viernes, 6 de julio de 2012

EL PAÍS EN QUE NOS TOCA VIVIR


DEL BLOG DE HERMÓGENES




viernes, 6 de julio de 2012
El País en que Nos Toca Vivir

La carta titulada "Mi Verdad", de un preso político uniformado, el coronel (r) de Carabineros, Conrado Sesnic, ha conmovido profundamente a quienes hemos tenido la suerte de recibirla y la paciencia de leerla. Ahí está todo reflejado: la mentira, la vileza, la traición, la injusticia, la ilegalidad, el cinismo y el comunismo en todo su esplendor. En resumen, el Chile actual.

Si quedara una brizna de moralidad en nuestro Poder Judicial, éste ordenaría abrir una investigación sobre el contenido de esa carta y se preocuparía de cotejar cada una de sus afirmaciones con la realidad objetiva de los hechos, para después ---si se comprobara la veracidad de aquéllas--- emitir, con la firma de todos los ministros del más alto tribunal, un estentóreo MEA CULPA y un atronador NUNCA MÁS, seguidos de una humilde y sentida petición de perdón a todos los chilenos (amén de las condignas sanciones a la caterva de jueces prevaricadores que han intervenido en el proceso).

Esa carta debería ser también leída en clases en los colegios municipalizados, particulares subvencionados y pagados, para que todos los niños de Chile no se hicieran ilusiones y supieran cuál es la verdadera calaña moral del país en que viven.

El coronel (r) Conrado Sesnic está entrando en estos días a servir cinco años y un día de presidio por un delito que no sólo no cometió, sino que es inexistente y del cual no hay ninguna prueba, como no sea la declaración (contradicha por los hechos) de un ex detective comunista, alcohólico, indebidamente pensionado por la infausta Comisión Valech, indebidamente jubilado de Investigaciones y, por añadidura, condenado por diversos delitos, entre ellos el de falsedad ante el juzgado de Melipilla. Su falso testimonio es la única "prueba" contra el coronel (r) Sesnic de hechos prescritos, amnistiados y ya antes juzgados, ocurridos 38 años atrás y en los cuales no tuvo la menor participación.

Por contraste, en el reciente "caso bombas", nuestra "justicia" desechó casi ¡siete mil! pruebas que había reunido la fiscalía para dejar libres a todos los extremistas que se había pedido procesar en virtud de esas pruebas. Así entienden los tribunales chilenos la igualdad ante la ley.

Los jueces de primera instancia y de apelaciones habían condenado al coronel (r) Sesnic, de manera igualmente ilegal e injusta, pero al menos (por elemental sentido común dentro de la prevaricación) sólo a 541 días y con pena remitida. Pero el activo ministerio del Interior del presidente que, como candidato, había prometido a los uniformados (r) hacer respetar las leyes a su respecto, se preocupó de conseguir que la segunda sala penal (de izquierda) de la Corte Suprema transformara la pena remitida, ya ilegal e injusta, en cinco años y un día de presidio efectivo. Es decir, a la prevaricación se añadieron, por iniciativa gubernamental, la injuria y el castigo.

¿Y el resto del país? Éste siempre ha sido un país cómodo: mira para otro lado. Los uniformados activos chilenos (¡qué distintos de O'Higgins y Prat!) ya han convertido en lema el dejar abandonados a "sus caídos tras las líneas enemigas". ¿Qué dirigente o parlamentario de izquierda querría fotografiarse con un comandante en jefe, para las páginas de la Vida Social, si éste rompiera lanzas por los "violadores de derechos humanos"? El Colegio de Abogados sabe mejor que nadie todas estas cosas, pero es, ante todo, "políticamente correcto". ¿Para qué iniciar debates odiosos dentro de su propio Consejo y malquistarse con la corriente dominante? Y si bien la Iglesia tiene su lema "la verdad nos hará libres", lo olvida convenientemente respecto de los presos políticos uniformados. Ya tiene suficientes problemas como para meterse en otros. ¿El rector Carlos Peña, el Catón contemporáneo? ¡Pero si es un Catón para un solo lado, un Catón tuerto! ¿En qué país vive usted? Y, en fin, los partidos de derecha ya tienen suficientes preocupaciones con sus "arrepentidos", que son legión y se suman al coro de la izquierda para hacer aún más dura la vindicta contra los más débiles de todos, los uniformados presos. ¿De dónde vamos a sacar, entonces, a un Émile Zola para defender a los centenares (con potencialidad de miles) de capitanes Dreyfuss chilenos? Pues si nuestro Zola apareciera, de seguro no tendría prensa ni televisión. A lo más podría aspirar a emitir sus proclamas en algún twitter o blog.

Resignémonos. Ése es, ni más ni menos, el miserable país en que nos está tocando vivir.
Publicado por Hermógenes Pérez de Arce

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