martes, 12 de marzo de 2013

LA SANTIFICACIÓN DE CHÁVEZ




La santificación de Chávez

"Es correcto respetar las manifestaciones de dolor de los seguidores de Chávez. Perfectamente cabe un minuto de silencio por su muerte y también las críticas que merece su gestión..."


Hernán Felipe Errázuriz
El Mercurio



Todos los muertos son santos -decía Thomas Carlyle-, sus maldades se atribuyen al entorno. Así sucede hasta con Hugo Chávez. Incluso en Chile le han brindado homenajes desproporcionados y pocos se han atrevido a criticarlo. Se impuso por decreto tres días de duelo nacional. Mismo plazo fijado con ocasión de la trágica muerte del presidente Kennedy e igual trato que al fallecimiento de Juan Pablo II, que medió para evitar una guerra fratricida con Argentina. Chávez, en cambio, intentó inmiscuirse y dividir la política interna chilena y repetidamente insultó y les faltó el respeto a dirigentes políticos e instituciones nacionales y a más de un presidente de la república. Igualmente por tres días la bandera chilena ha flameado a media asta y se han suspendido celebraciones oficiales. Se puede cumplir con los protocolos sin caer en excesos: un día de duelo habría sido más que suficiente.







Es correcto respetar las manifestaciones de dolor de los seguidores de Chávez. Perfectamente cabe un minuto de silencio por su muerte y también las críticas que merece su gestión. Hay cinismo en los homenajes a Chávez con la negación de sus abusos de poder y con la omisión de las pésimas condiciones en que queda Venezuela después de 14 años en la presidencia. Homenajearlo y silenciar esas realidades es agraviar a los millones de venezolanos que sufren de los ultrajes del régimen chavista.







Dilapidó trillones de dólares petroleros situando a Venezuela en una crisis económica, con un significativo déficit fiscal, alta inflación y desabastecimiento. Privó a su pueblo de miles de millones de dólares que destinó a comprar la solidaridad internacional y a satisfacer su egolatría. El control férreo de la justicia y de las fuerzas armadas y policías lo utilizó para perpetuarse en el poder en vez de mantener la seguridad interna: la tasa de asesinatos de Caracas es superior a la de Bagdad. Instrumentalizó la constitución bolivariana para controlar todos los poderes del Estado. En el campo internacional fue un reconocido antisemita; dio refugio a terroristas de ETA y de las FARC y hasta último momento se asoció con Gadafi, Assad, Saddam Hussein y con los regímenes extremistas de Irán y de Corea del Norte. En Latinoamérica, causó fuertes divisiones que han obstaculizado la integración regional. Con su inmenso poder fue incapaz de dejar el legado de los grandes hombres de estado: instituciones sólidas que trasciendan, para un mundo mejor.







Los partidarios de Chávez tienen tanto derecho a rendirle homenajes como tenemos sus detractores para criticar el aberrante culto a su personalidad, al que se concurre callando los daños y perjuicios que causó y su lamentable legado.






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