miércoles, 10 de abril de 2013

EL PODER DE LA TONTERÍA


DEL BLOG DE HERMÓGENES

MARTES, 9 DE ABRIL DE 2013


El Poder de la Tontería

Nunca he menospreciado el poder de las tonterías, pues las hay capaces de cambiar el destino de los pueblos y hasta la historia de la Humanidad. Si usted lee el libro de Hitler, "Mi Lucha", se encontrará con una colección de tonterías impresionante, y no me va a decir usted que no tuvieron importancia. En Semana Santa hemos repasado el veredicto del pueblo que, puesto a elegir entre liberar a un asesino en serie, como Barrabás, o a un hombre bueno, como Jesús, hizo la gran tontería de favorecer al primero. No sólo fue un gran crimen; fue una terrible estupidez, como decía Fouché (otros lo atribuyen a Talleyrand) del asesinato del Duque de Enghien, bajo Napoleón.

En Chile "la calle", es decir, un tropel de imberbes que no saben dónde están parados, y por eso lo único que expresan son consignas, desfiló hace dos años gritando "no al lucro en la educación", y el país hizo suya esa gran tontería como si hubiera sido un mandamiento sagrado. El propio gobierno lo hizo suyo. Por eso Carlos Larraín ha criticado al ministro Harald Beyer: por haber "asumido el léxico de la izquierda" al tratar de demostrar que persiguió sancionar al lucro en la educación, cuando debió haberlo defendido.

Pues esa consigna implica que ninguna persona puede ganarse independientemente el sustento enseñando a otras. Implica prohibir una de las iniciativas no sólo más nobles sino más necesarias que pueden desplegar los individuos y, por lo mismo, conduce al monopolio estatal sobre la educación, es decir, a la ENU (Escuela Nacional Unificada) de la UP, designada para enseñar el socialismo (y nada más que el socialismo) a todos los niños de Chile, que iban a ser "hombres nuevos". Iba a ser la muerte de la libertad de enseñanza. Y ahora nos encontramos con que están intentando hacerla efectiva tanto el gobierno como la oposición y "la calle", es decir, prácticamente todos.

Siempre he concedido que esta tontería se gestó durante el Gobierno Militar, infiltrada justamente en una de sus mejores iniciativas, la que permitió crear libremente universidades sin otro requisito que depositar un ejemplar de sus estatutos en el Ministerio de Educación. Pero les impuso ser "personas jurídicas sin fines de lucro". Con eso, entonces, y en teoría, quedaban fuera de la actividad universitaria todos los que tuvieran la capacidad de fundar excelentes universidades pero quisieran obtener de ello un beneficio económico. O sea, mucha de la gente más capaz del país y del exterior.

Déjenme advertirles que en una sociedad libre uno puede perfectamente no tener afán de ganancia alguno. Si yo me voy a trabajar gratis a alguna parte seguramente todos me van a aplaudir, especialmente el dueño del negocio. De hecho, acabo de aceptar un trabajo sin retribución. Puedo hacerlo. Eso está obviamente permitido en la sociedad libre. Pero no por eso va a ser obligatorio; no por eso puede prohibirse que alguien trabaje para obtener una ganancia en la tarea de proveer algo, sobre todo si es muy necesario. Más aún, no conviene socialmente prohibirlo, porque entonces mucha gente capacitada se abstendrá de la actividad y así se dejará de crear valor emprendiéndola, con lo cual la sociedad dejará de ganar, como un todo.

Chile pareció unánimemente pensar, cuando salió esa ley de educación superior, que "ya se curó mi capitán" (frase autóctona que preside el sentido común nacional). Deriva de muchos chistes de los años '40, en plena Segunda Guerra, que eran protagonizados "por un inglés, un alemán y un chileno". En uno, brindaban los tres, que eran militares, en un piso alto de un edificio y discutían sobre cuál de sus ejércitos era más disciplinado. El inglés llamaba a un soldado y le ordenaba: "Watkins, láncese por la ventana", y Watkins lo hacía. El alemán llamaba a uno suyo y le ordenaba: "Schweinsteigger, salte al vacío", y el soldado también lo hacía. Pero cuando el oficial chileno llamaba a su recluta y le decía: "Soto, salta por la ventana", éste se daba media vuelta y salía por la puerta murmurando: "Ya se curó de nuevo mi capitán".

Bueno, cuando salió la nueva ley de universidades de la Junta con el gran disparate del "sin fines de lucro", todos dijimos "ya se curó mi capitán" y vimos organizarse universidades de todos los pelajes, que es como sucede en las sociedades libres, con y sin fines de lucro; y nadie se escandalizó de los mecanismos usados para obtener una ganancia, porque se daba por entendido que, como "se había curado mi capitán (o general)", no había que hacerle mucho caso, pues prohibir las ganancias era una soberana tontería. Y, además, inconducente.

Inconducente, porque si yo fundo una corporación sin fines de lucro, aunque no pueda retirar las ganancias y deba reinvertirlas, por el solo hecho de haberlas, la corporación vale más. Y si alguien se interesa por comprarla, deberá pagar mucho más caro. Si el Consejo Directivo es de hombres santos, la van a entregar al comprador sin recibir nada del mayor precio y pese a todas las ganancias acumuladas; pero si no son santos, van a cobrar por ceder su lugar en el Consejo a los compradores, pues es su prerrogativa integrarlo. Pueden no aprobar la venta, si no quieren. ¿Qué incentivo tienen para dejar el Consejo? Entonces, si lo dejan, es porque, ya sea son santos o se marchan discretamente, pero con los bolsillos llenos. Por eso yo sospecho que hay muy pocas instituciones prósperas que realmente sean "sin fines de lucro"

De modo que, gracias a la ley, se crearon universidades que obtuvieron ganancias, porque un bien muy demandado en Chile es la enseñanza superior; y llegaron inversionistas extranjeros y también nacionales y compraron o formaron universidades, justamente porque daban mucha plata. Se creó entonces mucho valor. Todo iba bien hasta que salieron los imberbes a la calle a gritar su tontería de "no al lucro" y los chilenos, igual que el Sanedrín, la acogieron y dijeron "crucifícalos". Y así se destruyó valor de una manera que nadie ha calculado hasta ahora pero que puede ser de miles de millones de dólares. Otro Transantiago. Tanta ha sido la destrucción que la propia Michelle Bachelet ha empezado a asustarse y a recoger riendas, tras haber abrazado la tontería de "no al lucro" en su primer discurso de campaña. Porque todavía es posible destruir mucho más valor, si la cruzada de la estupidez se extiende a las enseñanzas de todos los niveles.

El hecho es que, por la ignorancia de los imberbes y la pusilanimidad de los mayores, la educación superior chilena vale hoy menos que hace tres años; hay menos personas y entidades dispuestas a invertir en ella y van a crearse en el futuro menos oportunidades de ir a la universidad que si se hubiera respetado la libertad de emprender, de crear universidades, y de enseñar en ellas obteniendo una ganancia que habría atraído a todavía muchos más a un quehacer de tanto beneficio para la sociedad.
Publicado por Hermógenes Pérez de Arce

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