El Año que vivimos en peligro
Como era nuestra costumbre, nos levantamos temprano para ir a nuestros trabajos.
La noche anterior habían corrido rumores de posibles disturbios en el centro de Santiago y en la periferia, ya que se hablaba de los “cordones industriales” que defenderían al gobierno de Salvador Allende. Las noticias de “última hora”, nos ponían nerviosos a todos. En las semanas anteriores, se habían encontrado armamentos en las poblaciones y centros industriales, especialmente en la parte sur de la ciudad,
Si bien se “olía” que algo iba a ocurrir, nadie estaba preparado para el evento que en pocas horas se desencadenaría en Santiago y el resto del país.
Los ciudadanos concurrían en numerosos grupos a las puertas de los cuarteles a pedir la intervención de las Fuerzas Armadas, única institución que no había caído en las garras de la política, para controlar el desorden público y el caos institucional que se apreciaba desde hace muchos meses. Mujeres, especialmente, les arrojaban trigo a los militares, simbolizando con esta actitud, que eran unas gallinas.
Las radios estaban controladas por el gobierno de turno, la UP, como así los periódicos y otros medios de comunicación. La gente recurría a la información que obtenía por amigos y parientes por el teléfono, para estar al tanto de lo que pasaba. Algo se “sentía” en el ambiente, pero nadie estaba preparado para los acontecimientos que se vivirían en las próximas horas.
El conato de sublevación de una parte de la Marina, había sido controlado, y su principal instigador, Carlos Altamirano, socialista, estaba desaparecido y muchos marineros habían sido apresados por sedición.
El día amaneció parcialmente nublado y con una suave brisa de septiembre. La temperatura era agradable y todos se preparaban para ir a sus trabajos y los niños al colegio.
Mientras me afeitaba, sentimos unos ruidos extraños en la radio, la que encendíamos muy temprano, apenas abríamos los ojos, para estar al tanto de los últimos acontecimientos. La Radio Magallanes, era en esos días el barómetro de lo que acontecía. Sus llamados a desobedecer el orden público y plegarse a los cordones industriales para defenderse con las armas contra la oligarquía, la derecha y otros tantos argumentos que se esgrimían para azuzar al pueblo, quedó silente, producto del ataque de aviones de la Fuerza Aérea.
Cambiando frenéticamente el dial, nos enteramos que personal de carabineros de la guardia de palacio, estaban llegando con armamento, cajas con municiones y cascos de acero al lugar. Eso indicaba que “algo” estaba en progreso.
Le dije a mi mujer que no iríamos al trabajo, ya que la situación se veía grave. Nuestra hija, de 8 meses, que debíamos llevarla a la sala cuna, estaba lista para hacerlo, mas decidimos permanecer hasta que los acontecimientos se decantaran.
Eran como 10 minutos para las 8 de la mañana, cuando irrumpió la radio, no recuerdo cuál, sino todas, con aires marciales y con la proclama de la formación de una Junta de Gobierno, conminando a los ciudadanos permanecer en sus casas y a la presentación inmediata de los funcionarios del ex – gobierno a presentarse ante las nuevas autoridades militares.
Así, se iniciaba un 11 de septiembre y una nueva etapa en la historia de Chile republicano.
Todo se pudiera haber evitado, si la Democracia Cristiana se hubiera puesto los pantalones y haber votado por la simple mayoría que había obtenido don Jorge Alessandri, y el Senado hubiese ratificado su triunfo. Las manipulaciones realizadas por la UP, conocidas por todos para obtener su apoyo, firmaron un Acta de Garantías Constitucionales, que no fue sino una maniobra para calmar a las fuerzas democráticas, por el momento. Nunca cumplieron nada y llevaron al país al caos y a una crisis social única en la historia de Chile. Allende había obtenido como un 35 % del electorado y tuvo la osadía de decir: “que gobernaría para todos los chilenos”, y muchos se lo creyeron.
La gente, luego de escuchar la proclama del nuevo gobierno, tímidamente salió a comprar lo indispensable, si es que se encontraba algo, ya que para el 11 de septiembre no había azúcar, aceite, harina, productos lácteos y menos pollos. Con las industrias estatizadas o intervenidas, la producción había caído dramáticamente, y para conseguir algunos alimentos básicos, había que pertenecer a las JAP.
Horas después, se decretó un Toque de Queda y que duró todo el doce.
Los enfrentamientos armados se sucedían sin descanso en todas las áreas de la ciudad. Poco a poco, los llamados “cordones industriales” fueron cayendo y una débil tranquilidad se fue apoderando de la nación, salvo escaramuzas de grupos subversivos, que actuaban en forma descoordinados.
Por la tarde caían chubascos en distintas zonas de la capital.
Hoy, aún quedan muchos resabios de aquellos días, y luego de 35 años, la violencia en la periferia de Santiago aún persiste, provocando destrucción y muerte.
Sus líderes han sido incapaces de controlarlos, más aún, los fomentan para enfrentar las fuerzas del orden.
Ahora, en víspera de un nuevo aniversario, el gobierno no podrá controlarlos y nuevamente se perderán vidas y habrá destrucción. Es hora de decir: ¡Basta!
Esos agitadores, que el gobierno sabe muy bien quienes son, ¿porqué no les aplica la Ley de Seguridad Interior del Estado?
El pueblo quiere paz y respuestas.
Carlos Calderón
viernes, 12 de septiembre de 2008
RECORDANDO UN 11 DE SEPTIEMBRE DE 1973
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