes y la actual clase política terminaría rechazada definitivamente de la vida nacional…¡Tal y cómo la mayoría lo desea, según muestra el resultado de las encuestas!
Chile está cansado de los malos líderes políticos, de los que ha tenido más que suficiente. La sociedad chilena está aburrida de ver siempre las mismas caras, rebosantes de gozo en cada reelección o ─lo que es lo mismo─ en cada “nominación” de sus mafias partidarias. Los chilenos desean ver otras opciones y antes que ese espacio sea ocupado por algunos de los falsos renovados o lobos con piel de oveja que la izquierda hábilmente ha ido “reservando” para los tiempos venideros, es preciso levantar a los verdaderos representantes de la libertad y de la democracia republicana, esa en que los gobernantes velan realmente por el Bien Común y no por el resultado de las encuestas. Cristián Labbé es una opción real para quienes deseamos orden y paz, dejando a un lado para siempre a una clase política aprovechadora y falsa que permite y estimula el renacer de los odios y de las revanchas de todo orden.
Chile está demasiado lejos de una verdadera “reconciliación nacional”. La violenta reedición de la agresión marxista y la debilidad demostrada por quienes debieran oponerse a sus intentos hegemónicos han permitido la reinstalación de los odios del pasado y remarcar la existencia de dos sociedades absolutamente contrapuestas. Curiosamente ello ocurre cuando ─como consecuencia de los cambios introducidos por el Gobierno Militar─ las diferencias económicas se reducen y la ciudadanía comienza a tener libre acceso a los bienes y servicios propios de un país próximo a alcanzar el desarrollo. Es natural que los comunistas no deseen que ello ocurra, ya que con éste se acabaría el “caldo de cultivo” para su trasnochada ideología. Sin embargo, no deja de sorprender la pasividad entreguista de muchos que habiendo sido parte de la gesta transformadora del Gobierno Militar ─como Cristián Labbé─ no sean capaces de alzar la voz para defenderlo y expresar públicamente su identificación con el orden y progreso en paz que éste representó. Al menos podrían hacerlo para reconocer a un alcalde ejemplar, hoy atacado sin piedad por una inmunda fronda politiquera que trata de destruir la amenaza que para ellos su hombría representa.
Quiera Dios que Cristián Labbé no se quede solo en una brillante gestión alcaldicia y que ─por el bien de Chile─ existan los hombres y mujeres capaces de proyectar su capacidad, inteligencia y hombría de bien hacia desafíos mayores.

27 de Septiembre de 2011

Patricio Quilhot Palma

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