miércoles, 29 de agosto de 2012

LOS DD.HH., LOS MILITARES Y LA POLITICA





El comunismo internacional en Chile, reclutó a sus primeros agentes en la década del 10 del siglo pasado. Desde entonces el comunismo criollo se transformó hasta hoy en el más fuerte depositario de la doctrina y filosofía marxista en América latina.
Sus intentos de implantar un régimen socialista data de muchísimos años. En nuestro país, los socialistas alcanzaron a gobernar por escasos días liderados por Marmaduke Groove, luego lograron acompañar a Gonzalez Videla por corto tiempo y fueron declarados fuera de la ley ( ley maldita ), siendo ministro del interior de dicho presidente el Almirante Inmanuel Holger.
Poco más adelante, 4 intentos para gobernar con el Doctor Allende, y en la cuarta postulación de ese político llegan al poder en 1970.
Como es fácil comprender, el comunismo y el socialismo, lo que más han gobernado es por mil días. Y más fácil aun es entender que ninguno de sus intentos ha tenido éxito. De más está señalar que la última vez que gobernaron destruyeron un país en solo 1.037 sufridos días para todos los chilenos.
Y si quisiéramos ser más prolijos, no sólo los comunistas y socialistas tienen este record, sino toda la clase política.
¿ Porqué ?.... simplemente porque desde 1932 y hasta 1973, período de la más larga e ininterrumpida trayectoria democrática del país, los políticos gobernaron por espacio de 41 años, y todo el país sabe y conoce perfectamente en que terminaron los gobiernos civiles. Para dar algunos ejemplos mencionaré pocos datos del resultado de la política chilena en su gestión gubernamental por más de 40 años :
• Una ciudadanía que se enfrentaba a balazos en las calles de diversas ciudades del territorio, matándose incluso entre familias y amigos
• Un desabastecimiento generalizado que sometió a los más pobres de este país al hambre y mercado negro.


• Una inflación superior al 650 %.
• Grupos civiles armados con armas de guerra, que usurpaban la propiedad privada con el aval de esos gobiernos.
• Asaltos y asesinatos a carabineros, militares y civiles inocentes.
• Las reservas del Estado en cero.
• Tomas de industrias y fábricas, grandes fundos y tierras que nadie supo trabajar.
• Intento de estatizar la educación convirtiéndola en un hilo conductor de la teoría marxista.

EN ESO TERMINARON 41 AÑOS DE GOBIERNOS CIVILES
Lo anterior es sólo una pequeña muestra de la ineficacia, ignorancia y violencia demostrada por la clase política en general para conducir los destinos de una nación.
¡ Y pretenden acallar los éxitos de un gobierno, que pese a sus errores, en sólo 16 años, lograron recuperar al país desde los lugares de los países más desacreditados a una nación pujante, dolida pero consciente de sus capacidades !.... Lo que se destruyo por acción politico-partidista en 41 años, los militares lo revirtieron en 16 años.
Lo anterior constituye uno de los grandes fracasos de la política y de los políticos en Chile, y en especial del comunismo internacional y nacional. A ello, debemos considerar que el hecho que en nuestro país el comunismo internacional fue derrotado políticamente y militarmente por las FFAA. chilenas 16 años antes que cayera el muro de Berlín. Bastaría pensar en sólo en estos dos ejemplos para concluir que esos grandes fracasos y derrotas jamás serán personados por la izquierda chilena. He aquí la explicación de porque la VENGANZA de hoy. Les asiste vergüenza, frustración y odio hacia quienes en el mundo han sido los únicos en derrotarlos.

Sin embargo, la justicia de hoy, ha sido inquisidora con esos militares, que además no han tenido la defensa de sus pares activos, hombre de uniforme pero sin voz, hombres de uniforme que han sobre puesto acatar humillaciones por sobre dignidades.
¡ QUE VERGÜENZA Y DESCARO, QUE INGRATITUD E IGNORANCIA DE CHILENOS SIN MEMORIA !
La inclusión de militares en un posible indulto presidencial es un tema muy complejo y difícil que sea una realidad.
Si el gobierno de las FFAA., logró en el plebiscito del 88 un 43 % de aprobación popular, en estos últimos casi 21 años desde entonces, la clase política proveniente de los partidos de izquierda han cobrado venganza de su derrota político – militar de 1973., tanto en el campo judicial como en el comunicacional. Su circunstancial adversario de entonces, el Ejército de Chile, dejó de ser la institución del gobierno militar a partir de 1990, y luego con el retorno a la democracia a partir de ese año, surge otro Ejército. La diferencia entre uno y otro no es de índole profesional porque ese factor ha tenido siempre continuidad en el tiempo. Luego dicha diferencia se encuentra en como el Ejército a partir de 1990 se conduce tras la arremetida judicial contra uniformados en servicio activo y mayoritariamente en retiro, vinculados a procesos en curso y a condenadas ya ejecutoriadas, en el marco de las violaciones a los DD.HH., investigados por los tribunales de justicia.
Es cierto que las violaciones a los DDHH ocurridos durante el gobierno militar constituyen hechos graves. De hecho, durante ese régimen, cuando se decreto la ley de amnistía, los militares dejaron fuera el caso de Orlando Letelier.
Todo los hechos investigados, se produjeron durante el desarrollo de una guerra interna y clandestina. El origen de ella sin duda está en una resistencia armada organizada por grupos extremistas, con el apoyo de partidos políticos que desde 1990 han dado sustento a los gobiernos de la concertación.
Una gran cantidad de uniformados, principalmente en retiro, se encuentran o procesados o están cumpliendo condena. Los

agitadores políticos, subversivos y terroristas de esa época, hoy en gran cantidad trabajan para el gobierno de turno desde el año 90 en adelante. Muchos de esos personajes de ayer, se han transformado en asesores, empleados o jefes en servicios públicos, otros en autoridades de diferentes instituciones del Estado. Han pasado, a decir de ellos mismos, de ser revolucionarios a grandes defensores de la democracia. Todos de una u otra forma, se han encargado de levantar el dedo acusador contra militares violadores de los derechos humanos. Ha caído sobre los uniformados todo el peso de una gigantesca campaña a nivel nacional e internacional cuyos principales voceros han sido quienes ayer ejecutaron o participaron intelectualmente de innumerables atentados a personas o bienes públicos, o simplemente fueron colaboradores de grupos terroristas e insurgentes, prestando ayuda logística o sanitaria de alguna índole.
En esa gigantesca campaña, lograron victimizarse ante un pueblo ingrato, fácil de convencer y muchas veces ignorante de una verdad muy bien camuflada por la izquierda política. Es que el terrorismo y la subversión se apoderaron de las poblaciones y se escondieron en ellas, causando muertes a civiles y uniformados. Esa acción subversiva y terrorista tuvo una respuesta militar. Y si hubo quienes pensaron que esa intervención iba a consistir en pacificar a los que tomaron las armas, se equivocaron rotundamente. Pensar que pudo ser de otra forma era no conocer la formación de nuestros soldados, y al decir soldados me refiero a oficiales, suboficiales, clases y soldados conscriptos. Quien haya pensado que las FFAA., iban a salir a las calles a enfrentar los ataques clandestinos, la subversión y los actos terroristas ofreciendo escapularios, santos y repartiendo cruces se iban a equivocar fatalmente. Para las FFAA., esa resistencia armada representaba a un enemigo militar y en ese contexto los combatieron, y su misión era neutralizarlos, destruirlos y/o aniquilarlos. Así están formados nuestros soldados, no para dirigir el tránsito ni para perseguir delincuentes.

Sin embargo, esa doctrina por supuesto que requiere un grado de criterio y de control superior, que en muchos casos no se dio.
Si bien no es una justificación, hay dos factores que pudiesen considerarse como atenuantes de conductas reprochables.
El primer factor es la disciplina de nuestros hombres de armas. Quizá en el mundo, el ejército chileno sea uno, sino el más disciplinado de todos sus pares, en ese contexto, pensar que en ese período algún subalterno iba a cuestionar una orden de un superior es no conocer el ejército, toda vez que las consecuencias de una conducta de esa naturaleza habrían sido considerada una traición.
El segundo factor es de orden sociológico y quizá propio de la psicología militar. Un ejército con la tradición histórica del nuestro, considerado como siempre vencedor y jamás vencido, no tenía en su mente, la más remota idea de una derrota.
El adversario de entonces lo obligó a combatir en su propio territorio, en sus ciudades y sus campos. El ejército de entonces, entendió que para combatir con éxito a un enemigo oculto, era necesario primero entrenarse en una lucha desconocida hasta ese tiempo por la institución y en una función de inteligencia militar operativa. La aplicación del principio del mantenimiento de los objetivos, la tenacidad y la explotación del éxito inicial, iban a ser una característica permanente en el régimen militar.
A unas FFAA., y en particular a un ejército de paz por más de 90 años, se le presentó un escenario que le obligaba a poner en práctica los conocimientos de la guerra, pues para eso el país lo había preparado.
Lo concreto es que hoy, muchos de esos hombres son procesados o están cumpliendo condena. Y no sólo eso, en especial el ejército ha sufrido como institución, humillaciones y vejámenes. Nunca he escuchado o leído que existe arrepentimiento y reconocimiento de parte de quienes tomaron las armas para convertir a Chile en un país comunista o como quiera llamársele. Por el contrario, inteligentemente, se preocuparon de sembrar un sentimiento de odio y venganza sin límites en contra de los militares,

encontrando eco en una parte importante de la sociedad chilena, principalmente en poblaciones populares porque allí fueron buscados por las fuerzas armadas y luego por las fuerzas de seguridad.
Así como algunos afirman que tenían el derecho de oponerse con las armas a una dictadura, los militares y su gobierno, sintieron también el derecho de destruir cualquier intento por someter a un pueblo a la tiranía de un régimen como el de Cuba o de los países de la entonces órbita de la URSS.
Quienes piensen lo contrario, olvidaron que las FFAA., fueron prácticamente obligadas a sacar al gobierno de la ex UP. Nunca en la historia política de nuestro país, hubo un concenso más mayoritario para derrocar a ese régimen que terminó por destruir la democracia al punto de ser declarado inconstitucional por el congreso nacional en pleno en agosto de 1973, y paradojalmente, el que fuera su líder máximo, tiene hoy una estatua erigida en la plaza de la constitución, como homenaje de su pueblo.
La avalancha judicial en contra los militares se inició incluso durante el régimen militar, y continuó posteriormente con el comienzo de la democracia a partir de 1990.
Después de casi 21 años de gobiernos de la concertación, ninguno de esos períodos de distintos mandatarios ha aportado más a la división entre los chilenos que el de la actual presidenta de la república. En su período se han inaugurado monumentos, se han realizado eventos, conferencias, charlas, en Chile y en el extranjero, dando cuenta y denunciando asesinatos, violaciones y torturas a personas que solamente pensaban distinto. Pareciera que hoy, se cree que las personas que murieron oponiéndose al régimen militar, jamás usaron las armas.
Una herida que si bien es cierto, existe, quién es la máxima autoridad de una nación, debió haber actuado para no ensancharla, por el contrario, su rol era representar a todos los chilenos y no a sólo una parte de ellos. Esa no ha sido la mejor manera de buscar una reconciliación que tanto se pregona.

Es curioso que siendo a mi juicio el mejor gobierno de su coalición, la Sra. Presidenta no haya tenido la estatura de estadista que se necesita para reconciliar a un pueblo que sigue dividido ideológicamente. Por el contrario, se ha encargado incluso de dividir a sus ciudadanos en conferencias o discursos en el extranjero, recordando su propia condición de detenida y torturada junto a su madre en cuarteles de organismos de seguridad durante el régimen militar. Aun pudiendo ser cierto, no puede hacerlo un presidente de todos los chilenos.
Cuando el actual ministro secretario general de la presidencia José Antonio Viera Gallo, visita en su lecho de enfermo en un hospital de Santiago, a un lautarista condenado a cadena perpetua e indultado tras liderar atentados que costaron la vida de más de 15 carabineros y no menos de 8 detectives de investigaciones, el gobierno está dando el mejor ejemplo de división en el país.
Cuando un asesor directo de la presidencia ha albergado en su casa a un extremista comprometido con hechos de sangre, y nada le ha ocurrido, tampoco es un aporte a la reconciliación del país.
Cuando se levanta un monumento a un ex presidente, cuya gestión fue rechazada por la gran mayoría ciudadana, produciendo la mayor división ideológica que se tenga memoria en la historia de Chile, causando violaciones a los derechos humanos de miles de chilenos sometidos al hambre y al desabastecimiento, y la peor de las catástrofes económico – sociales, tampoco ello aporta a la reconciliación nacional.
Cuando la justicia chilena designa jueces que mantuvieron vínculos con extremistas y subversivos antes de 1973, sin tener en cuenta esos antecedentes y sin que estos jueces hayan tenido la rectitud de inhabilitarse, procesando y condenando luego a militares por el sólo hecho de ser tales, tampoco es un aporte a la reconciliación.

Cuando extremistas que participaron en la mayor internación clandestina de armas ingresadas al país con propósitos subversivos, y luego se presentan a candidatos en elecciones públicas, estamos frente a hechos jurídicamente inaceptables.
Cuando 25 ó más declaraciones de testigos que prueban la inocencia de un militar inculpado no tienen valor frente a 4 ó 5 testigos falsos o pagados e incluso trasladados fuera del país estando con ordenes de arraigo, para que declaren contra militares, no podemos hablar de reconciliación sino de venganza.
Ante muchísimos hechos más como los mencionados, desde marzo de 1990, los altos mandos militares han guardado un silencio por decir lo menos agraviante, dejando a sus camaradas bajo la indefensión más absoluta.
Camaradas hoy en servicio activo, que compartieron con nosotros la lucha contra la subversión y el terrorismo, viendo como se asesinaba a carabineros, militares, detectives y civiles inocentes, no han tenido el coraje de asumir que representan a una institución que es pilar fundamental del Estado. Han confundido el respeto a pertenecer a cuerpos no deliberantes con el temor a no perder su trabajo y los beneficios que da la jerarquía en determinados grados, callando de manera increíble como se ha denostado a su propio ejército, y a quienes en algún momento fueron sus superiores compartiendo sus ideas de rechazo total hacia quienes hoy están en el poder.
No se trata de justificar acciones o hechos injustificables, pero el ejército chileno, con la misma rapidez que reconoció a partir del año 90 violaciones a los DDHH., con esa misma rapidez compartió animados cócteles, ceremonias, visitas y actos públicos con personajes públicos y autoridades muchas de las cuales ejercieron la insurgencia y la subversión. Con esa misma rapidez y valentía pudo haber hecho presente que el incumplimiento de leyes del estado significaba salirse del estado de derecho. De la misma forma pudo haber representado a la autoridad política en su oportunidad, el real malestar que se sintió al interior de la

institución, que determinados políticos de reconocida vinculación con grupos violentistas y extremistas antes de 1973, ocuparan cargos públicos o fueran ubicados jerárquicamente sobre las propias instituciones armadas, situación que sin duda fue recibido interiormente como una verdadera burla y afrenta a la dignidad institucional.
Definitivamente el ejército ha callado y se ha comido su molestia, mientras muchos de sus hombres están en la cárcel injustamente.
No hay que olvidar que la gran mayoría eran hombres muy jóvenes y de grados muy subalternos.
Pero en fin, el disco toca hoy otro baile, ojala no vuelva a cambiar su melodía.

Lincoyán Burotto Muñoz
Coronel ( R ) E.M.
F. 717 77 27



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