viernes, 19 de abril de 2013

DURMIENDO CON LOS TOTALITARIOS


Durmiendo con los Totalitarios

Escribe don Hermógenes Pérez de Arce

El movimiento "noble, grande, hermoso" (Piñera, ONU, 2011)
terminó arrasando con la lógica, la buena fe y la razón,
enceguecido por el grito de la calle, voceado éste por la falange
totalitaria que se ha formado en el país a partir de Vallejo,
Ballestero, Jackson, Vela, Fielbaum y compañía con su lema
"no al lucro".
Los senadores marxistas, temerosos de quedar excluidos de la
revolución, lograban, una vez más, alinear a los kerenskys (con
una sola deserción, suplida por una ayuda impensada) y
votaban todos en bloque por la sinrazón, impertérritos a toda
consideración reflexiva o de sentido común, como si hubieran
sido ministros de la Corte Suprema o de alguna de Apelaciones
convocados en bloque por el comunismo a prevaricar contra
militares caídos tras las líneas enemigas.
Con razón la última encuesta nacional, de la Universidad Diego
Portales, confirma que las instituciones menos dignas de
confianza en el sentir general son los Tribunales de Justicia y
los Partidos Políticos, al tiempo que las mejor evaluadas
siguen siendo Carabineros y las Fuerzas Armadas.
Porque, con sus cerebros lavados y todo, los chilenos
instintivamente, inspirados por su inconsciente colectivo,
creen que, en última instancia y cuando la borrachera totalitaria
nos tenga otra vez al borde del abismo, siempre los
uniformados van a ser "los llamados a arreglar las cosas aquí".
(Investíguese quien pronunció esa memorable frase en agosto
de 1973, y cómo votó su autor ayer).
Tras varios días de saqueos en Concepción el 2010.
El Gobierno, carente de ideas propias, pues llegó al poder
abrazando confesamente las de sus adversarios, invitó a éstos
a cohabitar e hizo lo que (él creía) ellos querían: subió los
impuestos a las empresas, abrió la faltriquera fiscal y bajó al
dos por ciento el interés de los créditos universitarios; hizo
como que quería prohibir el lucro, pero fabricó vericuetos para
que no desapareciera del todo hundiendo el sistema; aumentó
más todavía el tamaño del Leviatán estatal, proponiendo por
ley otra Superintendencia y otra Agencia más, como si la
Comisión Nacional de Acreditación no hubiera demostrado
sobradamente para lo único que sirven; y, en fin, quiso llevar el
gasto estatal en la enseñanza más allá de los seis monstruosos
billones de pesos al año actuales, que si fueran repartidos a las
familias pobres en forma de "vouchers" permitirían a todos los
hijos de éstas elegir los mejores colegios particulares y las
más prestigiadas universidades (establecimientos que
aparecerían en número suficiente, tan milagrosamente como
las decenas que surgieron apenas el lucro pudo operar en la
educación superior tras consagrarse en ella, en 1981, la
libertad de emprender).


Pero los totalitarios ya no se conforman con migajas. Quieren
todo el poder para ellos.

Ven en el horizonte la posibilidad de echar de la casa, y
quedarse con toda ella, al que los convidó a cohabitar dentro
de la misma.
Eso de partida.
Pues los propios jacobinos ya deberían estar preguntándose si
van a seguir siendo admitidos o también van a ir a parar a la
calle, cuando los totalitarios tomen conciencia de todo el poder
que han conseguido gracias a las interminables concesiones
que les han hecho todos los demás.

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