sábado, 22 de junio de 2013

MITO Y REALIDAD



Mito y realidad
Tribuna El Mercurio

Orlando Sáenz R.

: "Cabe preguntarse por qué Michelle Bachelet propone ahora lo que no hizo durante su anterior gobierno. La causa del cambio no hay que buscarla en ella, sino que en la coalición que la apoya ahora..."

Desde que la señora Michelle Bachelet regresó a Chile en plan de precandidata presidencial, ha estado anunciando que su programa de gobierno contemplará, entre otros cambios muy radicales, una profunda reforma tributaria que implica un sustancial aumento de la carga para las empresas privadas que existen en el país. De materializarse su propuesta, la carga tributaria de estas empresas pasaría, en poco más de cuatro años, de un 17 a un 25%, lo que implica casi un 50% de incremento, tomando en consideración el ya sancionado de 17 a 20%.

Si la propuesta mencionada proviniera de otro de los varios precandidatos que recorren el país, no pasaría de ser otro pintoresco exceso de una campaña acalorada. Pero ocurre que la señora Bachelet es una muy digna y admirada ex Presidenta de la República, que inicia con gran ventaja una carrera electoral que bien la puede volver a colocar en el sillón presidencial. No es de extrañar, entonces, que sus anuncios de tan disparatada propuesta ya estén produciendo algunos de los graves efectos que tendría su implementación: la expansión económica de Chile se está ralentizando, la inversión productiva está disminuyendo, y muchos miles de trabajadores chilenos que acumulan fondos previsionales en las AFP han perdido parte significativa de ellos por el castigo que los mercados les están aplicando a las sociedades anónimas afectadas que se transan en ellos.

El hecho de que la señora Bachelet se esté esforzando por instalar en la mente de sus posibles votantes la absurda idea de que lo que propone no tendrá efectos negativos, sino que, por el contrario, fortalecerá la inversión y el empleo, demuestra que está perfectamente consciente de los daños que inevitablemente producirá. No es propio de ella esforzarse por hacer comulgar con ruedas de carreta, y su trayectoria y bien ganada dignidad no se merecen que en aras de los intereses de sus nuevos socios, asuma el papel de la Alicia que inventa un mundo en que los gatos vuelan, las flores hablan y los sombrereros están locos.

Es perfectamente lógico y noble que ella considere indispensable un gran esfuerzo fiscal para mejorar la educación, la salud y las condiciones de vida de los chilenos que todavía viven en la extrema pobreza. En ese propósito la acompañaríamos la gran mayoría de sus conciudadanos, por no decir la totalidad. Pero el camino que propone para lograr el financiamiento necesario no solo es equivocado, sino que es demagógico y electorero.

Ella, como ex Presidenta que es, sabe perfectamente que el capital no tiene patria, ni fronteras, ni otra ley que la del mercado. Si las condiciones en que se pretende hacerlo trabajar no le convienen, no dirá nada, pero se irá a invertirse en otros mercados distintos que el nuestro. Por tanto, sabe que su propuesta tributaria va en el sentido contrario al que los gobiernos anteriores, incluido el suyo propio, han seguido con espectacular éxito.

¿Significa eso que la recaudación que pretende es inalcanzable? Ciertamente que no, pero el camino para lograrla es a través del crecimiento económico y de la mejora de la gestión estatal, que hoy es vergonzosa. Ese es el realismo constructivo que esperaríamos le hubiera planteado a nuestro pueblo para responder a sus justas aspiraciones.

Por cierto que cabe preguntarse por qué Michelle Bachelet propone ahora lo que no hizo durante su anterior gobierno. La causa del cambio no hay que buscarla en ella, sino que en la coalición que la apoya ahora y que en eso delata que la Nueva Mayoría tiene muy poco que ver con la extinta Concertación. Como una cotizada modelo que cambia de producto, ella vende ahora con honestidad profesional una mercadería de otro género que la que vendió en el spot anterior. Por eso mismo es que cometería un grave error si cree que puede dar por descontados los apoyos de hace ocho años, inclusive el mío.

Al fin y al cabo, me cuento entre los que saben que el país de Alicia es un cuento infantil y que Robin Hood es una leyenda del siglo XIII.



Orlando Sáenz R.


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