martes, 29 de noviembre de 2011

La indefinición de Cristina





Por Carlos Manuel Acuña para el Informador Público

Desde la tranquilidad que permite la obligada reclusión en un cuarto de enfermo y únicamente con la información reducida a simples datos pero suficientes para un análisis, vamos a destacar que una vez más Cristina se mueve entre extremos ideológicos y de personas que los representan. Todo esto contribuye a la confusión y las dudas, tal vez el signo más significativo del ánimo con que los argentinos se aprestan a celebrar la Navidad y el más que difícil Año Nuevo.

La mala relación surgida entre el trovador y quien se apresta a enfrentar el nuevo período presidencial es una situación apenas considerada frente a la dimensión de los problemas que han surgido y los nuevos que se avecinan. Una señal muy clara al respecto es la decisión que anticipamos días atrás, en el sentido de trasladar al conurbano porteño el 40 por ciento de los integrantes de esta Fuerza de Seguridad creada para custodiar nuestras fronteras; el caso es que la medida, reveladora de la preocupación de las autoridades por fututos desbordes sociales, trae aparejada otra grave circunstancia: los jóvenes integrantes de este contingente provienen de las zonas rurales, donde su formación está alejada de las lacras urbanas. Ahora, el fenómeno del contagio es todo un tema y posee un contenido multiplicador que extiende los problemas de todo tipo que con fuerza se han instalado en el escenario nacional.

La indefinición de Cristina se puede escribir en plural y precisarla con más fuerza: en realidad no sabe qué hacer, y esa ignorancia, tal como le gusta recalcarlo, sólo le pertenece a ella cuando dice “¡aquí manado yo!”

Para atacarlo a Hugo Moyano con su acertada negativa al proyecto de participación en las ganancias, que implicaría complicaciones imposibles de abordar, defendió a Recalde, a La Cámpora, el escándalo de Aerolíneas y los dos millones de dólares diarios que nos cuesta a los argentinos, además del papelón innecesario de explicar.

Con José Ignacio de Mendiguren todavía no se ha distanciado, pues posee buenas conexiones de gran poder, pero mientras promete medidas para el sector industrial y otras para el campo, ambas se demoran y ya con la cosecha en ciernes, todos se apuran a acopiar combustible y evaluar los humores de Moreno, que descubre conspiraciones cotidianas que Cristina le cree, en tanto no averigua quiénes son los que hacen negocios con los dólares negros o blancos. ¿Será por eso que desconfía de Francisco Larcher, subsecretario de la SIDE y en su momento hombre de confianza de Néstor Carlos?

Es difícil entender los mecanismos mentales de quien durante otros cuatro años tendrá en sus personalísimas manos el destino de los argentinos, pero sí podemos señalar que, frente a la emergencia que vive la ex República Argentina, nada se arregla con este estilo y mucho menos con la espera puesta en Máximo, quien estudia oratoria para saber algo más que jugar al truco en los bares de Río Gallegos para saltar desde allí a la Casa Rosada. Alguno deslizará una sonrisa, pero éste es el nivel que está en vigencia en la Argentina y al que es difícil acostumbrarse.



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